Ejercicios Espirituales 1979

 

Tiana, 11-15 Abril 1979

 

Predicador: P. Ginés Fernández del Águila

 

 

Contenido

 Introducción.

1ª Meditación. A la tarde te examinarán en el amor.

2ª Meditación. Primera cautela contra el mundo.

3ª Meditación. Primera cautela, continuación.

4ª Meditación. Segunda cautela contra el mundo.

5ª Meditación. Tercera cautela contra el mundo.

6ª Meditación. Primera cautela contra el demonio.

7ª Meditación. Segunda cautela contra el demonio.

8ª Meditación. Tercera cautela contra el demonio.

9ª Meditación. Primera cautela contra la carne.

10ª Meditación. Segunda cautela contra la carne.

11ª Meditación. Tercera cautela contra la carne.

12ª Meditación. Tercera cautela contra la carne. Continuación.

Texto completo de las cautelas

   

 (Volver a la página Notas de Retiros)

 Versión para imprimir en formato pdf: 

 

 

Abreviaturas:

Camino: Camino de Perfección. Santa Teresa de Jesús.
Castillo: Las Moradas. Castillo interior. Santa Teresa de Jesús.
Cautelas: Cautelas a un religioso. San Juan de la Cruz.
Fundaciones: Libro de “Las Fundaciones” Santa Teresa de Jesús.
Imitación: Imitación de Cristo. Tomás de Kempis.
Noche: Noche oscura. San Juan de la Cruz.
Relaciones: Las Relaciones. Santa Teresa de Jesús.
Subida: Subida del Monte Carmelo. San Juan de la Cruz.
Vida: Libro de la vida. Santa Teresa de Jesús.

 

 

Formatos de letra utilizados y otras cuestiones.

Fragmentos de la Sagrada Escritura en Georgia y color verde. Citas de otras obras en tipo en Georgia y color azul.

El resto está en tipo Arial.

No he corregido algunas ‘faltas’ de ortografía de textos transcritos tal cual, acentuaciones que con el tiempo han variado según la Academia de la Lengua, o que sencillamente estaban mal en el original. Sigo lo escrito básicamente en las obras de la BAC.

Introducción.

Hemos de apalancar nosotros mismos nuestros Ejercicios Espirituales.

Entremos a los Ejercicios con espíritu de pobre,

Realizado en:

·        no disponer de habitación cómoda

·        no disponer de amplios paseos

·        el tener que estar hacinados.

Debemos pensar: “cuántos quisieron ver lo que vosotros veis, oír lo que vosotros oís y no lo vieron y no lo oyeron.” (Cfr. Mt 13,16)

Los Ejercicios son una inversión de generosidad por lo que se recibe la gracia como respuesta.

Lecciones de los Ejercicios:

·        La conversión.

·        Aprovechar el silencio y la soledad porque son tesoro, refugio y ayuda para reflexionar de verdad y en serio.

Avisos muy importantes:

·        Pensar y reconsiderar sobre la importancia de los Ejercicios.

·        El ejercitante no debe pensar en otra cosa que no sea la salvación y la santificación de su alma.

·        Trabaje personalmente en hacer bien los Ejercicios. Si no se trabaja muy en serio, no se podrá hacer nada.

·        Las incomodidades des estos días, forman parte del plan de palanca.

·        Ambiente de total obediencia al Director y el Rector.

·        “Guarde el más estricto silencio.” Evitar ruidos. Considerar el silencio como una gracia de Dios.

·        “Guarde gran recogimiento en los sentidos.” Busca sólo estar tú solo con Dios.

·        Terminantemente prohibido entrar en la celda de otro hermano sin permiso del director.

·        Los tiempos libres no son para vagar. No hay tiempos libres. Emplead los tiempos libres en ejercicios. Exámenes prácticos de la vida pasada y futura.

·        Es muy importante tomar nota de las meditaciones.

·        Puntualidad, absolutamente necesaria.

·        Los ejercicios no es tiempo para escribir cartas o hacer llamadas. Dedicar mucho tiempo a orar. Pedirle a Dios por la intercesión de María, nuestra salvación y que nos dé mucho amor de Dios.

Indagar todo lo que no es según Dios. Acabar con reformas concretas de vida: pocas pero las más importantes.

Revisar cada mes, cómo se ponen en práctica.

 

1ª Meditación. A la tarde te examinarán en el amor.

No existe una dicotomía real de la vida espiritual religiosa y seglar. Sí hay variantes, pero no en lo fundamental, que es el Evangelio. Y el Evangelio es para todos. Por eso vamos a tratar en estos Ejercicios de Las Cautelas que propiamente van dirigidas a religiosos carmelitas, pero que nos van a servir también a nosotros.

Meta de los Ejercicios.

Nos la describe san Juan de la Cruz.

A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición. (Dichos de Luz y amor, 60)

Nuestra vida es estar esperando morir: entrar en el juicio de Dios.

Lo que dice san Juan de la Cruz es,

·        hay que amar;

·        no como nos parezca, sino como Dios quiere que amemos;

·        dejando nuestra condición, que es condición de desamor por causa del pecado.

Y en los Dichos de Luz y Amor, leemos:

3. Aunque el camino es llano y suave para los hombres de buena voluntad, el que camina caminará poco y con trabajo si no tiene buenos pies y ánimo y porfía animosa en eso mismo.

Los pies representan la disciplina, el ánimo es la confianza en Dios, y la porfía animosa, es la perseverancia generosa.

Razón de los Ejercicios.

San Juan de la Cruz en la introducción al Cántico Espiritual:

1. Cayendo el alma en la cuenta de lo que está obligada a hacer, […] tocada ella de pavor y dolor de corazón interior sobre tanta perdición y peligro, renunciando a todas las cosas, dando de mano a todo negocio, sin dilatar un día ni una hora, con ansia y gemido salido del corazón herido ya del amor de Dios, … comienza a invocar a su Amado y dice:… (Anotación 1)

Y en la primera carta de Pedro:

17 Porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios. Pues si comienza por nosotros, ¿qué fin tendrán los que no creen en el Evangelio de Dios? 18 Si el justo se salva a duras penas ¿en qué pararán el impío y el pecador? (1P 4)

Lo que nos hace ver que las cosas no son tan fáciles, y que hay que tomarse muy en serio las cuestiones de la salvación y nuestra responsabilidad ante Dios.

“Vamos a ser juzgados incluso de las palabras vanas” (Tomás de Kempis)

Renuncia de todas las cosas, dando de lado todo negocio, sin dilatar ni una hora.

No cualquier conversión es válida. Hemos de convertirnos del todo. Y quizás el Señor no está muy contento de nosotros y nos tenga que decir a su pueblo por boca de Isaías:

11 «¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? —dice Yahvé—. Harto estoy de holocaustos de carneros, de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada, 12 cuando venís a presentaros ante mí. ¿Quién ha solicitado de vosotros esa pateadura de mis atrios? 13 No sigáis trayendo oblación vana: el humo del incienso me resulta detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no tolero falsedad y solemnidad. 14 Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar. 15 Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: 16 lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, 17 aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. (Is 1, 11-17)

La trayectoria obligada de la conversión, la encontramos en Mt 20,22:

22 Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?»

Es decir, ¿querremos nosotros beber el cáliz de la cruz de cada día? ¿El cáliz de Las Cautelas?

"Bebió el cáliz del Señor y se hizo amigo de Dios" (de la Misa de Santiago Apóstol)

Y santa Teresa de Jesús:

a ser mártir del mundo, porque si ella (el alma) no se quiere morir a él, el mismo mundo los matará  (Vida. Cap. 31, 17 )

Especificación del camino de auténtica conversión.

Queda perfectamente reflejado en la carta de Bernabé del Breviario, a la que podemos titular “La senda de la luz”:

He aquí el camino de la luz: el que quiera llegar al lugar designado, que se esfuerce en conseguirlo con sus obras. Éste es el conocimiento que se nos ha dado sobre la forma de caminar por el camino de la luz. Ama a quien te ha creado, teme a quien te formó, glorifica a quien te redimió de la muerte; sé sencillo de corazón y rico de espíritu; no sigas a los que caminan por el camino de la muerte; odia todo lo que desagrada a Dios (1) y toda hipocresía; no abandones los preceptos del Señor. No te enorgullezcas; sé, por el contrario, humilde en todas las cosas; no te glorifiques a ti mismo (2). No concibas malos propósitos contra tu prójimo (3) y no permitas que la insolencia domine tu alma. (4)

(1)   No sólo el pecado mortal. Todo lo que es inautenticidad, insinceridad.

(2)   Humilde con TODOS.

(3)   Hemos venido a amar, sólo a amar.

(4)   No seas pelma, cargante, quejica, criticón, suspicaz.

Ama a tu prójimo más que a tu vida. (5) No mates al hijo en el seno de la madre y tampoco lo mates una vez que ha nacido. No abandones el cuidado de tu hijo o de tu hija, sino que desde su infancia les enseñarás el temor de Dios. No envidies los bienes de tu prójimo; no seas avaricioso (6); no frecuentes a los orgullosos, sino a los humildes y a los justos. (7)

(5)   Y te quedarás corto.

(6)   No seas avaro: ni de dinero ni de tiempo o felicidad o alegría.

(7)   No busques la sombra de los poderosos. No busques ser poderoso. Di: mi amor es mi fuerza. El amor de Dios es mi fuerza. Vete con los humildes y justos.

Todo lo que te suceda, lo aceptarás como un bien (8), sabiendo que nada sucede sin el permiso de Dios. Ni en tus palabras ni en tus intenciones ha de haber doblez, pues la doblez de palabra es un lazo de muerte. (9)

(8)   Creamos en la Providencia. Creamos que sin Dios nada se produce. No seas inconstante: controla tu vida. No la entregues a la distensión.

(9)   La lengua con doblez, es látigo de muerte. Por ejemplo, no simules amor o amistad.

Comunica todos tus bienes con tu prójimo (10) y no digas que algo te es propio: pues, si sois partícipes en los bienes incorruptibles, ¿cuánto más lo debéis ser en los corruptibles? No seas precipitado en el hablar, pues la lengua es una trampa mortal. Por el bien de tu alma, sé casto en el grado que te sea posible (11). No tengas las manos abiertas para recibir y cerradas para dar. Ama como a la niña de tus ojos a todo el que te comunica la palabra del Señor.

(10) Habla de todo con tu prójimo, no digas nada de ti mismo, no estés como pollo en rifa. No tengas lengua de preceptor, no alardees de sabio, de jefe.

(11) Hay que cargarse de paciencia y de humildad. Sufre la vejación de tu impureza, cuídate mucho, sé muy prudente, toma medidas extra.

Piensa, día y noche, en el día del juicio y busca siempre la compañía de los santos (12), tanto si ejerces el ministerio de la palabra, portando la exhortación o meditando de qué manera puedes salvar un alma con tu palabra, como si trabajas con tus manos para redimir tus pecados (13).

(12) Busca cada día cosas de las vidas de los santos.

(13) Es decir, cumple con la Hoja de Servicios, cumple con tu trabajo.

No seas remiso en dar ni murmures cuando das, y un día sabrás quién sabe recompensar dignamente. Guarda lo que recibiste, sin quitar ni añadir nada. El malo ha de serte siempre odioso (14). Juzga con justicia. No seas causa de división, sino procura la paz, reconciliando a los adversarios. Confiesa tus pecados. No te acerques a la oración con una mala conciencia (15). Éste es el camino de la luz. (Carta de Bernabé, Cap. 19, 1-3. 5-7. 8-12)

(14) Odia siempre el mal: llora tus pecados.

(15) Es decir, porque toca.

¿A qué nos hemos de convertir?

Hemos venido aquí para buscar la conversión a la santidad. Y por eso haremos las Cautelas de san Juan de la Cruz. Esta es la introducción:

CAUTELAS

INSTRUCCIÓN Y CAUTELAS
de que debe usar el que desea ser verdadero religioso y llegar a la perfección.

1. El alma que quiere llegar en breve al santo recogimiento, silencio espiritual, desnudez y pobreza de espíritu, donde se goza el pacífico refrigerio del Espíritu Santo, y se alcanza unidad con Dios, y librarse de los impedimentos de toda criatura de este mundo, y defenderse de las astucias y engaños del demonio, y libertarse de si mismo, tiene necesidad de ejercitar los documentos siguientes, advirtiendo que todos los daños que el alma recibe nacen de los enemigos ya dichos, que son: mundo, demonio y carne.

2. El mundo es el enemigo menos dificultoso: el demonio es más oscuro de entender; pero la carne es más tenaz que todos, y duran sus acometimientos mientras dura el hombre viejo.

3. Para vencer a uno de estos enemigos es menester vencerlos a todos tres; y enflaquecido uno, se enflaquecen los otros dos, y vencidos todos tres, no le queda al alma más guerra.  (Cautelas)

2ª Meditación. Primera cautela contra el mundo.

Estas cautelas son las que nos sirven para la convivencia con los hombres y criaturas.

5. La primera es que acerca de todas las personas tengas igualdad de amor e igualdad de olvido, ahora sean deudos ahora no, quitando el corazón de éstos tanto como de aquéllos […] cumples mejor con ellos que poniendo la afición que debes a Dios en ellos.

… y si esto no guardas, no sabrás ser religioso, ni podrás llegar al santo recogimiento ni librarte de las imperfecciones. Y si en esto te quisieres dar alguna licencia, o en uno o en otro te engañará el demonio, o tú a ti mismo, con algún color de bien o de mal. (Cautelas)

San Juan de la Cruz entiende por mundo:

a)     Personas o cosas que pueden llegar a ser impedimento para la perfección, para la santidad.

b)     El amor desordenado a personas.

c)     La codicia excesiva de los bienes temporales (hemos de vivir la santa indiferencia de Ignacio de Loyola).

d)     Solicitud inquieta por lo que no nos incumbe (chafardería).

“Acerca de las personas, tengas igual amor e igual olvido.” Según Dios lo quiera. Las criaturas pueden separarnos del Creador. Y si las creaturas me separan del Creador, hacen en mí una labor odiosa.

San Juan de la Cruz escribe estas cautelas para novicios, pero en realidad son válidas para cristianos que tienden a la santidad.

Las palabras de san Juan de la Cruz son muy duras. Habrá que entenderlas según aquello de san Agustín: “Cuando el hombre vive según el hombre… se hace semejante al diablo”

San Juan de la Cruz era cordial, afectivo y sensible. Se demuestra por su vida y por sus escritos. Pero también el Evangelio nos da palabras muy duras:

26 «Si alguno viene junto a mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. (Lc 14)

Todo amor que sustituye al amor de Dios, adultera el amor. El amor humano no sustituye el amor de Dios. Hemos de amar a las criaturas por Dios y en Dios. Por Cristo y en Cristo.

Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.  (1Jn 4)

El porqué de esta cautela:

Esto por mí lo veo, que, cuanto las cosas más son mías, más tengo al alma y corazón en ellas y mi cuidado… (Carta a doña Juana de Pedraza; san Juan de la Cruz)

Y “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?”

También en Lucas:

16 Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; 17 y pensaba entre sí, diciendo: `¿Qué haré, pues no tengo dónde almacenar mi cosecha?' 18 Y dijo: `Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes, reuniré allí todo mi trigo y mis bienes 19 y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea.' 20 Pero Dios le dijo: `¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?' 21 Así es el que atesora riquezas para sí y no se enriquece en orden a Dios.» (Lc 12)

Hemos de amar no según el hombre, sino según Dios. Amar a los hombres como Dios los ama.

Para amar como Dios ama, se necesita pureza de amor, es decir: sin afección desordenada. Para mantenerla, es necesario

·        Dominio del corazón: el corazón tiene dos características, que obligan a que se le controle: es ciego y obsesivo.

·        Educación de sentimientos: pues para dominar el corazón, es necesaria la educación y la disciplina de los apetitos.

¿Cómo hemos de amar a los hombres?

“Mirándolos a todos desde muy alto, desde Dios mismo, y mirándolos y queriéndolos según Dios ve y los quiere.” (San Juan de la Cruz)

Esta es una exigencia infinita.

Para todo esto, necesitamos un corazón nuevo. Una nueva forma de amar, un ser nuevo, una vida nueva. En definitiva un hombre nuevo.

San Juan de la Cruz descarta el amor a nivel de cuerpo: amor humano. El amor hecho de deseo y de temor.

Tenemos un instinto exacerbado de posesión de la persona amada. Así, a veces, la persona amada se considera como una presa (los celos). Y podríamos hablar de “la tiranía del amor”. El amor tirano niega el amor, y lo puede imposibilitar.

El amor puede ser una técnica para poseernos a nosotros mismos. Amamos a los demás para que ellos nos amen. Nos embelesa que nos miren, el sentirnos amados. Es buscar en el amor la manera de ser alguien: “sin ti no soy nada”. De ser necesitado por los demás.

Así, dice Simón de Bognard: “Mi seguridad es ser enteramente exigido”. Es decir, tener personas que no puedan vivir sin mí.

Así, los demás, son resonadores de uno mismo. Es una forma de endiosamiento. Sartre decía que “amar es divinizarse por procuración”.

Así nace el amor-sentimiento y el amor sensual.

En el amor cristiano, el otro es un don de Dios.

En el amor romántico el otro satisface mis exigencias. Estos son amores interpersonales.

En el amor científico el otro es una atracción química, biológica, sensual, erótica.

Dice Gabriel Marcel, que “nada está perdido para un hombre que vive un gran amor o una verdadera amistad; pero todo está perdido para el que está solo” (Carta a Roger Tresfointaines)

El amor a nivel de cuerpo margina a la soledad.

Fundamentos ideológicos de la espiritualidad de san Juan de la Cruz.

La unión de amor no puede realizarse si no es a base de semejanza entre los términos que han de unirse. Entre iguales. Habrá que imitar a Dios. Habrá que desprenderse de todo lo que no es Dios. Nos vemos obligados a tomar el sendero de las nadas[1].

Es imposible llegar a la unión con Dios sin la purificación primaria de todos los apetitos que nacen de lo que captan nuestros sentidos externos.

Todas las criaturas son migajas caídas de la mesa de Dios. Las migajas no pueden saciar jamás el hambre del hombre. Mientras el alma está abrazada a alguna criatura, no puede abrazar a Dios. Las criaturas son para ir a Dios, no para quedarse en ellas. Porque no contienen esencialmente a Dios, sino que son vestigios y huellas de Dios. Recuerdan a Dios, nos hacen decir que por aquí pasó, o aquí está Dios, pero no son Dios.

Y, yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de hermosura. (Cántico Espiritual)

Atarse a las criaturas priva al alma de Dios y comunica al alma las propiedades de la criatura, nos hace bajar de categoría.

Las criaturas separadas de Dios son: negación, tiniebla y nada. Esto produce los daños de los apetitos desordenados: cansan el alma, la atormentan, la oscurecen, la ensucian, la enflaquecen.

¿Cómo dominar los apetitos?

Para matar los apetitos: total renunciamiento a todo lo que sirve de halago a los sentidos porque es ahí y por ello donde se ceban los apetitos. Inclinarse siempre a lo más dificultoso, trabajoso, al desconsuelo, lo peor de las cosas temporales. Nada, nada, nada.

Para san Juan de la Cruz no se trata de dominar lo que no es según Dios, sino que hay que extirparlo totalmente: matarlo.

 

3ª Meditación. Primera cautela, continuación.

Se trata de esclarecer el verdadero y el falso amor, apetito de las cosas, amistad.

La vida interior tiene necesariamente un prólogo de muerte. Dice el Kempis:

Por esto, pues, se hallan pocos contemplativos, porque son raros los que saben desasirse del todo de las criaturas y de lo perecedero. (Imitación de Cristo, Cap. 31-1; Tomás de Kempis)

San Juan de la Cruz en los Avisos expone la doctrina del desasimiento y la mortificación:

27. No comer en pastos vedados, que son los de esta vida presente, porque bienaventurados son los que han hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos (Mt. 5, 6). Lo que pretende Dios es hacernos dioses por participación, siéndolo él por naturaleza, como el fuego convierte todas las cosas en fuego.

52. Si quieres venir al santo recogimiento, no has de venir admitiendo sino negando.

5.2. Quien supiere morir a todo, tendrá vida en todo.

Por no estar muerto a todo, nos ocurre que ni vivimos ni dejamos vivir. Contagiamos nuestra tribulación, y estamos atribulados.

Dice San Juan de la Cruz que este morir ascético tiene una andadura concreta.

para guardar al espíritu, como he dicho, no hay mejor remedio que padecer y hacer y callar, y cerrar los sentidos[2] con uso e inclinación de soledad y olvido de toda criatura y de todos los acaecimientos, aunque se hunda el mundo. Nunca por bueno ni malo dejar de quietar su corazón con entrañas de amor, para padecer en todas las cosas que se ofrecieren (A las carmelitas descalzas de Beas, novbre. 1587)

Dice Chesterton que “contra el mundo no hay más defensa que una rígida y acerada cordura: la voluntad de no escuchar el canto de la sirena y no dejarse contagiar por la peste.”

Hay que tener temple y no dejarse seducir del mal (canto de la sirena) y no contagiarse de tibieza, vulgaridad y mundanidad.

pues no hay fidelidad ni amor,
ni conocimiento de Dios en esta tierra;
2 sino perjurio y mentira, asesinato y robo,
adulterio y violencia, sangre y más sangre. (Os 4,1-2)

No hay verdad en nuestro amor y en nuestra amistad. Hay ficción y falsedad de cuño hipócrita, otras veces no de cuño hipócrita. Falsos amigos, falsos hermanos. Amistades de viento. Insinceridad, insustancialidad en nuestras relaciones.

Hay pocos como Natanael. Qué fáciles somos a las frases amables y a los saludos efusivos. Con cualquier persona, a los que quizás nos son indiferentes, también. ¡Cuántos intereses personales contagiándolo todo!

Distinción en el Eclesiástico:

Sean muchos los que te saluden, pero confidente, sólo uno entre mil. Si te echas un amigo, hazlo con tiento  y no tengas prisa en confiarte a él. Porque hay amigos de ocasión, que te abandonan el día de la desgracia. Hay amigos que se convierten en enemigos, y te avergüenzan descubriendo tus riñas.10 Hay amigos que comparten tu mesa, y te abandonan el día de la desgracia.

11 Cuando las cosas van bien, son como otro tú, e incluso son amables con tus servidores; 12 pero si eres humillado, se ponen contra ti y se esconden de tu presencia.13 Apártate de tus enemigos, y no te fíes demasiado de tus amigos. (Si 6)

¿Sabemos lo que es un amigo?

Un amigo no duda jamás de ti: no juzga. Juzgar a un ser es matarlo. La mayor injuria que se puede hacer a un hombre es dudar de él. Hablar mal de él.

Un amigo es un ser que no exige nunca nada y está dispuesto a darlo todo. Es como un perro fiel que salta al cuello del que te toca.

Es sincero y te dirá la verdad aunque te duela. Olvida y perdona sin que nadie le vaya a pedir perdón.

Para librarse de este mundo de mentira, hay que estar “sin afección alguna que desordenada sea” como dice san Ignacio, en la meditación de Los Ejercicios de las dos banderas. Y más adelante cómo el diablo tienta con “la codicia de riquezas, vano honor del mundo y crecida soberbia”.

16 Puesto que todo lo que hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas— no viene del Padre, sino del mundo. (1Jn 2)

La codicia de riqueza es toda criatura tenida con carácter de posesión. Diógenes buscaba al hombre. San Agustín dice que busquemos al pobre: “Entré en la Iglesia y vi muchos pobres pero no había ningún pobre.” (Se refiere a pobre de espíritu).

La pobreza de espíritu es cargante vivirla.

Decía san Pío X: “Pobre nací, pobre he vivido y pobre quiero morir.” Así dice su epitafio:”Su tiara estaba formada por tres coronas: pobreza, humildad y bondad.”

Vano honor del mundo: Ser y parecer. Que se me escuche con silencio sagrado en le RG. El espíritu de pobreza es no buscar ser amado, servido, tenido en cuenta. No buscar nada. No desear nada. Busca ser un don nadie.

Crecida soberbia: vivir en sí, y vivir de sí. Decía el santo Cura de Ars: “Humildad con anzuelo: forma de parecer humilde sin serlo. Rebajarse para que me ensalcen. Sienta uno plaza de humilde, pero en el fondo nada. Esconderse para que me busquen. Algunos se humillan fingidamente y su interior está lleno de soberbia y engaño.

Será necesaria la guarda del corazón.

Demás de esto, si no pones tu corazón fijo en Mí, con pura voluntad de sufrir por Mí todo cuanto viniere, no podrás pasar esta recia batalla, ni alcanzar la palma de los bienaventurados. Conviénete, pues, romper varonilmente con todo, y pelear con mucho esfuerzo contra lo que viniere. “Pon tu corazón fijo en mí.” (Imitación de Cristo, Cap. 35 Tomás de Kempis)

El trabajo preliminar será eliminar los escombros:

Limpiarse de ciertas aspiraciones desordenadas, como desear ser conocido, distinguido, amado, desear triunfar, tener éxitos, tener buena salud, suerte en la vida…

Cuando el hombre desea algo desordenadamente luego pierde el sosiego. El soberbio y el avariento, nunca descansa.

En resistir las pasiones está la verdadera paz. Descartar ciertos amores, romper ciertos lazos con personas o cosas.

Máxima: “Nada entre nosotros que no sea según Dios, todo entre nosotros según Dios.”

“Lo que Dios quiera, cuando Dios quiera, como Dios quiera.”

Hay un mundo de deseos locos que nos acechan.

Hay que examinar y modelar nuestros deseos. Deseos de ser conocido, distinguido y estimado, en la profesión, en la comunidad. Deseos de cargos, de honores, de privilegios. Deseos de cambiar superiores, jefes, de equipo, de residencia.

Dice san Francisco de Sales que no hay que cambiar de convento, sino de corazón.

Y Tomás de Kempis: “Según fuere el amor y afición que tienes a las cosas, estarás más o menos ligado a ellas. Si tu amor fuere puro, sencillo y bien ordenado, no serás esclavo de ninguna.”

Y san Pablo a los Corintios:

29 Os digo, pues, hermanos: El tiempo apremia. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen. 30 Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen.31 Los que disfrutan del mundo, como si no lo disfrutasen. Porque la representación de este mundo pasa. (1Co 7)

Poner las cosas en Jesús. Con Jesús. Para Jesús. Guarda tu corazón consciente de que sólo Dios basta.

Pero en frente de nosotros hay un montón de apegos. El apego a sí mismo. El apego a mis propias ideas. A mis puntos de vista. Don Yo es un tirano. Cuenta san Francisco de Sales sobre san Luis Rey de Francia, que nunca contradecía a nadie en nada, a no ser que fuera ocasión de pecado o grave daño el callarse.

El apego a la salud, a la vida. A la buena reputación. A tal persona, a tal superior.

“… es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas en todo lo que cae bajo la libre determinación de nuestra libertad y no está prohibido; en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y así en todo lo demás, solamente deseando y eligiendo lo que más conduce al fin para el que hemos sido creados”. (Principio y fundamento. San Ignacio de Loyola.)

Apego a tal obra de apostolado, a tal grupo, a tal cargo. Apego a los consuelos sensibles en la vida espiritual. Apego a un reloj, a una pluma estilográfica, a un vestido, a una habitación. Apego a las lamentaciones, desahogos y justificaciones: qué manera de no coger la cruz… Dice san Vicente de Paúl que todo apego es idolatría y adulterio.

Causas que producen gran paz.

Capítulo 25-En qué consiste la paz firme del corazón, y el verdadero aprovechamiento.

Jesucristo: 1. Hijo, yo dije: La paz os dejo, mi paz os doy; y no la doy como la del mundo. Todos desean la paz; mas no tienen todos cuidado de las cosas que pertenecen a la verdadera paz. Mi paz está con los humildes y mansos de corazón. Tu paz la hallarás en la mucha paciencia.
Si me oyeres y siguieres mi voz, podrás gozar de mucha paz.

El Alma: 2. ¿Pues qué haré?

Jesucristo: 3. Mira en todas las cosas lo que haces y lo que dices, y dirige toda tu intención al fin de agradarme a Mí solo, y no desear ni buscar nada fuera de Mí.
Ni juzgues temerariamente de los hechos o dichos ajenos, ni te entremetas en lo que no te han encomendado: con esto podrá ser poco o tarde te turbes.
Porque el no sentir alguna tribulación, ni sufrir alguna fatiga en el corazón o en el cuerpo, no es de este siglo, sino propio del eterno descanso.
No juzgues, pues, haber hallado la verdadera paz, porque no sientas alguna pesadumbre; ni que ya es todo bueno, porque no tengas ningún adversario; ni que está la perfección en que todo te suceda según tú quieres.
Ni entonces te reputes por grande o digno especialmente de amor, porque tengas gran devoción y dulzura; porque en estas cosas no se conoce el verdadero amador de la virtud, ni consiste en ellas el provecho y perfección del hombre.

El Alma: 4. ¿Pues en qué consiste, Señor?

Jesucristo: 5. En ofrecerte de todo tu corazón a la divina voluntad, no buscando tu interés en lo poco, ni en lo mucho, ni en lo temporal, ni en lo eterno.
De manera que con rostro igual, des gracias a Dios en las cosas prósperas y adversas, pensándolo todo con un mismo peso.
Si fueres tan fuerte y firme en la esperanza que, quitándote la consolación interior, aún esté dispuesto tu corazón para padecer mayores penas, y no te justificares, diciendo que no debieras padecer tales ni tantas cosas, sino que me tuvieres por justo y alabares por santo en todo lo que Yo ordenare, cree entonces que andas en el recto camino de la paz, y podrás tener esperanza cierta de ver nuevamente mi rostro con júbilo.
Y si llegares al perfecto menosprecio de ti mismo, sábete que entonces gozarás de abundancia de paz, cuanto cabe en este destierro. (Imitación de Cristo, Tomás de Kempis.)

4ª Meditación. Segunda cautela contra el mundo.

En la primera cautela se habla del desprendimiento del amor desordenado. En esta cautela:

es acerca de los bienes temporales; en lo cual es menester, para librarse de veras de los daños de este género y templar la demasía del apetito, aborrecer toda manera de poseer y ningún cuidado le dejes tener acerca de ello: no de comida, no de vestido ni de otra cosa criada, ni del día de mañana, empleando ese cuidado en otra cosa más alta, que es en buscar el reino de Dios, esto es, en no faltar a Dios; que lo demás, como Su Majestad dice, nos será añadido (Mt 6, 33), pues no ha de olvidarse de ti el que tiene cuidado de las bestias. Con esto adquirirás silencio y paz en los sentidos. (Cautelas)

Aclaración de san Juan de la Cruz en la Subida al Monte Carmelo:

porque no tratamos aquí del carecer de las cosas, porque eso no desnuda al alma si tiene apetito de ellas, sino de la desnudez del gusto y apetito de ellas, que es lo que deja al alma libre y vacía de ellas, aunque las tenga. Porque no ocupan al alma las cosas de este mundo ni la dañan, pues no entra en ellas, sino la voluntad y apetito de ellas que moran en ella. (Cap. 3, 4)

Hemos de preocuparnos por el vestido y en una cierta medida por el mañana. Lo importante es no caer en el abuso de las cosas. El uso es lícito y ordenado a Dios. Si Dios nos pide renunciar, habrá que pensarlo.

¿Por qué hay que estar en este desprendimiento?

los bienes inmensos de Dios no caben ni caen sino en corazón vacío y solitario (A la M. Leonor de san Gabriel, OCD, en Córdoba)

Dios quiere ser la atracción de nuestro corazón. Quiere inundarnos de Él. No puede obrar en nosotros si en nosotros hay amor desordenado de criaturas. Antes de que Dios entre en nosotros, tienen que salir muchas cosas de nosotros. El peligro no está en gozarse de las cosas —Dios ha querido hacer una Tierra que sea un paraíso— sino en vivir de ese gozo y para ese gozo. Es decir, hacer de las criaturas el fin de mi vida.

Dice en el Génesis:

7 Vosotros, pues, sed fecundos y multiplicaos; extendeos por la tierra y dominad en ella. (Gn 9)

No dice “sed dominados por la tierra.” Reyes de la creación, no esclavos de la creación. Hay que usar con señorío de las cosas, en tanto en cuanto no se oponen para el fin para el que yo he sido creado.

Esta cautela implica la purificación de la voluntad.

Obstáculos para una voluntad según Dios.

Según san Juan, una muerte especial, la segunda muerte: el pecado mortal.

Y según santa Teresa de Jesús, en Las Moradas:

Y considerad que éste, y muy mayor, tenían algunos santos que cayeron en graves pecados; y no tenemos seguro que nos dará Dios la mano para salir de ellos y hacer la penitencia que ellos (entiéndese del auxilio particular)[3].

3. Por cierto, hijas mías, que estoy con tanto temor escribiendo esto, que no sé cómo lo escribo ni cómo vivo cuando se me acuerda, que es muy muchas veces. Pedidle, hijas mías, que viva Su Majestad en mí siempre; porque si no es así, ¿qué seguridad puede tener una vida tan mal gastada como la mía? Y no os pese de entender que esto es así, como algunas veces lo he visto en vosotras cuando os lo digo, y procede de que quisierais que hubiera sido muy santa, y tenéis razón: también lo quisiera yo; mas ¡qué tengo de hacer si lo perdí por sola mi culpa! Que no me quejaré de Dios que dejó[4] de darme bastantes ayudas para que se cumplieran vuestros deseos; que no puedo decir esto sin lágrimas y gran confusión de ver que escriba yo cosa para las que me pueden enseñar a mí. ¡Recia obediencia ha sido! Plega al Señor que, pues se hace por El, sea para que os aprovechéis de algo porque le pidáis perdone a esta miserable atrevida. Mas bien sabe Su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia, y ya que no puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio, sino llegarme a ella y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen, madre suya, cuyo hábito indignamente traigo y traéis vosotras. Alabadle, hijas mías, que lo sois de esta Señora verdaderamente; y así no tenéis para qué os afrentar de que sea yo ruin, pues tenéis tan buena madre. Imitadla y considerad qué tal debe ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por patrona[5], pues no han bastado mis pecados y ser la que soy para deslustrar en nada esta sagrada Orden.

4. Mas una cosa os aviso: que no por ser tal y tener tal madre estéis seguras, que muy santo era David, y ya veis lo que fue Salomón[6]; ni hagáis caso del encerramiento y penitencia en que vivís, ni os asegure el tratar siempre de Dios y ejercitaros en la oración tan continuo y estar tan retiradas de las cosas del mundo y tenerlas a vuestro parecer aborrecidas. Bueno es todo esto, mas no basta —como he dicho— para que dejemos de temer… (Tercera Morada, Cap. 1º)

Uno no puede dormirse espiritualmente. Pensar que tiene asegurada la salvación.

No podemos estar tranquilos los que estamos en la gran batalla.

El pecado mortal lo tenemos a la puerta de casa.

Otro obstáculo es el hábito del pecado venial voluntario. Esto es peligrosísimo. Cuando tenemos hábito en los pecados veniales, es el momento de temer. Es un grado de la tibieza.

Síntomas de la tibieza.

14 Al ángel de la iglesia de Laodicea escribe: Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios. 15 Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. 17 Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. (Ap 3)

Desgraciado: por la multitud de pecados veniales y tal vez mortales.

Digno de compasión: acosado por todos los pecados capitales, atormentado por los pecados capitales.

Pobre, desnudo: pobre de virtudes, de gracia de Dios, es la anemia de la gracia, que lleva a la muerte.

Ciego: Se ve en el tibio: “cegó sus ojos para que mirando no vean, taponó sus oídos para que oyendo no entiendan, endureció sus corazones…”

El tibio no ve ni quiere ver, no oye ni le interesa oír. Tiene el corazón endurecido.

El tibio no escucha, y tiene razones para todo. La tibieza es gravísima en la vida espiritual. Lo que produce:

·        Voluntad debilitada.

·        Las pasiones despiertan con fuerza.

·        El pecado mortal se hace peligro inminente o se convierte en hábito.

·        Se recibe cada vez menos gracia, porque el tibio se resiste a la gracia.

·        Se descuida la oración, se simula la oración, se abandona la oración.[7]

·        Se cometen muchos pecados veniales. (Conciencia laxa).

Dice san Francisco de Sales que lo peor no es el pecado venial, sino la afición al pecado venial. El efecto es que estas aficiones se oponen directamente a la devoción. Debilitan las fuerzas del espíritu, estorban las consolaciones divinas, abren la puerta de la tentaciones y dejan el alma enferma.

La tibieza es una situación de ingratitud con Dios.

Dice san Buenaventura:

El amor me envuelve por todas partes y sé lo que es el amor.
Entre tantas brasas sigo frío por un milagro diabólico.

Si no somos santos, es porque somos un atajo de sinvergüenzas.

Causas de la tibieza.

·        El desprecio de las cosas pequeñas.

·        El abuso de la gracia.

·        Lecturas, pasatiempos, diversiones y amistades non santas.

·        Vida de Piedad insuficiente.

Remedios contra la tibieza.

Santa Teresa en el Camino de Perfección.

¿Pensáis, hijas mías, que es menester poco para tratar con el mundo y vivir en el mundo y tratar negocios del mundo y hacerse, como he dicho, a la conversación del mundo, y ser en lo interior extraños del mundo y enemigos del mundo y estar como quien está en destierro y, en fin, no ser hombres sino ángeles? (Cap. 3, 3)

Y en las Fundaciones

12. Había tanto que decir aquí, que no acabaríamos de esta batalla interior, y tanto lo que pone el demonio y el mundo y nuestra sensualidad para hacernos torcer la razón.

¿Pues qué remedio? Que así como acá en un pleito muy dudoso se toma un juez y lo ponen en manos las partes, cansados de pleitear, tome nuestra alma uno, que sea el prelado o confesor, con determinación de no traer más pleito ni pensar más en su causa, sino fiar de las palabras del Señor que dice: A quien a vosotros oye, a mí me oye[8], y descuidar de su voluntad. Tiene el Señor en tanto este rendimiento (y con razón, porque es hacerle señor del libre albedrío que nos ha dado), que ejercitándonos en esto, una vez deshaciéndonos, otra vez con mil batallas, pareciéndonos desatino lo que se juzga en nuestra causa, venimos a conformarnos con lo que nos mandan, con este ejercicio penoso; mas con pena o sin ella, en fin, lo hacemos, y el Señor ayuda tanto de su parte, que por la misma causa que sujetamos nuestra voluntad y razón por El, nos hace señores de ella. Entonces, siendo señores de nosotros mismos, nos podemos con perfección emplear en Dios, dándole la voluntad limpia para que la junte con la suya, pidiéndole que venga fuego del cielo de amor suyo que abrase este sacrificio, quitando todo lo que le puede descontentar; pues ya no ha quedado por nosotros, que, aunque con hartos trabajos, le hemos puesto sobre el altar, que, en cuanto ha sido en nosotros, no toca en la tierra.

13. Está claro que no puede uno dar lo que no tiene, sino que es menester tenerlo primero. Pues, créanme que, para adquirir este tesoro, que no hay mejor camino que cavar y trabajar para sacarle de esta mina de la obediencia; que mientras más caváremos, hallaremos más, y mientras más nos sujetáremos a los hombres, no teniendo otra voluntad sino la de nuestros mayores, más estaremos señores de ella para conformarla con la de Dios. (Cap. 5)

No es fácil. El tibio es un enfermo inmune o inmunizado. Vacunado. La tibieza es enfermedad solapada. El que la padece no la ve ni la siente. Y si la ve y la siente, no suele preocuparse de ella, y no quiere verla.

La tibieza no es una caída brusca.

Dice el padre Bourdaloue que “la tibieza es el debilitamiento progresivo de las fuerzas, más peligroso que un pecado mortal aislado…”

Remedios: Cumplir generosamente con la Hoja de Servicios. Devotos del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen María.

“Dios os guarde del pecado por pequeño que sea cometido con plena advertencia. Aparte que no hay ofensa leve a Majestad tan alta.” (Santa Teresa de Jesús)

Las imperfecciones.

Son deformaciones morales involuntarias. Si la voluntad las secunda, son pecados veniales. Las imperfecciones van con nosotros como los tábanos con las vacadas. Los tábanos son incansables.

Predilecciones del tábano: Morro, orejas, ojos, panza y bajapanza. Tenemos debilidad en los ojos, en las orejas, en la boca, en la panza y la bajapanza.

·        Ojos: nos permitimos muchas imperfecciones.

·        Oído: conversaciones que oímos y no debiéramos oír.

·        Boca: palabras que decimos que van contra la justicia o la prudencia o la caridad.

·        Panza: comer y beber, vida placentera. Vientres llenos hormigueros de tentaciones impuras. Consuelo de nuestros apetitos: nos cuidamos demasiado. Poco penitentes.

·        Bajapanza: o hipogastrio. Lo de siempre.

Pequeñas debilidades del corazón:

Buscar la alabanza. Buscar el agradecimiento. Buscar la atención de los demás. Buscar ser singularizados en la comunidad. Nos encanta y despierta en nosotros una gran capacidad de sacrificio.

Obrar por gusto. Obrar por fervor sensible. Obrar por intereses personales. ¡Ay cuando el gusto se hace señor de la casa!

Dejarse guiar por el pesimismo o el mal humor, el cansancio, el aburrimiento, la melancolía. Y que sienten plaza y guíen nuestra vida. “Corta aquí, quema aquí, no me perdones aquí, para que me perdones en la eternidad", dice san Agustín.

Cúmulo de imperfecciones que emanan de las antipatías y simpatías naturales. (No me cae bien fulanito de tal) Si nos dejamos llevar por ellas, meteremos la pata mil veces.

Usase tan poco el de la verdadera religión, que más ha de temer el fraile y la monja que ha de comenzar de veras a seguir del todo su llamamiento a los mismos de su casa, que a todos los demonios; y más cautela y disimulación ha de tener para hablar en la amistad que desea tener con Dios, que en otras amistades y voluntades que el demonio ordena en los monasterios. (Libro de la Vida, Cap. 7,5, santa Teresa de Jesús)

Pequeñas repulsiones, pequeñas envidias, rechazos del prójimo, enojos, silencios con ciertos hermanos, ciertos gestos al hablar de ciertos hermanos. Tristezas. Doña Quisquilla y Doña Angustias.

Disipaciones en la oración, en el trato. Mariposear en el estudio. Papar moscas en la meditación.

Pequeños desalientos, descorazonamientos. Defectos de carácter, de sensibilidad, de temperamento. Tenidos y mantenidos. Como interrumpir en la RG.

Costumbre de hablar mucho, apegados a vestidos, libros, habitación, comida.

Al decir almas imperfectas, no me refiero solamente a las imperfecciones espirituales, pues ni las más santas serán perfectas hasta que lleguen al cielo. Quiero decir faltas de discreción, de educación, la susceptibilidad de ciertos caracteres, cosas todas que no hacen la vida muy agradable. (Manuscritos Autobiográficos, Cap. XI, santa Teresa de Lisieux)

Sin control y dominio del pecado mortal, venial y las imperfecciones, no hay dominio de sí mismo.

“Horror infinito al pecado y a la imperfección que conduce a él, ya que esto ha costado tan caro a Jesús.” (Charles de Foucauld)

Lo que digo y hace al caso para mi propósito es que cualquier apetito, aunque sea de la más mínima imperfección, mancha y ensucia al alma (Subida, san Juan de la Cruz)

Actitud digna ante Dios: “para que fuéramos santos y sin mancha delante de él.” (Ef 1,4)

El apego a la propia voluntad.

La voluntad propia es sumamente importante en la vida espiritual .

En el corazón existe una doble lepra: la voluntad propia y el propio consejo. Ambas con pésimas, y además muy perniciosas porque son internas…

Llamo voluntad propia a la que no es común con Dios y con los hombres, sino únicamente nuestra; cuando lo que queremos no lo hacemos por el honor de Dios ni por la utilidad de nuestros hermanos, sino para nosotros mismos, sin pretender agradar a Dios y aprovechar a los hermanos, sino satisfacer las propias pasiones del alma. Cosa diametralmente opuesta es la caridad, que es Dios.

Lo único que Dios odia y castiga es la voluntad propia. Cese la voluntad propia y no habrá infierno para nadie.  (Res 3,3; san Bernardo)

Este vicio engendra melancolía. Y Salomón dice que “la melancolía es como la polilla del paño y la carcoma de la madera”.

En el capítulo 7 del Libro de las Fundaciones santa Teresa de Jesús habla de los peligros de la melancolía.

Manifestaciones más frecuentes del melancólico.

·        Salirse con lo que quieren.

·        Decir todo lo que les viene en boca.

·        Holgarse en lo que les da gusto

Porque hay otro daño grandísimo, dejado el peligro que queda dicho (9) de la misma: que como la ven ­a su parecer­ buena, como no entienden la fuerza que le hace el mal en lo interior, es tan miserable nuestro natural que cada una le parecerá es melancólica para que la sufran; y aun en hecho de verdad se lo hará entender el demonio así, y vendrá a hacer el demonio un estrago que cuando se venga a entender sea dificultoso de remediar (Fundaciones, Cap. 7).

Ejemplos de la voluntad propia.

En este sentido -continúa-, se cuenta que un hombre había vivido a gusto en la gran ciudad de París sin salir de ella durante ochenta años y en cuanto el rey le ordenó permanecer allí para siempre, salía a diario a disfrutar del campo, cosa que antes nunca había echado de menos. Es cierto que este humor caprichoso se remonta a los comienzos de la humanidad:«Eva, de cien mil frutos deliciosos, escogió el que se le había prohibido, y seguro que, si se le hubiera permitido probarlo, no se lo habría comido» (En las fuentes de la alegría, san Francisco de Sales)

Basta que nos manden algo para no querer hacerlo.

La voluntad propia es hambre de independencia. Cuanto menos virtud tenemos, más exigimos libertad.

La voluntad propia es el deseo de tener jefes que no manden. La voluntad propia es espíritu de sorda oposición y de crítica al superior. Obediencia remolona y refunfuñona.

Hábito de obrar según el propio parecer, gusto y criterio.

Hacer que el superior nos mande aquello que nosotros queremos, solo aquello que nosotros queremos.

5ª Meditación. Tercera cautela contra el mundo.

...que guardes con toda guarda de poner el pensamiento y menos la palabra en lo que pasa en la comunidad; qué sea o haya sido ni de algún religioso en particular, no de su condición, no de su trato, no de sus cosas, aunque más graves sean, ni con color de celo ni de remedio, sino a quien de derecho conviene, decirlo a su tiempo; y jamás te escandalices ni maravilles de cosas que veas ni entiendas, procurando tú guardar tu alma en el olvido de todo aquello.

… aunque vivas entre ángeles, te parecerán muchas cosas no bien,… procurando tú traer tu alma pura y entera en Dios, sin que un pensamiento de eso ni de esotro te lo estorbe.

… en los conventos y comunidades nunca ha de faltar algo en qué tropezar, pues nunca faltan demonios que procuren derribar los santos, y Dios lo permite para ejercitarlos y probarlos.

…porque no lo haciendo así, aunque más buen fin y celo lleves, en uno en otro te cogerá el demonio y harto cogido estás cuando ya das lugar a distraer el alma en algo de ello;…  (Cautelas)

Lenguaje duro, lenguaje de verdad dicha con claridad y sinceridad. Jesucristo también hablaba con esa claridad.

Razón de la cautela.

Porque a veces (el demonio) suele representar pecados ajenos, y conciencias malas, y malas almas, falsamente y con mucha luz, todo por infamar y con gana de que se descubra aquello, porque se hagan pecados, poniendo celo en el alma de que es para que los encomiende a Dios.  Que, aunque es verdad que Dios algunas veces representa a las almas santas necesidad, es de sus prójimos, para que las encomienden a Dios o las remedien, así como leemos que descubrió a Jeremías la flaqueza del profeta Baruc (Jr. 45, 3) para que le diese acerca de ella doctrina, muy muchas veces lo hace el demonio, y esto falsamente, para inducir en infamias, y pecados, y desconsuelos, de que tenemos muy mucha experiencia. Y otras veces pone con grande asiento otras noticias y las hace creer. (Subida, Libro II, Cap. 26 Ap. 17)

Y Tomás de Kempis en la Imitación de Cristo:

Capítulo 14-Cómo se deben evitar los juicios temerarios.

1. Pon los ojos en ti mismo y guárdate de juzgar las obras ajenas. En juzgar a otro se ocupa uno en vano, yerra muchas veces y peca fácilmente; mas juzgando y examinándose a sí mismo, se emplea siempre con fruto.

Muchas veces juzgamos de las cosas según el gusto o disgusto que nos causan, pues fácilmente perdemos el verdadero juicio de ellas por el amor propio.

San Bernardo distingue cuatro maneras de enjuiciar las palabras y obras del prójimo:

El juicio del odio: en la mañana del Viernes Santo, decían los del Sanedrín: “nosotros tenemos una ley y conforme a nuestra ley ha de morir.” La Ley es el pretexto. El odio es el motivo. Así hablamos de aquellos a los que no soportamos. Es el juicio de los leguleyos y los hipócritas.

El juicio del temor: “Si le dejamos obrar de este modo, vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.” (Jn 11, 41). En la resurrección de Lázaro. Mandaron —según san Agustín— a Cristo a la muerte por temor a la desolación de Jerusalén.

Por condenar a Cristo no solo perdieron los que creían, sino mucho más, y además perdieron el reino eternal. Es el juicio de traidores y perjuros. ¡Cuántas cosas se hacen por miedo que no tienen justificación!

El juicio del amor desordenado: David tenía un hijo, Absalón, que era de cuidado. Al que amaba desordenadamente. Y cuando se enteró de que Absalón murió en la guerra, se quejó de la muerte de su hijo, que se había rebelado contra él (cfr. 2S 19). Y Joab le dice:

hoy has demostrado que nada te importan tus jefes ni tus soldados; ahora comprendo que si Absalón viviera y todos nosotros hubiéramos muerto hoy, te habría parecido bien (2 S 19,7)

Juicio frío y calculador de nuestros intereses personales. A David le habían salvado la vida sus jefes y sus soldados protegiéndolo de Absalón.

El juicio de la verdad: en el episodio de la curación del paralítico de Betzatá, aquél que llevaba treinta y ocho años enfermo, cuando hablan en son de calumnia a Jesús, Jesús dice:

30 Yo no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. (Jn 5,30)

Conviene andar con mucho conocimiento de sí mismo para andar en la humildad y no fiscalizar en vidas ajenas.

La Sagrada Escritura abunda en ejemplos.

10 Quien no ha sido probado poco sabe, (Si 34)

22 El pie del necio entra rápido en la casa, el hombre experimentado se presenta con modestia. (Si 21)

¡Líbranos, Señor, de los juicios de los buenecitos!

Las fuertes tentaciones, ¡qué conocimiento dan de sí mismo!

15 No hagas planes malvados contra el hombre honrado  ni causes destrozos en la casa donde vive,  16 pues aunque caiga siete veces,  otras tantas se levantará. Los malvados, en cambio, se hundirán en la desgracia. 17 No te alegres ni hagas fiesta  por los tropiezos y caídas de tu enemigo, 18 porque al Señor no le agradará ver eso y su enojo se apartará de él. (Pr 24)

71 Considero un bien ser humillado,
 para así aprender tus preceptos. (Sal 118)

Cómo nos juzga Dios.

18 Dueño de tu poder, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque haces valer tu poder cuando quieres. (Sb 12)

Con tranquilidad, sin precipitaciones ni ofuscación, sin pasión. Como contraejemplo, ¡cuánta conversación provocan las murmuraciones y las críticas! No se reúnen las vecinas para hablar de las virtudes de las otras vecinas…

La primera palabra de Cristo en la agonía es: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.” Sólo nos duele el mal que nos hacen a nosotros. Los pecados de la lengua proceden de la falta de silencio interior. El que vive unido a Dios, tiene silencio interior. La lengua trabaja con acción maldita cuando uno no tiene vida interior. Tenemos la pésima costumbre de pensar mal del prójimo.

El juicio temerario es una auténtica intoxicación. El juicio temerario ciega. No ve uno más que el mal en aquella persona. El juicio temerario endurece el corazón. Se asemeja a la intoxicación por los efectos del abuso del alcohol:

·        estimula la imaginación (para pensar mal del prójimo);

·        le hace atrevido, osado (en pensamientos y palabras);

·        aumenta la inconsciencia y la irresponsabilidad (se hacen animaladas y se dicen burradas);

·        hace hablar más de la cuenta (el juicio temerario habla sin cuenta).

La murmuración que nace del juicio temerario es un envenenamiento colectivo. Siembra murmuraciones y estallará la tempestad: destrozarás la comunidad.

La murmuración engendra dudas, suspicacias, desconfianzas, distanciamientos, dureza de corazón, esterilidad de la vida interior.

San Juan de la Cruz recuerda aquel pasaje de Santiago en esta cautela:

Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana (St 1,26)

¿Cómo ha de ser nuestro lenguaje?

Según san Buenaventura: “Ha de ser nuestro lenguaje suave, ingenuo, sincero, claro y fiel”

Suave: no hablemos a voces entre nosotros. Con un tono digno.

Ingenuo: sin malicia.

Sincero, claro: decir la verdad con claridad. Sin subterfugios ni coloreamientos.

Fiel: a Dios y a los hombres. No ha de haber doblez ni artificio, ni fingimiento.

“Pues no siempre conviene decir todas las verdades: solo hay obligación de que contestar a quien tiene derecho a saberlo.”

A un superior se le quejó un religioso de otro religioso y le murmuró de él, y el superior le contestó: “le agradezco el celo que muestra por la gloria de Dios, por la santificación de su hermano y por el bien de la comunidad, y por tanto le permito y le doy las gracias de que haga usted unos días de ayuno y fuertes penitencias para subsanar este problema…”

19. Si veo en algunas personas algunas cosas que a la clara parecen pecados, no me puedo determinar que aquéllos hayan ofendido a Dios, y si algo me detengo en ello ­que es poco o nada­, nunca me determinaba, aunque lo veía claro; y parecíame que el cuidado que yo traigo de servir a Dios, traen todos. Y en esto me ha hecho gran merced, que nunca me detengo en cosa mala, que se me acuerde después, y si se me acuerda, siempre veo otra virtud en la tal persona;  (Relaciones)

El mensaje de Dios no puede ser recibido y entendido si uno está en situación de desamor.

Qué distinto en ver a un prójimo con amor y sin amor. El mundo no está capacitado para recibir el gozo lícito de las criaturas, le falta el sexto sentido, el amor, que todo lo cataliza, porque los ojos no lo ven todo, ni los oídos lo oyen todo. A los prójimos hay que verlos como Dios los ve. Es decir, con amor.

Ahí está lo difícil de estos tiempos: la terrible realidad ataca y aniquila totalmente los ideales, los sueños y las esperanzas en cuanto se presentan. (Diario de Ana Frank.)

Examen de conciencia sobre la caridad fraterna.

 

  1. No murmurar ni decir falta ajena de otro, aunque sea ligera y pública. Ni deshacer sus cosas, ni dar muestra alguna de desestima de él. No en presencia ni en ausencia, sino procurar que de mi boca todos sean buenos, honrados y estimados.
  2. Nunca decir a otro: “Fulano dijo esto de ti”, siendo cosas que puede recibir algún disgusto, por pequeño que sea. Porque esto es sembrar discordia y cizaña.
  3. Tratar a todos con amor y caridad, y mostrarlo en las obras procurando acudirles, socorrerles, darles contento en cuanto se pudiere.
  4. No decir palabras picantes, ni de que otro se pueda mortificar. No decir palabras ásperas e impacientes. No porfiar, nos discutir, no contradecir ni reprender a otro a no ser que uno tenga el cargo de reprender.
  5. Evitar mostrar o tener cualquier aversión hacia el prójimo: por algún disgustillo dejar de hablar a otro, dejar de socorrerle.
  6. No ser singular con ninguno en el trato (en el ambiente comunitario), evitando amistades y familiaridades que puedan ofender a los demás.
  7. No juzgar a nadie. Antes procurar siempre excusar sus faltas con uno mismo y con los otros, teniendo mucha estima de todos.

6ª Meditación. Primera cautela contra el demonio.

Hay en nosotros semilla del diablo, de rebeldía. La obediencia es la virtud más difícil entre nosotros. Y cuanta más personalidad y cualidades tiene uno, más cuesta la obediencia. Es un tributo que debemos a Dios. Como un culto debido.

11. Sea la primera cautela que jamás, fuera de lo que de orden estás obligado, te muevas a cosa, por buena que parezca y llena de caridad, ahora para ti, ahora para otro cualquiera de dentro y fuera de casa, sin orden, de obediencia. Ganarás en esto mérito y seguridad: excúsaste de propiedad y huyes el daño y daños que no sabes, [de] que te pedirá Dios [cuenta] en su tiempo, y si esto no guardas en lo poco y en lo mucho, aunque más te parezca que aciertas, no podrás dejar de ser engañado del demonio o en poco o en mucho. Aunque no sea más que no regirte en todo por obediencia, ya yerras culpablemente, pues Dios más quiere obediencia que sacrificios (1Re 15, 22), y las acciones del religioso no son suyas, sino de la obediencia, y si las sacare de ella, se las pedirán como perdidas. (Cautelas)

13 Adorad al Señor vuestro Dios y servidle solo a él (Dt 6,13)

Además es un acto de justicia. Sobre todo a partir de la venida de Cristo y del testimonio de Cristo.

La vida de Cristo tiene una característica que sobresale: obediencia total al Padre.

La última palabra de Cristo: “Ya todo se ha consumado.”

La obediencia es el reconocimiento de la soberanía infinita de Dios.

7 ¡Me sedujiste, Señor,
y me dejé seducir!
¡Más fuerte fuiste que yo, y me venciste!  (Jr 20)

Hasta que no deponemos nuestra soberanía, nuestra independencia, nuestras “coronas”, es decir, criterios, juicios, gustos, no somos obedientes.

La obediencia es sumisión sencilla del alma a Dios.

La obediencia nace de la humildad:

"Aquí estoy
—como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad". (Sal 39)

Cristo fue obediente:

30 Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; 31 pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado. Levantaos. Vámonos de aquí. (Jn 14,30)

y aun siendo Hijo, por los padecimientos aprendió la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen (Hb 5)

Sin obediencia, no hay vida interior.

Eso que pretendes y lo que más deseas no lo hallarás por esa vía tuya ni por la alta contemplación, sino en la mucha humildad y rendimiento de corazón. (Dichos, 40)

Rendirse y quebrarse ante Dios: ante toda obediencia debida. En La Noche hace una definición:

2. Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la sujeción y obediencia, que es penitencia de razón y discreción, y por eso es para Dios más acepto y gustoso sacrificio que todos los demás,… (Noche, Cap. 6,2)

Obediencia al director espiritual.

Existe la verdad de Dios y la voluntad divina. Y existe la verdad del hombre y la voluntad humana. No se puede obedecer contra la primera pero sí contra la segunda, porque la virtud de la obediencia es superior a la segunda, aunque el superior se equivoque hay que obedecer, salvo pecado o grave daño. Es decir, siempre que no vayamos contra la voluntad divina.

El espíritu de obediencia es antítesis del espíritu diabólico. Es lo opuesto al non serviam de Lucifer.

Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. (Lc 22, 42)

Estos son mi madre y mis hermanos. 50 Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre de los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. (Mt 12,49)

—¿Para qué ayunamos, si no lo ves? ¿Para qué nos afligimos, si no te enteras?
--Mirad, cuando ayunabais lo hacíais por interés, y a todos vuestros obreros explotabais. Es que ayunáis para litigio y pleito y para dar de puñetazos a malvados. No ayunéis como hoy, para hacer oír en las alturas vuestra voz. (Is 58)

algunos se matan a penitencias, y otros se debilitan con ayunos, haciendo más de lo que su flaqueza sufre, sin orden y consejo; antes procuran hurtar el cuerpo a quien deben obedecer en lo tal; y aun algunos se atreven a hacerlo aunque les han mandado lo contrario.

2. Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la sujeción y obediencia, que es penitencia de razón y discreción, y por eso es para Dios más acepto y gustoso sacrificio que todos los demás, a la penitencia corporal (Noche, Cap. 6)

10. Yo creo que, como el demonio ve que no hay camino que más presto lleve a la suma perfección que el de la obediencia, pone tantos disgustos y dificultades debajo de color de bien. Y esto se note bien y verán claro que digo verdad. (Fundaciones, Cap. 5)

San Buenaventura dice que “por la obediencia el hombre hace la verdadera y total entrega de sí mismo a Dios.”

Se puede obedecer por muchos motivos y hay distintos tipos de obediencia.

Por rutina: facilidad enorme de acomodación, espíritu de vegetación. Por evitarse disgustos. Mejor es seguir la corriente, que si no te complicas. “Paso de buey, vista de halcón, diente de lobo y hazte el bobo.” Eso se dice de los vegetantes.

Por espíritu de servidumbre. Es la obediencia servil. Motivación: para llegar a superior. Una cosa es la virtud cívica, y otra la religiosa. Para la cívica basta la obediencia externa. Las encíclicas, obligan a obediencia interna y externa.

Camuflajes de la obediencia. Nacen cuando desplegamos nuestras artes. Para que el superior no me mande lo que no quiero.

Dice san Francisco de Sales que

Para ser perfectos basta la caridad, pero para adquirir esta hay tres medios poderosísimos, que son obediencia, castidad y pobreza, con que se consagran al amor y servicio de Dios el corazón por medio de la obediencia, el cuerpo por la castidad, y por la pobreza los haberes: y estos tres brazos de la cruz espiritual estriban todos en el cuarto, que es la humildad, (Introducción a la vida devota, Tercera parte, Cap. 11; san Francisco de Sales)


Y sigue:

Dos especies hay de obediencia, una precisa y otra voluntaria: la precisa te manda obedecer humildemente á los superiores eclesiásticos, es á saber, al Papa, al obispo y al cura, y los que por ellos ejercen sus funciones: á los superiores políticos, esto es, al príncipe y á los magistrados puestos por él en tu pueblo ó provincia: y finalmente á los superiores domésticos, esto es, á tu padre, madre, maestro y maestra: y se llama precisa esta obediencia, porque nadie puede eximirse de la obligación de obedecer á estos superiores, que han recibido de Dios la autoridad de mandar y gobernar cada uno en cuanto al cargo que tiene sobre nosotros. Obedece por tanto como debes sus preceptos, pero para ser perfecta sigue también sus consejos, y aun sus deseos é inclinaciones en cuanto la caridad y prudencia lo permitan. Has de obedecer cuando te mandan cosas agradables, como es el comer ó divertirte, pues aunque entonces no parece gran virtud el hacerlo, el no hacerlo sería gran defecto: has de obedecer en las cosas indiferentes, como ponerte tal ó tal vestido, ir por tal ó tal camino, cantar ó callar, y esta ya será una obediencia muy loable: has de obedecer tambien en las cosas difíciles, ásperas y duras, y esta será obediencia perfecta: has de obedecer finalmente con dulzura sin replicar, con prontitud sin tardanza, con alegría sin enfado, y sobre todo por amor de aquel Señor, que por nuestro amor se hizo obediente hasta la muerte de cruz, y quiso mas perder la vida que la obediencia, como dice S. Bernardo[9].

Para aprender fácilmente á obedecer á tus superiores, condesciende sin repugnancia con la voluntad de tus iguales, cediendo á su dictamen, y no siendo disputadora é impertinente: acomódate con gusto á los deseos de tus inferiores en cuanto lo permita la razon, y no uses con ellos de autoridad imperiosa si son buenos.

Es error creer que si fuésemos religiosos ó religiosas, obedeceríamos fácilmente, cuando con dificultad y repugnancia prestamos la obediencia á los que Dios ha constituido sobre nosotros.

Llámase obediencia voluntaria aquella á que nos sujetamos por elección propia, sin que nadie nos obligue. Pongo por ejemplo, ninguno escoge ordinariamente príncipe, obispo, padre ni madre y muchas veces ni un marido, pero escoge confesor y director: la obediencia pues que les damos, ó ya sea por voto, como se dice de la madre Teresa de Jesus, que á mas del solemne que tenia de obediencia al superior de su orden, hizo voto simple de obedecer al P. Gracián, ó bien sea sin voto, se llama obediencia voluntaria, por serlo en su causa, que es nuestra voluntad y eleccion.

Debemos obedecer á todos los superiores, pero á cada uno en aquello en que nos tiene á su cargo: á los príncipes, por ejemplo, en cuanto á la policía y á las acciones públicas: á los prelados eclesiásticos en lo que toca á la disciplina de la Iglesia; en los asuntos domésticos al padre, al amo, al marido, y al director y confesor en lo perteneciente al gobierno particular del alma.

Haz que tu padre espiritual te señale las obras de piedad que has de practicar, y con eso tendrán duplicada gracia y bondad, una por sí mismas, puesto que son piadosas, y otra por la obediencia que las ordena, y en cuya virtud se ejecutan. Bienaventurados los que obedecen, porque Dios no permitirá jamás que se extravíen. (Introducción a la vida devota, Tercera parte, Cap. 11; san Francisco de Sales)

Obediencia integral. Es la verdadera: el hombre quiebra su inteligencia, sus pareceres, su corazón, sus gustos ante la autoridad.

La obediencia de tamaño reducido o enclenque. Llena de infantilismo y pasividad. La inmadurez conlleva la pasividad en la realización de la obediencia, por ejemplo los titubeos, inconsecuencias, inercia, irregularidad en la obediencia.

Dice el Concilio Vaticano II en Perfectae Caritatis:

Logren de los súbditos, que en el desempeño de sus cargos y en la aceptación de las iniciativas cooperen éstos con obediencia activa y responsable. Por tanto, escuchen los Superiores con agrado a los súbditos, procurando que empeñen su actividad en bien del Instituto y de la Iglesia, quedando, no obstante, siempre a salvo su autoridad para determinar y mandar lo que debe hacerse. (Núm. 14)

Otra deformación es el servilismo. En vez de buscar agradar a Dios, uno busca a gradar a los hombres. En vez de pensar: ‘Dios me está viendo’, piensa: ‘el superior me está viendo’. Es la obediencia fachada. Frecuente en los que aspiran a estar encima del candelabro.

El formalismo: propio de gente escrupulosa. Respeto a la propia conciencia, amante de lo jurídico —leguleyos— y de las leyes.

La inconstancia o golpe de sangre. Obediencia según el humor, el día, la materia, el superior o su talante.

Ventajas del espíritu de obediencia.

Tiene muchas ventajas. El religioso sabe en todo momento cual es la voluntad de Dios, y tiene que todo lo que hace a lo largo del día está sujeto a la obediencia. Está sometido a obediencia continua.

¿A quién hay que obedecer?

·        A la jerarquía de la Iglesia; habrá que saber lo que dice, claro. Atentos a lo que dice el Papa y a las auténticas conclusiones del Concilio.

·        Al papá y a la mamá.

·        A los hermanos mayores, y a los menores, ¿por qué no? Es una manera de vencerse a sí mismo.

·        Al director espiritual.

·        Al consiliario de la comunidad cristiana.

·        A los dirigentes en tanto en cuanto que lo son.

La obediencia es válida y meritoria de por sí, independientemente de las cualidades del superior.

El que obedece tiene el mismo mérito en todo, en lo fácil y en lo difícil. El mérito está en cómo lo hacemos, no en lo que hacemos. Lo importante es la obediencia en sí. La Virgen María no hizo ‘grandes cosas’, casi no se movió de Nazaret.

El que obra por obediencia no fracasa jamás. En definitiva, el responsable es el superior. Le libra de angustias y de inquietudes.

El que obedece, adquiere como un derecho a la gracia de Dios, pues la obediencia es ejercicio de virtudes.

En cierto modo, el que obedece se hace impecable.

Quien no quiere otra cosa sino a Dios, no anda en tinieblas, aunque más oscuro y pobre se vea; y quien no anda en presunciones ni gustos propios, ni de Dios ni de las criaturas, ni hace su voluntad propia en eso ni esotro, no tiene en qué tropezar ni qué tratar. (A doña Juana de Pedraza, en Granada; San Juan de la Cruz )

Y santa Teresa de Jesús, en el Camino:

Mas mirad, hermanas, que no nos tiene olvidadas el demonio; también inventa sus honras en los monasterios (Camino, Cap. 36,4)

Dios nos libre, por su Pasión, de decir ni pensar para detenerse en ello «si soy más antigua», «si he más años», «si he trabajado más», «si tratan a la otra mejor». Estos pensamientos, si vinieren, es menester atajarlos con presteza; que si se detienen en ellos, o lo ponen en plática, es pestilencia. (Camino, Cap. 12,4)

Amén. La síntesis de la obediencia.

El amén cristiano no es como han dicho algunos que es el único derecho de los aborregados.

Cristo es el amén. El sí total.

19 Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, a quien os predicamos Silvano, Timoteo y yo, no fue y no; en él no hubo más que . 20 Pues todas las promesas hechas por Dios han tenido su en él; y por eso decimos por él «Amén» a la gloria de Dios. (2Co 1)

San Anselmo dice que tiene tres significados:

Sustantivamente, significa el nombre de Dios.

Adverbialmente, la verdad de Dios que no se casa con oscuridad alguna: ‘En verdad, en verdad os digo.’

Verbalmente, que así sea, como tú lo has dicho. Rendirse de verdad a la verdad.

Proviene del arameo emet = la verdad. Es la adhesión del hombre a la verdad. Sí creo, sí quiero. Es grito de triunfo, de gloria.

11 Y todos los ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios 12 diciendo: «Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.» (Ap 7)

¿Cuál es nuestro nombre? O nos llamamos legión, o nos llamamos amén. Si mi nombre es legión, es que tengo pluralidad en el ser, en el querer y en el sentir. Ahora sí, ahora no, esto sí, esto no…

Si mi nombre es amén: Unidad y unicidad en nuestro ser, pensar y querer.

Mi vida debiera ser un amén continuado.

·        Ante los fracasos previstos e imprevistos.

·        A las largas calamidades, enfermedades: lo que Dios quiera, cuando Dios quiera, como Dios quiera.

·        Ante los desengaños pequeños o grandes, disgustos grandes o pequeños.

·        A los insomnios.

·        A la fatiga.

·        Ante la salud quebradiza: cuando no me duele la cabeza, me duele el pie.

·        Ante los años que pasan como el viento, aceptar esta derrota.

·        Ante la muerte propia que está en cualquier esquina.

·        A tantos sueños sin respuesta.

Amén es renunciar a toda resistencia. Es decir: hágase tu voluntad así en la cielo como en la Tierra, y hágase en mí según tu Palabra.

7ª Meditación. Segunda cautela contra el demonio.

…jamás mires al prelado con menos ojos que a Dios, sea el prelado que fuere, pues le tienes en su lugar; y advierte que el demonio mete mucho aquí la mano. Mirando así al prelado es grande la ganancia y aprovechamiento, y sin esto grande la pérdida y el daño. Y así con grande vigilancia vela en que no mires en su condición, ni en su modo, ni en su traza, ni en otras maneras de proceder suyas; porque te harás tanto daño que vendrás a trocar la obediencia de divina en humana, …

Si esto no haces con fuerza, de manera que vengas a que no se te dé más que sea prelado uno que otro, por lo que a tu particular sentimiento toca, en ninguna manera podrás ser espiritual ni guardar bien tus votos. (Cautelas)

Esclavos, obedeced a quienes aquí en la tierra son vuestros amos. Hacedlo con respeto, temor y sinceridad, como si estuvierais sirviendo a Cristo. (Ef 6)

Es muy expediente para aprovecharse y mucho necesario que se den todos a la entera obidiencia, reconociendo al Superior, qualquiera que sea, en lugar de Cristo nuestro Señor. (Constituciones de la Compañía de Jesús, 3:284 23)

Esto no son consejos, sino aspectos esenciales de la vida interior. El demonio enemigo de la humildad mete mucho aquí la mano y no cesa en su operación “antiobediencia” que es su característica: non serviam.

La acción diabólica tiene astucia, por eso Cristo dice que se transfigura en ángel de luz.

Dice san Juan Crisóstomo que “el diablo sustituye siempre la verdad con la falacia”. Por la mentira vestida de verdad.

Y san Agustín, “Nadie más astuto que el diablo para fingir. El león se enfurece de una manera manifiesta, el dragón trama las asechanzas veladamente”.

Fue astutísimo con Cristo. Así en las tentaciones a Jesús, Jesús ha venido a hacer la voluntad del Padre. Ni su gusto ni su parecer ni su criterio. Las tres tentaciones son ataques directos a la misión de Cristo.

Así, en la primera, “di a estas piedras que se transformen en pan”. Está en el monte para hacer penitencia, y el diablo le habla de pan. Además de la concepción materialista, quiere desplazar a Dios por las criaturas: el pan. Es la idolatría del bien vivir. Está haciendo la voluntad de Dios y le viene con el bocadillo…

“No solo de pan vive el hombre.” Vive del amor, de obediencia, de mística. Y cuando intenta vivir sólo de pan, se asfixia. Asfixiados por la técnica, la propaganda, los paraísos terrenales, dinero, El hombre vive de ideas fuerza y de amor. No lo reduzcamos a un gusano. Solo el que vive del espíritu es capaz de llevar el pan de cada día a su casa el pan conveniente, el pan necesario.

Y en la segunda tentación, “lánzate de lo alto y los ángeles te recogerán para que se cumplan las escrituras”. Dicen los exégetas que fue trasladado a la torre de David del Templo imaginativamente. Recuerda el pasaje del Antiguo Testamento. Esto no es llamar a Dios, invocar a Dios, no es un ruego, es una exigencia. Sería como decir “Dios, ¡atento, que me tiro!” No es obediencia sino orden de mando. Es la tentación de la temeridad y la holgazanería, de la pereza. De la falsa piedad o pietismo.

No obró así Jesús: exige que participemos en la acción de Dios: por ejemplo en el caso del paralítico de Betzatá, o el caso del ciego al que aplica barro y luego le manda ir a lavarse a la piscina de Siloé (Jn 9). O a aquellos leprosos que para ser curados andan buscando a Jesús (que ya era un riesgo) y tuvieron que trabajar lo suyo y pedir y suplicar. O en la pesca milagrosa, cuando les pide a los apóstoles volver a tirar las redes. Pietismo no, acción comprometida y oración responsable.

“No tentarás al Señor tu Dios.” Pon de tu parte lo que tienes que hacer y no hagas el Superman.

La tercera tentación: “A ti te daré todo el poder de estos reinos y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada y a quien quiero la doy. Si tú, postrado, me adoras, todos serán tuyos.”

Aquí busca descaradamente el culto al diablo. La idolatría progresiva: primero el culto a la materia, luego el culto a sí mismo, luego el culto al Mendax. Está en el plano del satanismo absoluto. Desbancar la verdad y entronizar la mentira. Y esto se da muchísimo actualmente. Muchas leyes, pactos, constituciones. Urnas democráticas después de pudrir al pueblo. Pueblo soberano y voluntad mayoritaria: someter la verdad al número. Así mete la mano el demonio. ‘Sólo a Dios adorarás’. Debemos obedecer a Dios directa e indirectamente.

Hay una rebeldía muy peligrosa, que es la antipatía interior (escondida) y consentida contra el superior. Esto, entretenido y consentido es pésimo para la obediencia. Es una oposición solapada al superior.

Dice santo Tomás de Aquino que “peca quien desprecia la autoridad y quien hiciese difícil o imposible la harmonía entre los hermanos de la comunidad.” Y el bombardeo de la autoridad constituida es una forma de hacer imposible la harmonía.

Según santo Tomás de Aquino, se puede faltar a la obediencia por:

·        Inadvertencia (imperfección).

·        Ligereza (conciencia poco delicada o laxa).

·        Ignorancia vencible (responsabilidad).

·        Ignorancia invencible.

·        Turbación de ira: cegado uno va atropellando a la gente con actos espontáneos de arrebato y de ira.

·        Afecto desordenado: celos, envidia.

Y dice que en estos casos, no habiendo escándalo, son menos graves.

Pero se puede pecar por simple voluntad de no sujetarse a nadie: por soberbia y orgullo.

El pecado es mayor cuanto mayor es el desprecio a la autoridad. ¡Cuánto desprecio hay en “yo hago mi realísima gana”!

Dice santa Teresa de Jesús que no hay mérito en obedecer porque nos parezca razonable lo que nos mandan. Y es que en los conventos la obediencia democrática es un escapismo para no obedecer.

Obedecer es morir a sí mismo. Dice santo Tomás de Aquino que “el hombre no puede ofrecer a Dios cosa más grande que sujetar por amor su voluntad a la voluntad de otro.”

Resistir a la obediencia es resistir a morir.

La razón de la desobediencia, es el orgullo. Los transgresores de la obediencia siempre tienen mil motivos para justificar la desobediencia, porque el orgullo ciega la razón.

Llegan incluso a convencerse de que son defensores de la justicia y la verdad y acaban siendo “mártires de la causa”.

Aquí el diablo anda loco disfrazándose de ángel de luz.

Notas de la obediencia.

Y precisamente porque estamos tan obligados a la obediencia, los superiores tienen que pensarse muy bien lo que mandan.

Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. (Mt 23, 4)

Decía san Juan de la Cruz en la Cautela:

Si esto no haces con fuerza, …, en ninguna manera podrás ser espiritual

La falta del espíritu de obediencia hace que la vida interior se convierta en hipocresía:

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. (Mt 6)

La falta de obediencia ha sido la catástrofe del Posconcilio.

El Sagrario es un testimonio permanente y absoluto de obediencia. Él es traído y llevado y sigue callado. Ofendido por los que lo traen y lo llevan, por los que están ante Él… y callado. Olvidado y marginado… y callado. Maltratado y sometido a la oscuridad del abandono… y callado.

Examen de conciencia sobre la obediencia

  1. Ser puntual en la obediencia externa sin esperar mandato expreso. (Obedecer las insinuaciones).
  2. Obedecer de voluntad y de corazón teniendo un mismo querer y voluntad con el superior,
  3. Obedecer también con el entendimiento y juicio teniendo un mismo parecer y sentir con el superior.
  4. Obedecer al superior como a Cristo.
  5. Obedecer sin inquirir ni examinar ni buscar razones: por qué, para qué, sino que te baste por razón de obediencia.
  6. Obedecer queriendo hacer con esto la voluntad de Dios y que sea todo mi gusto y contento.

8ª Meditación. Tercera cautela contra el demonio.

La humildad.

La tercera cautela, derechamente contra el demonio, es que de corazón procures siempre humillarte en la palabra y en la obra, holgándote del bien de los otros como del de ti mismo y queriendo que los antepongan a ti en todas las cosas, y esto con verdadero corazón. Y de esta manera vencerás en el bien el mal (Rm 12, 21), y echarás lejos el demonio y traerás alegría de corazón Y esto procura ejercitar más en los que menos te caen en gracia. Y sábete que si así no lo ejercitas, no llegarás a la verdadera caridad ni aprovecharás en ella.

Y seas siempre más amigo de ser enseñado de todos que querer enseñar aun al que es menos que todos. (Cautelas)

Dice Bossuet que “cuando Dios quiere que una obra sea producto exclusivo de su mano, empieza por reducir todo a la impotencia o a la nada, y obra después.”

Y san Jerónimo que “muchos siguen la sombra y la apariencia de la humildad. Fácil cosa es traer la cabeza inclinada, los ojos bajos, hablar con voz humilde, suspirar muchas veces y a cada palabra llamarse miserable pecador, pero si a esos los tocáis con una palabra, por ligera que sea, luego veréis que pronto aparece la verdad, pues la verdadera humildad se nota en la paciencia y se echa de ver.

De nuestro padre S Francisco de Borja se cuenta en su vida lib 4 c 5 que yendo una vez de camino con el padre Bustamante que era su compañero llegaron á una posada donde no hubo para dormir sino un aposentillo estrecho con sendos jergones de paja acostaronse los padres y el padre Bustamante por su vejez y ser fatigado de asma no hizo en toda la noche sino toser y escupir pensando que escupia hácia la pared acertó acaso á escupir en el padre san Francisco y muchas veces en el rostro. El santo Padre no habló palabra ni se mudó ni desvió por ello. A la mañana cuando el padre Bustamante vió de dia lo que habia hecho de noche quedó en gran manera corrido y confuso y el padre S. Francisco no menos alegre y contento y para consolarle le decía: No tenga pena de esto padre que yo le certifico que no habia en el aposento lugar mas digno de ser escupido que yo. (Ejercicio de perfección, Tratado tercero, Cap. XXIV; Alonso Rodríguez.)

Y santa Teresa de Jesús:

Mirad mucho, hijas, en este punto que os diré, porque algunas veces podrá ser humildad y virtud teneros por tan ruin, y otras grandísima tentación. Porque yo he pasado por ella, la conozco. La humildad no inquieta ni desasosiega ni alborota el alma, por grande que sea; sino viene con paz y regalo y sosiego. Aunque uno, de verse ruin, entienda claramente merece estar en el infierno, y se aflige y le parece con justicia todos le habían de aborrecer , y que no osa casi pedir misericordia, si es buena humildad, esta pena viene con una suavidad en sí y contento, que no querríamos vernos sin ella. No alborota ni aprieta el alma, antes la dilata y hace hábil para servir más a Dios. (Camino, Cap. 39, 2)

No es buen signo sentirse mártir cuando a uno le humillan.

San Benito habla de doce grados de humildad, san Anselmo de siete y san Buenaventura de ocho.

En síntesis podríamos decir:

Primer grado: Se tenga uno a sí mismo en poco, y sienta bajamente de sí mismo.

Medio: verdadero conocimiento de sí mismo.

Segundo grado: Desear ser tenido uno de los otros en poco y desear que no os conozcan y que no haga nadie caso de vos. No desear ser honrado y estimado de los hombres, antes huir de todo lo que hace honra y estimación. Sufrir con paciencia ser despreciado de otros, si no puedes con alegría.

Lo que agrada a otros, progresará; lo que a ti te contenta, no se hará.  Lo que dicen otros, será oído; lo que dices tú, será reputado por nada.  Pedirán otros, y recibirán; tú pedirás, y no alcanzarás.  5. Otros serán grandes en boca de los hombres; de ti no se hará cuenta.  A otros se encargará este o aquel negocio; tú serás tenido por inútil. Por esto se contristará alguna vez la naturaleza; y no harás poco si lo sufrieres callando. (Imitación, Libro 3º, Cap. 49, 4)

No holgar ni tomar contentamiento cuando somos alabados o estimados de los hombres. (¡Muy difícil!).

Desear ser despreciado y tenido en poco de los hombres y que se huelgue con las deshonras, injurias y menosprecios.

Tercer grado. Teniendo unas grandes virtudes y dones de Dios, no se ensoberbece en nada, ni se atribuye a sí cosa alguna sino todo de Dios.

Y san Juan de la Cruz para mortificar la concupiscencia propone:

Lo primero, procurar obrar en su desprecio y desear que todos lo hagan (y esto es contra la concupiscencia de la carne). Lo segundo, procurar hablar en su desprecio y desear que todos lo hagan (y esto es contra la concupiscencia de los ojos). Lo tercero, procurar pensar bajamente de sí en su desprecio y desear que todos lo hagan (también contra sí, y esto es contra la soberbia de la vida). (Subida, Libro Primero, Cap. 13, 9)

Santa Teresa de Jesús dice que

7. Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante —a mi parecer sin considerarlo, sino de presto— esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira. (Castillo, Moradas sextas, Cap. 10)

Humildad no es andar poniendo en desacuerdo nuestros pensamientos y palabras con la realidad.

La humildad nace del amor y de la luz. Del conocimiento de Dios y del conocimiento de sí mismo. Dice así san Juan de la Cruz en La Noche Oscura:

Comienza a explicar los diez grados de la escala mística de amor divino según San Bernardo y Santo Tomás de Aquino. Pónense los cinco primeros.

1. Decimos, pues, que los grados de esta escala de amor, por donde el alma de uno en otro va subiendo a Dios, son diez. El primer grado de amor hace enfermar al alma provechosamente. En este grado de amor habla la Esposa (Ct. 5, 8) cuando dice: Conjúroos, hijas de Jerusalén, que, si encontráredes a mi Amado, le digáis que estoy enferma de amores. Pero esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, porque en esta enfermedad desfallece el alma al pecado y a todas las cosas que no son Dios, por el mismo Dios, como David (Sal. 142, 7) testifica diciendo: Desfalleció mi alma, esto es, acerca de todas las cosas a tu salud. Porque así como el enfermo pierde el apetito y gusto de todos los manjares y muda de color primero, así también en este grado de amor pierde el alma el gusto y apetito de todas las cosas, y muda como amante el color y accidente de la vida pasada. Esta enfermedad no cae en ella el alma si de arriba no le envían el exceso de calor, según se da a entender por este verso de David (Sal. 67, 10), que dice: Pluviam voluntariam segregabis, Deus, haereditati tuae, et infirmata est[10], etc. Esta enfermedad y desfallecimiento a todas las cosas, que es el principio y primer grado para ir a Dios, bien lo habemos dado a entender arriba, cuando dijimos la aniquilación en que se ve el alma cuando comienza a entrar en esta escala de purgación contemplativa, cuando en ninguna cosa puede hallar gusto, arrimo, ni consuelo, ni asiento. Por lo cual, de este grado luego va comenzando a subir al segundo grado, y es:

2. El segundo grado hace al alma buscar sin cesar. De donde, cuando la Esposa dice que, buscándole de noche en su lecho, cuando según el primer grado de amor estaba desfallecida, y no le halló, dijo (Ct. 3, 2): Levantarme he, y buscaré al que ama mi alma. Lo cual, como decimos, el alma hace sin cesar, como lo aconseja David (Sal. 104, 4), diciendo: Buscando siempre la cara de Dios, y, buscándole en todas las cosas, en ninguna repare hasta hallarle, como la Esposa, que, en preguntando por él a las guardas, luego pasó y las dejó (Ct. 3, 3-4). María Magdalena ni aun en los ángeles del sepulcro reparó (Jn 20, 14). Aquí, en este grado, tan solícita anda el alma, que en todas las cosas busca al Amado; en todo cuanto piensa, luego piensa en el Amado; en cuanto habla, en cuantos negocios se ofrecen, luego es hablar y tratar del Amado; cuando come, cuando duerme, cuando vela, cuando hace cualquier cosa, todo su cuidado es en el Amado, según arriba queda dicho en las ansias de amor. Aquí, como va ya el alma convaleciendo y cobrando fuerzas en el amor de este segundo grado, luego comienza a subir al tercero por medio de algún grado de nueva purgación en la noche, como después diremos, el cual hace en el alma los efectos siguientes.

3. El tercer grado de la escala amorosa es el que hace al alma obrar y la pone calor para no faltar. De esto dice el Real Profeta (Sal. 111, 1) que: Bienaventurado el varón que teme al Señor, porque sus mandamientos codicia obrar mucho. Donde, si el temor, por ser hijo del amor, le hace esta obra de codicia, ¿qué hará el mismo amor? En este grado las obras grandes por el Amado tiene por pequeñas, las muchas por pocas, el largo tiempo en que le sirve por corto, por el incendio de amor que ya va ardiendo. Como a Jacob, que, con haberle hecho servir siete años sobre otros siete, le parecían pocos por la grandeza del amor (Gn. 29, 20). Pues si el amor con Jacob, con ser de criatura, tanto podía, ¿qué podrá el del Criador cuando en este tercer grado se apodera del alma? Tiene el alma aquí, por el grande amor que tiene a Dios, grandes lástimas y penas de lo poco que hace por Dios; y, si le fuese lícito deshacerse mil veces por él, estaría consolada. Por eso se tiene por inútil en todo cuanto hace, y le parece vive de balde. Hácele aquí otro efecto admirable, y es que se tiene por más mala averiguadamente para consigo que todas las otras almas: lo uno, porque le va el amor enseñando lo que merece Dios; y lo otro, porque, como las obras que aquí hace por Dios son muchas, y todas las conoce por faltas e imperfectas, de todas saca confusión y pena, conociendo tan baja manera de obrar por un tan alto Señor. En este tercer grado, muy lejos va el alma de tener vanagloria o presunción y de condenar a los otros. Estos solícitos efectos causa en el alma, con otros muchos a este talle, este tercer grado; y por eso en él cobra ánimo y fuerzas para subir hasta el cuarto, que es el que sigue.

4. El cuarto grado de esta escala de amor es en el cual se causa en el alma, por razón del Amado, un ordinario sufrir sin fatigarse. Porque, como dice san Agustín, todas las cosas grandes, graves y pesadas, casi ningunas las hace el amor. En este grado hablaba la Esposa (Ct. 8, 6), cuando, deseando ya verse en el último dijo al Esposo: Ponme como señal en tu corazón, como señal en tu brazo; porque la dilección, esto es, el acto y obra de amor, es fuerte como la muerte, y dura emulación y porfía como el infierno. El espíritu aquí tiene tanta fuerza, que tiene tan sujeta a la carne y la tiene tan en poco como el árbol a una de sus hojas. En ninguna manera aquí el alma busca su consuelo ni gusto, ni en Dios ni en otra cosa, ni anda deseando ni pretendiendo pedir mercedes a Dios, porque ve claro que hartas las tiene hechas, y queda todo su cuidado en cómo podrá dar algún gusto a Dios y servirle algo por lo que él merece y de él tiene recibido, aunque fuese muy a su costa. Dice en su corazón y espíritu: ¡Ay, Dios y Señor mío, cuán muchos hay que andan a buscar en ti consuelo y gusto y a que les concedas mercedes y dones, mas los que a ti pretenden dar gusto y darte algo a su costa, pospuesto su particular, son muy pocos. Porque no está la falta, Dios mío, en no nos querer tú hacer mercedes de nuevo, sino en no emplear nosotros las recibidas sólo en tu servicio, para obligarte a que nos las hagas de continuo! Harto levantado es este grado de amor, porque, como aquí el alma con tan verdadero amor se anda siempre tras Dios con espíritu de padecer por él, dale Su Majestad muchas veces y muy de ordinario el gozar, visitándola en espíritu sabrosa y deleitablemente, porque el inmenso amor del Verbo Cristo no puede sufrir penas de su amante sin acudirle. Lo cual por Jeremías (2, 2) lo afirma él, diciendo: Acordándome he de ti, apiadándome de tu adolescencia y ternura cuando me seguiste en el desierto. Hablando espiritualmente es el desarrimo que aquí interiormente trae el alma de toda criatura, no parando ni quietándose en nada. Este cuarto grado inflama de manera al alma y la enciende tal deseo de Dios, que la hace subir al quinto, el cual es el que se sigue.

5. El quinto grado de la escala de amor hace al alma apetecer y codiciar a Dios impacientemente. En este grado el amante tanta es la vehemencia que tiene por comprehender al Amado y unirse con él, que toda dilación, por mínima que sea, se le hace muy larga, molesta y pesada, y siempre piensa que halla al Amado; y cuando se ve frustrado su deseo, lo cual es casi a cada paso, desfallece en su codicia, según hablando en este grado lo dice el Salmista (Sal. 83, 2), diciendo: Codicia y desfallece mi alma a las moradas del Señor. En este grado el amante no puede dejar de ver lo que ama o morir; en el cual Raquel, por la gran codicia que tenía a los hijos, dijo a Jacob su esposo: Dame hijos; si no, yo moriré (Gn. 30, 1). Padecen aquí hambre como canes y cercan y rodean la ciudad de Dios (Sal. 58, 7). En este hambriento grado se ceba el alma en amor, porque según la hambre es la hartura. De manera que de aquí puede subir al sexto grado, que hace los efectos que se siguen. (Noche, Cap. 19)

Vese claro indignísima, porque en pieza adonde entra mucho sol no hay telaraña escondida: ve su miseria. Va tan fuera la vanagloria, que no le parece la podría tener, porque ya es por vista de ojos lo poco o ninguna cosa que puede, que allí no hubo casi consentimiento, sino que parece, aunque no quiso, le cerraron la puerta a todos los sentidos para que más pudiese gozar del Señor. (Vida, Cap. 19, 2)

Actitud para la humildad:

21 Así que, no se gloríe nadie en los hombres. (1Co 3)

10 De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os mandaron, decid: No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer. (Lc 17)

Sin encopetarse.

Pues ¿quién es el que te prefiere? ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido? (1Co 4)

“sum quod sum gratia Dei." 10 Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; (1Co 15, 10)

Para una vida comunitaria, hay tres exigencias, según santa Teresa de Jesús:

No penséis, amigas y hermanas mías, que serán muchas las cosas que os encargaré, porque plega al Señor hagamos las que nuestros santos Padres ordenaron y guardaron, que por este camino merecieron este nombre. Yerro sería buscar otro ni deprenderle de nadie. Solas tres me extenderé en declarar, que son de la misma Constitución, porque importa mucho entendamos lo muy mucho que nos va en guardarlas para tener la paz que tanto nos encomendó el Señor, interior y exteriormente: la una es amor unas con otras; otra, desasimiento de todo lo criado; la otra, verdadera humildad, que aunque la digo a la postre, es la principal y las abraza todas. (Camino Cap. 4, 4)

San Juan de la Cruz dice que esta cautela va derechamente contra el diablo porque la humildad es la verdad y la caridad y el diablo es soberbia, mentira y odio.

Veamos cómo rechaza Dios al soberbio. Así, en el Segundo libro de los Macabeos vemos como el rey Antíoco, lleno de orgullo y soberbia, acabó tremendamente humillado (Cfr. 2M 9). O el trato al soberbio rey Senaquerib :

Y como conozco tu furia y tu arrogancia,  voy a ponerte una argolla en la nariz,  un freno en la boca, y te haré volver por el camino  por donde viniste.” (2R 19, 28)

La raíz del orgullo está dentro del hombre, en el pensamiento del hombre, en el diálogo íntimo consigo mismo. Mi gloria está en mi interior, pero mi basura también. Somos enfermos peligrosos, contagiosos.

12 Principio de la soberbia es alejarse del Señor, apartar el corazón del Creador. (Si 10)

Ya está uno viviendo: ‘Yo, el centro del universo.”

Aunque te remontes como el águila, y anides entre las estrellas, de allí te abatiré yo —oráculo de Yahvé—. (Abd 1)

Decía Papini: “El mundo es esto: yo y el resto.”

El mimetismo del orgullo es múltiple y variado, incluso se puede presentar con caracteres de virtud. Puede existir en un monje cartujo, puede haber un orgullo enorme, por ejemplo en considerarse más que los demás, y creer tener más derecho al cielo.

A la soberbia la engorda la envidia, que es disgusto y tristeza a causa de la felicidad y alegría del prójimo. La envidia es contrapuesta a la amistad. Le hace a uno aborrecer a los demás y le hace a uno aborrecible a los demás.

la envidia corroe los huesos. (Pr 14, 30)

Y por eso destruye tejidos vitales: la caridad, la humildad, la benevolencia, la servicialidad, la cordialidad.  Además la envidia es un tormento para el que la tiene.

Como es engañado por el vino el bebedor, así lo será el varón por la soberbia. El vino tomado con medida, tiene muchas cualidades, tonifica, aviva la imaginación, es un excitante de las fuerzas vitales, etcétera.

Tomado con exceso produce embrutecimiento, enfermedad y muerte.

Lo mismo ocurre con el orgullo, embrutece, enferma y mata.

El vanidoso es como un hombre bebido. El vanidoso —como el borracho— simula amistad.

El vanidoso es ‘muy generoso’ pero no te dará nada. Es muy alegre, pero su alegría es artificial.

El vanidoso parece inofensivo… como el león durmiente.

El vanidoso es falsedad, apariencia.

El vanidoso parece que no tiene mala voluntad, Habla mucho de sí, todo se le va en palabras. Es como niño mimado.

El amor propio, la envidia y la vanidad alimentan el orgullo, alimentan la soberbia.

9 ¿Quién puede decir: «Soy puro, estoy limpio de pecado»? (Pr 20, 9)

Solución: matar al hombre viejo, Negarse a sí mismo.

El soberbio, en lo tocante a lo propio, no discurre sino que siente. Por más inteligente que sea.

La soberbia ciega la razón y el sentido común. Muchas veces decimos del soberbio: “déjalo, es así”.

Es un vicio más o menos oculto en quien lo tiene. Lo ven más los demás que uno mismo. Por eso el soberbio no trata estos temas en dirección espiritual. Por eso el soberbio puede ser incorregible.

La soberbia tiene estas consecuencias:

  1. Disgusto y desvío con quien no les alaba su espíritu y no les estima aquellas cosas que tienen.
  2. Y la pena que les da cuando piensan o les dicen que otros tienen esas cosas e incluso mejores (Envidia).
  3. Todo lo cual nace de la secreta estimación o soberbia y ellos no acaban de entender que por ventura están metidos en ella hasta los ojos.

Lo segundo, han menester advertir que todas las visiones y revelaciones y sentimientos del cielo y cuanto más ellos quisieren pensar, no valen tanto como el menor acto de humildad… (Subida, Libro terceo, Cap. 9,4)

Examen de conciencia sobre la humildad

1)     No decir palabras que puedan redundar en mi alabanza y estima.

2)     No holgarse cuando otro me alaba y dice bien de mí. Alegrarme cuando dicen bien de otro.

3)     No hacer cosa alguna por respetos humanos ni por ser visto y estimado de los hombres, sino que lo que haya que hacer hacerlo puramente por Dios.

4)     No excusarme y mucho menos echar la culpa a otro ni exterior ni interiormente.

5)     Cortar y frenar los pensamientos vanos, altivos y soberbios que me vinieren de las cosas que toquen a mi honra y estima.

6)     Tenerlos a todos por superiores a mí (no teóricamente, sino prácticamente) comportándome con todos con aquella humildad y respeto, como si fuesen superiores.

7)     Llevar bien todas las ocasiones que se ofrecieren de humildad, y en esto intentar ir progresando según estos 3 grados de progreso:

a)     Llevando con paciencia las humillaciones

b)     Llevando esas humillaciones con prontitud y facilidad, sin darles importancia.

c)     Llevándolas con gozo y alegría.

Y no parar hasta tener gozo y alegría en ser despreciado y tenido en poco, por parecerme y mejor imitar a Cristo que quiso ser despreciado y tenido en poco por mí.

Una cosa es humildad, paciencia, ser sufridos, y otra cosa es echarle cara a la vida, porque hay gente a la que le resbala todo. Es esencialmente distinto.

9ª Meditación. Primera cautela contra la carne.

Humildad y paciencia.

La primera cautela sea que entiendas que no has venido al convento sino a que todos te labren y ejerciten. … conviene que pienses que todos son oficiales que están en el convento para ejercitarte, como a la verdad lo son, y que unos te han de labrar de palabra, otros de obra, otros de pensamientos contra ti, y que en todo esto tú has de estar sujeto, como la imagen lo está ya al que la labra, ya al que la pinta, ya al que la dora.

Y si esto no guardas, no sabrás vencer tu sensualidad y sentimientos, ni sabrás haberte bien en el convento con los religiosos, ni alcanzarás la santa paz, ni te librarás de muchos tropiezos y males. (Cautelas)

Te labren: hundan en ti algo punzante que renueve tu alma. Que te ejerciten: que te obliguen a ejercitar virtudes.

San Francisco de Sales en la Introducción a la vida devota:

Algunos hay que sólo quieren sufrir las tribulaciones que son honrosas, como, por ejemplo, ser heridos o caer prisioneros en la guerra, ser maltratados a causa de su fe, empobrecerse por algún pleito después de haberlo ganado; mas éstos no aman la tribulación, sino la honra que acarrea. (Tercera parte, Cap. 3)

El auténtico humilde ama la tribulación por más parecerse a Cristo.

El verdadero paciente y siervo de Dios, de la misma manera sufre las tribulaciones vinculadas a la ignominia, que las honrosas. Ser despreciado, reprendido y acusado por los malos, no es sino dulzura para un hombre de carácter; pero ser reprendido, acusado y maltratado por las personas de bien, por los amigos, por los padres, he aquí donde está el mérito. Es más digna de estima la mansedumbre con que San Carlos Borromeo soportó, durante mucho tiempo, las públicas reprensiones que un gran predicador, de una Orden extremadamente reformada, lanzaba contra él desde los púlpitos, que la paciencia con que toleró los ataques de todos los demás. Porque, así como las picaduras de abejas escuecen más que las de las moscas, así el daño que recibimos de las personas buenas y la contradicción de que éstas nos hacen objeto, son más insoportables que las de los demás, y ocurre, con frecuencia, que dos hombres de bien, llenos de buena intención, con motivo de diversidad de opiniones, se causan mutuamente grandes contradicciones y persecuciones. (Cont.)

Y más adelante:

Soy del parecer de San Gregorio: si eres acusada justamente, por alguna culpa que hayas cometido, humíllate mucho, reconócete merecedora de la acusación que contra ti se ha hecho. Si la acusación es falsa, excúsate con dulzura, negando que seas culpable, porque te obliga a ello la reverencia a la verdad y la edificación del prójimo; pero, si después de tu verdadera y legítima excusa, persiste la acusación, no te perturbes en manera alguna, ni te esfuerces en hacer aceptar tus razones, porque, una vez hayas cumplido tu deber con la verdad, has de cumplirlo con la humildad.

Quéjate tan poco como puedas de las injurias que te hagan, porque es cosa cierta que, ordinariamente, el que suele quejarse peca, porque el amor propio siempre exagera las injurias; pero, sobre todo, no te lamentes en presencia de personas inclinadas a indignarse y a pensar mal. (Cont.)

El hombre humilde preferirá que otro diga de él que es miserable, que no es nada, que no vale nada, a decirlo él de sí mismo (Cap. 5)

(Es muy fácil echarse basura uno a sí mismo.)

Los obstáculos contra la virtud están en la misma naturaleza humana y provienen de

·        La sensualidad. De la carne. La carne busca el halago de sí mismo, placer, bienestar, gustos. De aquí nacen muchos desórdenes.

·        Del corazón. El amor propio. San Juan de la Cruz señala cuatro desórdenes más: Gozo, esperanza, dolor y temor.

o   Gozo: anda uno muy preocupado en gozar. No hemos de vivir para el gozo, sino para Dios.

o   Esperanza: No andar demasiado liados en esperanzas. Lo que Dios quiera. Una sola esperanza: poder ver a Dios.

o   Dolor: no te preocupes de tus dolores. Camino de dolores es el de los amadores. No les des más importancia. No dejes que produzcan tribulación en ti. Si nos dejamos llevar por el dolor luego nos ponemos gruñones con los demás.

o   Temor: “¿Por qué teméis hombres de poca fe?” Déjalo en las manos de Dios. Haz lo que debes hacer en cada momento

·        Del espíritu. De él nace la soberbia. Ansia ilimitada de ser alabado, se ser considerado, de ser independiente. De ser yo, yo.

¿Cómo vencer y enderezar esta naturaleza humana para poder convivir con los demás, para vivir en comunidad, en sociedad?

Por naturaleza somos seres sociales. Lo curioso es que es difícil vivir en sociedad. Tanto que no hay ninguna sin problemática. El trabajo, la familia, la RG. Toda convivencia es exigente y no se resuelve su problemática con fórmulas fáciles.

Educación social. Impone a cada uno el deber de ocultar sus propios defectos en cuanto que estos molestan a los demás. No es verdad eso que se oye de que hay que ser auténticos y sinceros, y hacer las porquerías a la luz del mundo.

Impone la obligación de disimular en los otros los defectos que los otros no consiguen ocultar del todo. (Cuando hay amistad, se podrán decir, claro.)

La virtud sin educación resulta muy poco brillante, muchas veces desagradable, y además, no es eficaz la tal virtud. A los demás, hemos de acercarnos con educación, por ejemplo en el apostolado.

Decía un obispo “que hay personas del mundo que suelen tener grandes vicios y ninguna virtud, pero muy educadas y resultan tratables. Otras personas no mundanas y sin grandes vicios no resultan tratables por la falta de educación”.

Hay razones superiores para proceder con educación:

Por caridad (Cfr. 2Co 13), y por nuestra condición de hijos de Dios: “Cristiano, ¡dignifícate!” (san Agustín).

Se ha de notar que somos hijos de Dios en todo. En la manera de estar, de comer, de vestir y de hablar. Tiene que ser virtuosa, digna.

“No se es cristiano por estar a un cierto nivel moral, intelectual, incluso espiritual. Se es cristiano por pertenecer a una cierta raza ascendente, a una cierta raza espiritual y carnal, temporal y eterna, a una cierta sangre”. (C. Péguy)

Vivimos en el tiempo con estilo de eternidad. Hagamos las obras de animales con espíritu de ángel. La sangre que nos lavó, nos purificó.

No sólo soportar los defectos del prójimo, sino aceptarlos. Y aún desearlos para sufrir algo por Cristo.

Es necesario ser labrado. ¿Cómo?

Hay que estar dispuesto a que nos labren.

Y así, ha de entender que todos los que están en el convento no son más que oficiales que tiene Dios allí puestos para que solamente le labren y pulan en mortificación, y que unos le han de labrar con la palabra, diciéndole lo que no quisiera oír; otros con la obra, haciendo contra él lo que no quisiera sufrir; otros con la condición, siéndole molestos y pesados en sí y en su manera de proceder; otros con los pensamientos, sintiendo en ellos o pensando en ellos que no le estiman ni aman. (Avisos a un religioso para alcanzar la perfección; San Juan de la Cruz.)

¡Cuántas oportunidades en el trabajo, en la familia, en la comunidad!

Hay que aceptar de antemano, se dé o no se dé, el no sentirse queridos en la comunidad. Luego ya verás como todos te quieren. Ejemplo: El rey David, huyendo de Absalón. En la huída, Semeí le insulta:

5 Cuando el rey David llegó a Bajurín, salió de allí un hombre de la misma familia que la casa de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá. Iba maldiciendo mientras avanzaba. 6 Tiraba piedras a David y a todos los servidores del rey, mientras toda la gente y todos los servidores se colocaban a derecha e izquierda. 7 Semeí decía maldiciendo: «Vete, vete, hombre sanguinario y malvado.8 Yahvé te devuelva toda la sangre de la casa de Saúl, cuyo reino usurpaste. Así Yahvé ha entregado tu reino en manos de Absalón tu hijo. Has caído en tu propia maldad, porque eres un hombre sanguinario.» 9 Abisay, hijo de Sarvia, dijo al rey: «¿Por qué ha de maldecir este perro muerto a mi señor el rey? Voy ahora mismo y le corto la cabeza.» 10 Respondió el rey: «¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Deja que maldiga, pues si Yahvé le ha dicho: `Maldice a David' ¿quién le puede decir: `Por qué haces esto'?» 11 Y añadió David a Abisay y a todos sus siervos: «Mirad, mi hijo, salido de mis entrañas, busca mi muerte, pues ¿cuánto más ahora un benjaminita? Dejadle que maldiga, pues se lo ha mandado Yahvé. 12 Acaso Yahvé mire mi aflicción y me devuelva Yahvé bien por las maldiciones de este día.» 13 Y David y sus hombres prosiguieron su camino, mientras Semeí marchaba por el flanco de la montaña, paralelo a él; iba maldiciendo, tirando piedras y arrojando polvo. 14 El rey y todo el pueblo que iba con él, llegaron extenuados al río Jordán y allí tomaron aliento. (2S 16)

16 Volvió, pues, el rey y llegó hasta el Jordán. Judá llegó hasta Guilgal, viniendo al encuentro del rey para ayudar al rey a pasar el Jordán. 17 Semeí, hijo de Guerá, benjaminita de Bajurín, se apresuró a bajar con los hombres de Judá al encuentro del rey David. 18 Venían con él mil hombres de Benjamín. Sibá, criado de la casa de Saúl, sus quince hijos y sus veinte siervos bajaron al Jordán delante del rey, 19 para ayudar a pasar a la familia del rey, y hacer todo lo que le pareciera bien.

Semeí, hijo de Guerá, se echó ante el rey, cuando hubo pasado el Jordán, 20 y dijo al rey: «No me impute culpa mi señor y no recuerdes el mal que tu siervo hizo el día en que mi señor el rey salía de Jerusalén; que no lo guarde el rey en su corazón, 21 porque bien conoce tu siervo que he pecado, pero he venido hoy el primero de toda la casa de José, para bajar al encuentro de mi señor el rey.»

22 Entonces Abisay, hijo de Sarvia, tomó la palabra y dijo: «¿Es que no va a morir Semeí por haber maldecido al ungido de Yahvé?» 23 Pero David dijo: «¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, que os convertís hoy en adversarios míos? ¿Ha de morir hoy alguien en Israel? ¿Acaso no conozco que hoy vuelvo a ser rey de Israel?» 24 El rey dijo a Semeí: «No morirás.» Y el rey se lo juró. (2S 19)

Ocasiones así se nos van a presentar muchas veces, sobre todo fuera de la comunidad.

Cuentan que, en cierta ocasión, San Francisco de Asís invitó a un fraile joven a que le acompañara a la ciudad, para predicar. Se pusieron en camino y estuvieron por un buen rato recorriendo  las calles de la ciudad, saludando con cariño a las personas que encontraban. De vez en cuando, se detenían para acariciar a un niño, consolar un anciano, ayudar a una señora que volvía del mercado cargada de bolsas.

Al cabo de un par de horas, Francisco le dijo al compañero que ya era hora de regresar al convento.

-¿Pero no vinimos a predicar? –preguntó el fraile con extrañeza.

Francisco le respondió con una sonrisa muy dulce:

-Lo hemos estado haciendo desde que salimos. ¿Acaso no viste cómo la gente observaba nuestra alegría y se sentía consolada con nuestros saludos y sonrisas?

No somos capaces de grandes mortificaciones, pero sí podemos hacer pequeñas mortificaciones: estas humildades.

Grande sabiduría es saber callar y no mirar dichos ni hechos ni vidas ajenas. (Avisos, Puntos de amor, reunidos en Beas, 29; San Juan de la Cruz.)

Examen sobre humildad y paciencia

  1. No dar ninguna señal exterior de impaciencia antes darla de mucha paz en palabras y obras y también en el semblante del rostro, reprimiendo todos los movimientos y afectos contrarios.
  2. No dar lugar a que entre en el corazón perturbación alguna, o sentimiento o indignación o tristeza, y mucho menos deseo de venganza alguna, aunque fuese un deseo muy leve.
  3. Tomar todas las circunstancias, cosas y ocasiones que se me ofrecieren como enviadas por la mano de Dios para mi bien y provecho, por cualquier manera, medio o vía que vengan.
  4. Irme ejercitando en todo esto según estos tres grados ascendentes:
    1. Llevando con paciencia todas las cosas que se me ofrecieren.
    2. Llevándolas con prontitud y facilidad.
    3. Llevándolas con gozo y alegría, por ser esta la voluntad de Dios.

10ª Meditación. Segunda cautela contra la carne.

La segunda cautela es que jamás dejes de hacer las obras por la falta de gusto o sabor que en ellas hallares, si conviene al servicio de Dios que ellas se hagan. Ni las hagas por solo el sabor y gusto que te dieren sino conviene hacerlas tanto como las desabridas, porque sin esto es imposible que ganes constancia y que venzas tu flaqueza. (Cautelas)

Dice san Francisco de Sales:

Digo pues que no consiste la devocion en la dulzura, suavidad, consuelo y ternura sensible del corazon, que nos hace llorar, suspirar y sentir agradable y sabroso contentamiento en algunos ejercicios espirituales: no, querida Filotea, no es esto lo mismo que tener devocion, porque muchas almas que tienen estas ternuras y consuelos son con todo eso muy viciosas, y por consiguiente no tienen verdadero amor de Dios, y mucho menos devocion verdadera… …muchas veces son sutil estratagema del enemigo, que contentando las almas con estos consuelitos, las deja satisfechas y pagadas para que ya no busquen la verdadera y sólida devoción… (Introducción a la vida devota, Cuarta parte, Cap. 13.)

La solución:

…que consiste en una voluntad constante, resuelta, pronta y activa de ejecutar lo que se conoce ser del agrado de Dios. (Cont.)

Constante, termómetro de la vida interior. Resuelta: decidida. Pronta: garantía de constancia. Y activa de ejecutar: movida, activa en las efervescencias.

Pues si hay consuelos sensibles, buenos, y que vienen de Dios, y los hay también inútiles, peligrosos, y aun dañosos, que vienen, ó de la naturaleza, ó tal vez del enemigo…

…se han de recibir con humildad estas gracias y fervores[11], teniéndolas por muy grandes, no tanto por lo que son en sí, cuanto porque la misma mano de Dios las pone en nuestro corazón,… …Recibidas humildemente estas dulzuras, tengamos gran cuidado de usar de ellas según la voluntad de quien no las ha dado

Además de todo esto es necesario de cuando en cuando renunciar semejantes dulzuras, ternezas y consuelos, despegando de ellos el corazón (Cont.)

Incluso de las lícitas. Pensar que son como días de permiso…

Encontrado has miel, come la que te basta. (Pr 25,16)

No abusar de los consuelos.

¿Cómo hacer este camino?

Pues si quieres con clareza
conocer con cierto tino la verdad,
y seguir con gran destreza
el verdadero camino y la bondad,
echa de ti los placeres
desecha con constancia los temores
ningunos bienes esperes
ten fuerza y perseverancia en los dolores. (Boecio)

importa mucho que de sequedades ni de inquietud y distraimiento en los pensamientos nadie se apriete[12] ni aflija. Si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor y con el contento que anda[13] y el provecho que saca de todo… (Vida, Cap. 11, 7)

Pues creer que admite a su amistad estrecha gente regalada y sin trabajos, es disparate. (Camino, Cap. 18, 2)

Pues tener parte en su reino y gozarle, y de las deshonras y trabajos querer quedar sin ninguna parte, es disparate. (Camino, Cap. 13, 2)

El gusto y el deber.

El deber es lo fundamental, es el fin. El gusto no puede ser ni fin ni fundamento. Es un estímulo, un medio.

No has venido al mundo para tener éxito sino para tener un gran corazón y sufrir, decía Pèguy.

Servir al gusto es caer en la esclavitud.

El gusto tiene las mismas propiedades que las drogas. Es caer en la molicie. No sirve uno ya para nada.

Servir al gusto es la debilitación de la voluntad (El niño supermimado).

Servir al gusto le desbanca a uno la razón.

Servir al gusto es envilecerse: el gusto es mi señor. Justo lo opuesto al primer mandamiento.

Dice Salomón en el Eclesiastés:

10 Nada negué a mis ojos de cuanto me pedían, ni rehusé a mi corazón ninguna alegría, pues me solazaba en medio de todas mis fatigas, y esto me compensaba de todas mis fatigas. 11 Consideré entonces todas las obras de mis manos y lo mucho que me fatigué haciéndolas, y vi que todo es vanidad y atrapar vientos, y que ningún provecho se saca bajo el sol. 12 Me puse a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. ¿Qué hará el hombre que suceda al rey, sino lo que ya otros hicieron? 13 Vi que la sabiduría aventaja a la necedad, como la luz a las tinieblas.  14 El sabio tiene sus ojos abiertos, pero el necio camina en tinieblas. Pero también sé que la misma suerte alcanza a ambos.

15 Entonces me dije: Como la suerte del necio será la mía, ¿para qué sirve mi sabiduría? Y pensé que hasta eso mismo es vanidad. 16 No hay recuerdo duradero ni del sabio ni del necio; al correr de los días, todos son olvidados. Pues el sabio muere igual que el necio. 17 He detestado la vida, porque me repugna cuanto se hace bajo el sol, pues todo es vanidad y atrapar vientos. (Qo, 2)

Es imposible llevar vida interior sin mortificar la vista. Ver sí, mirar no. El corazón suelto es peor que un perro rabioso. Es un traidor.

Y así cayó Salomón en todos los vicios y disparates.

El gusto, cuando se torna vicio, se hace insaciable. La mayor parte de nuestras crisis, son crisis de gusto. Cuando el gusto se instala en la vida espiritual, no hay vida espiritual, solo hay el imperio del gusto y de los instintos.

Uno de los castigos que Dios envía a su pueblo, es abandonarlos a sus gustos.

13 los abandoné a su corazón obstinado,
para que caminaran según sus caprichos. (Sal 81)

En la vida existe un dilema: el valor absoluto o la nada absoluta, según Dostoievski. El valor absoluto o el capricho absoluto.

¿Dónde radican los gustos?

Según san Juan de la Cruz en los sentidos, el corazón, en el espíritu o entendimiento, en la memoria y en la voluntad.

Los sentidos: vista, oído, tacto; el corazón: ser querido, honrado; en el espíritu: ansias de saber, en el fondo de destacar: sugería Gabriel Marcel que «cuanto más trate a mis propias ideas o incluso a mis propias convicciones como algo que me pertenece –y de lo que por el mero hecho me enorgullezco–, tanto más estas opiniones y estas ideas tenderán, por su misma inercia o, lo que es igual, por mi inercia frente a ellas, a ejercer sobre mí un ascendente tiránico: ahí está el principio del fanatismo en todas sus formas».

Y así, el que ama criatura, tan bajo se queda como aquella criatura, y, en alguna manera, más bajo; porque el amor no sólo iguala, mas aun sujeta al amante a lo que ama. Y de aquí es que, por el mismo caso que el alma ama algo, se hace incapaz de la pura unión de Dios y su transformación… (Subida, L 1º, Cap. 4, 3)

Es el destrozo de la creación y del plan de Dios.

Efectos de los apetitos desordenados.

Dice san Juan de la Cruz que los apetitos desordenados:

Cansan el alma, porque el apetito es insaciable. No paran nunca, ni de día ni de noche.

La atormentan, porque es un cansancio exigente, permanente, una tortura.

Es como un fuego fatuo. Un remolino de inquietudes, deseos, desasosiegos, etcétera.

Los apetitos le llevan a uno a imperfecciones y pecados.

6. Cuanto a lo primero, claro está que los apetitos cansan y fatigan al alma, porque son como unos hijuelos inquietos y de mal contento, que siempre están pidiendo a su madre uno y otro, y nunca se contentan. Y así como se cansa y fatiga el que cava por codicia del tesoro, así se cansa y fatiga el alma por conseguir lo que sus apetitos le piden. Y, aunque lo consiga, en fin, siempre se cansa, porque nunca se satisface; porque, al cabo, son cisternas rotas las que cava, que no pueden tener agua para satisfacer la sed (Jer. 2, 13). Y así, como dice Isaías (29, 8): Lassus adhuc sitit, et anima eius vacua est; que quiere decir: Está su apetito vacío. Y cánsase y fatígase el alma que tiene apetitos, porque es como el enfermo de calentura, que no se halla bien hasta que se le quite la fiebre, y cada rato le crece la sed. Porque, como se dice en el libro de Job (20, 22): Cum satiatus fuerit, arctabitur, aestuabit, et omnis dolor irruet super eum; que quiere decir: Cuando hubiere satisfecho su apetito, quedará más apretado y agravado; creció en su alma el calor del apetito y así caerá sobre él todo dolor.

Cánsase y fatígase el alma con sus apetitos, porque es herida y movida y turbada de ellos como el agua de los vientos, y de esa misma manera la alborotan, sin dejarla sosegar en (un) lugar ni en una cosa. Y de tal alma dice Isaías (57, 20): Cor impii quasi mare fervens: El corazón del malo es como el mar cuando hierve; y es malo el que no vence los apetitos…

… Y así como se cansa y fatiga el enamorado en el día de la esperanza cuando le salió su lance en vacío, (así) se cansa el alma y fatiga con todos sus apetitos y cumplimiento de ellos, pues todos le causan mayor vacío y hambre; porque, como comúnmente dicen, el apetito es como el fuego que, echándole leña, crece, y luego que la consume, por fuerza ha de desfallecer. (Subida L 1º, Cap. 6,6)

Conclusión: vivamos el santo desprendimiento. La costumbre de obrar según nuestros apetitos engendra egoísmo, fomenta el orgullo y endurece el corazón.

escoge para ti un espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia; porque la sabrosa y durable fruta en tierra fría y seca se coge. (Avisos espirituales, Dichos de luz y amor 42.)

De no secundar los apetitos se siguen estos bienes:

de sensual se hace espiritual, de animal se hace racional y aún que de hombre camina a porción angelical (Subida, L. 3º, Cap. 26)

Toda esta negación puede despertar en nosotros cierto temor, pero estos versos nos lo aclaran en su dimensión verdadera, real y vivida:

2. ¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida las has trocado.
(Llama de amor viva, Canción 2.)

Examen de conciencia sobre las obras ordinarias de cada día.

  1. No dejar ningún día de hacer los ejercicios espirituales cumplidamente, dándoles todo el tiempo señalado. Si se tercia alguna ocupación forzosa, suplirlo con otro momento si es posible del mismo día.
  2. Hacer la oración mental y los exámenes de conciencia bien hechos. Hacer bien el dolor y el propósito de la enmienda en los exámenes (Fuerza y fruto del examen).
  3. Hacer bien el apostolado, haciendo todo lo que pudiere y que de mí depende, consciente de que haciendo apostolado hago lo que Dios quiere, y Dios está conmigo, mirándome.
  4. No hacer falta ninguna deliberadamente. La guerra a los pecados veniales.
  5. Hacer mucho caso de las cosas pequeñas.
  6. Tener mucho cuidado de tiempo en tiempo cuando sintiere que me entibio o enfrío y tornar a a hacer exámenes profundos para renovarme y rehacerme.

11ª Meditación. Tercera cautela contra la carne.

No somos morbosos de la cruz, sino que la vida es un drama. Y acaba en tragedia si no se vive el drama como Dios quiere.

Hay que prepararse a vivir ese drama. Vinimos a este mundo con dolor. Nuestra madre y nosotros sufrimos. Así empieza la vida. Tiene sus oasis, pero tiene muchos ramalazos que no se hacen esperar. Y el dolor ha dejado en nosotros su sombra.

“Me rodean gemidos de muerte.” Leemos en la liturgia del Viernes Santo.

Las olas de la muerte me envolvían,
me espantaban los torrentes destructores,
los lazos del Seol me rodeaban,
me aguardaban los cepos de la muerte. (Sal 18)

Dice Anouilh hablando de la diferencia entre la tragedia y el drama que en la tragedia se sabe que ya no hay esperanza, se está cogido como una rata con todo el cielo pesando en las espaldas. El drama es lucha, porque se espera salir de él.

Mientras estamos viviendo, la vida es un drama.

La historia de la humanidad y tu vida. Luz y noche, amor y desamor, esperanza y desconsolación, gozo y ansiedad, sueño y despertar. Es una historia que se balancea entre dos vertientes opuestas.

Este sueño dice siempre lo mismo, como las canciones de amor: “siempre te querré”. Hay que saber soñar si uno no quiere sufrir siempre lo mismo y vivir el despertar irritante porque no se cumplen los sueños. Dice López-Ibor que el origen primario de las neurosis radica en frustraciones de proyectos vitales.

La vida es el drama del amor, y sobre eso descansa todo. Somos felices cuando amamos a pleno corazón y nos sentimos plenamente amados.

La vida es el drama del envejecimiento. El cuerpo se encorva, va buscando la tierra, su sepultura, busca su destino. Si uno no está enamorado de Dios, es terrible ver cómo uno envejece. Son terribles los años de la vejez.

La vida es el drama de la muerte. El tener que morir en la noche de este mundo, en este mundo despoblado de amor, vida, amistad, fidelidad, felicidad y paz.

El hombre muere de nostalgia. Dice Gabriel Marcel, que “nada está perdido para un hombre que vive un gran amor o una verdadera amistad; pero todo está perdido para el que está solo”. La vida es una experiencia de soledad hasta que uno se encuentra con Dios. Por eso, “sólo Dios basta”. El temor de perder el gran amor, o la angustia de haberlo perdido es terrible. Sólo Dios puede calmar este mar embravecido.

El encuentro con Dios es una auténtica carrera de obstáculos. Así es la vida. La vida es un riesgo. Necesitamos aceptar ese riesgo. Existe el riesgo de hacer de la vida una chapucería. Vivir las cosas de Cristo de cualquier manera. No podemos simplemente “ir haciendo”. Es un riesgo muy grande. La vida es un esfuerzo moral. Procuremos no cansarnos. Respirar hondo. Entrenarse bien y todos los días. ¡Empújate y Dios te empujará!

Pues creer que admite a su amistad estrecha gente regalada y sin trabajos, es disparate. (Camino, Cap. 18, 2)

El peligro que acosa a la vida del hombre moderno, y causa de esta soledad del hombre moderno[14]:

  1. La industrialización de la vida: hacinamiento de las personas: Grandes colmenares en el menor espacio. El hacinamiento lleva al anonimato. Sólo la masa cuenta a veces. Cuando haya intereses económicos o políticos por medio.
  2. Empleo del tiempo: trabajo-relax-trabajo-relax… Y el relax suele ser la tele. Tecnificados, programados. El ocio es dejar el alma al viento.
  3. El hombre reducido a unas funciones concretas: comer, dormir, trabajar, descansar.
  4. Las clínicas son talleres de reparaciones: medicina deshumanizada.

Otras concausas de esta espantosa soledad:

Aborto y control de la natalidad.

Nos gastamos los humanos todo lo que queremos. Con la mitad del dinero que se emplea en fumar, licores y prostitución se podría alimentar a todos los que pasan hambre.

La muerte aparece como la destrucción de un aparato y la vida como un espectáculo de marionetas: unos cuantos llevan los hilos.

Hasta que uno dice: “Non serviam a Satanás, al pecado”. Para ello, abrazarse a la cruz y tener espíritu de pobreza.

“Mi situación no difiere en nada de la de aquél ajusticiado que había sido metido en una celda cuyas paredes se iban aproximando lentamente e irreversiblemente”. (Gabriel Marcel).

Hemos entrado en la era de la desesperación. Y la desesperación máxima viene cuando el hombre se da cuenta de que la ciencia y la técnica no son capaces de resolver sus problemas ni de darle la felicidad, sino todo lo contrario. La técnica tiene muchos poderes, menos el poder de salvar al hombre.

Es típico en nuestro tiempo cierto optimismo, y como contraste, la filosofía que ha nacido al rescoldo es la de la desesperación: Sartre. Kierkegaard, etcétera.

Todo es fruto de lo mismo: sustituir a Dios por la ficción. Dios parece un estorbo para la felicidad del hombre. Cuando el hombre empieza a atribuirse el “soy el que soy”, es la ruina. Por eso san Juan de la Cruz dice en la tercera  cautela:

…que nunca en los ejercicios el varón espiritual ha de poner los ojos en lo sabroso de ellos para asirse de ello y por sólo aquello hacer los tales ejercicios, ni ha de huir lo amargo de ellos, antes ha de buscar lo desabrido y trabajoso de ellos y abrazarlo, con lo cual se pone freno a la sensualidad. Porque de otra manera, ni perderás el amor propio ni ganarás amor de Dios. (Cautelas)

Y en la Subida:

cualquiera gusto que se le ofreciere a los sentidos, como no sea puramente para honra y gloria de Dios, renúncielo y quédese vacío de él por amor de Jesucristo, el cual en esta vida no tuvo otro gusto, ni le quiso, que hacer la voluntad de su Padre, lo cual llamaba él su comida y manjar (Jn. 4, 34) (Subida L1º, Cap. 13,4)

Es una gran exigencia. Es nuestra meta.

Y san Ignacio dice:

"quando... por imitar y parescer más actualmente a Christo nuestro Señor, quiero y elijo más pobreza con Christo pobre que riqueza, opprobios con Christo lleno dellos que honores, y desear más de ser estimado por vano y loco por Christo que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo." (EE 167)

12ª Meditación. Tercera cautela contra la carne. Continuación.

13 Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes. (1Co 16)

Necesitamos fortaleza.

Dice santo Tomás de Aquino que hay dos tiempos en la fortaleza: primero aguantar en paz y segundo acometer con ánimo. Esos dos tiempos se dan al unísono, son dos caras de la misma moneda. Son las alas de un ave.

La paciencia soporta lo molesto sin perturbarse.

Ninguno hay en el mundo sin tribulación o angustia, aunque sea rey o Papa. (Imitación, L. 1º, Cap. 22)

¡Ay! ¡Cuál es esta vida, donde no faltan tribulaciones y miserias, donde todas las cosas están llenas de lazos y enemigos!  Porque en faltando una tribulación o tentación viene otra; y aun antes que se acabe el combate de la primera, sobrevienen otras muchas no esperadas. (Imitación, L 3º, Cap. 20)

Dicen que está bien cargada de enfermedades: sea en buena hora, que así estará hermosa delante los ojos de Dios, como esposa ataviada con preciosas joyas; y aunque sean costosas, todavía se han de amar, que por mucho que á Vmd. cueste el estar hermosa y agradable á los ojos de Dios, mas le costó á él, pues á poder de tormentos pagó nuestros pecados que nos afeaban, y con el lavatorio de su preciosísima sangre nos emblanqueció más que la nieve; y no es razón que trabajando él tanto por nos, le dexemos solo en su cruz; sino que con mucho amor y alegría le acompañemos, no solo mirando lo que padece, mas padeciendo juntamente con él… (Obras del Venerable Juan de Ávila, Tomo Séptimo, Madrid 1805, p. 148.)

Si no se reza el Rosario, es por cuestión de gusto. No le demos más vueltas al asunto.

Aunque el dolor es un mal, es causa muchas veces de bienes. Si lo queremos, lo abrazamos o lo deseamos, no es porque es un mal, sería monstruoso, o al menos morboso, sino por poder ser causa de bienes. Incluso en el terreno físico.

25 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. (Mt 16)

No hay otro camino más que el sufrimiento. Hace de nosotros verdaderos hombres.

A los hombres por quienes me intereso les deseo sufrimientos, abandono, enfermedad, malos tratos, desprecio; yo deseo que no les sea desconocido el profundo desprecio de sí mismo, el martirio de la desconfianza de sí mismo, la miseria del vencido; no tengo compasión de ellos, porque deseo para ellos la única cosa que hoy puede revelar si un hombre tiene o no valor: ¡que aguante con firmeza! (El ocaso de los ídolos. F. Nietzsche)

Necesitamos mortificar nuestro natural apetito de ser, poseer, saber, parecer y gozar.

12. Cuando reparas en algo,
dejas de arrojarte al todo.
Porque para venir del todo al todo
has de negarte del todo en todo.

Y cuando lo vengas del todo a tener,
has de tenerlo sin nada querer.
Porque, si quieres tener algo en todo,
no tienes puro en Dios tu tesoro.

13. En esta desnudez halla el espiritual su quietud y descanso, porque, no codiciando nada, nada le fatiga hacha arriba y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro de su humildad. Porque, cuando algo codicia, en eso mismo se fatiga. (Subida, L 1º, Cap. 13)

Cristo no quiso dar jamás la razón del porqué del dolor. Es un misterio.

El dolor es importante en la vida del hombre.

El dolor expía y satisface nuestros pecados. Necesitamos expiar y satisfacer nuestras culpas.

Es cuestión de amor. El dolor lo pide el amor. Jesucristo nos quiso redimir con dolor, siendo así que no era necesario. “Madre divide conmigo tus penas” (Stabat mater).

El dolor depura y hermosea.

Sólo gozar sin querer sufrir, embrutece. Sufrir sin amor desespera, exaspera y degrada. Hay que sufrir con virtud. El dolor es impetratorio, para impetrar de Dios gracia y misericordia.

El Dios omnipotente sólo puede ser vencido por la debilidad. Nuestra debilidad hace que Dios nos socorra, se cuida de nosotros.

El dolor nos asemeja a Cristo.

Tal es el designio de Dios 29 que os ha concedido a vosotros, por Cristo, no sólo la gracia de creer en él, sino también de padecer por él. (Flp 1)

El poder padecer por Cristo es una gracia de Dios.

De manera que no sólo quede desapropiada en lo uno y en lo otro, mas que con esto segundo espiritual no quede embarazada para el angosto camino, pues en él no cabe más que la negación, como da a entender el Salvador, y la cruz, que es el báculo para (poder) arribar, por el cual grandemente le aligera y facilita.

De donde nuestro Señor por san Mateo (11, 30) dijo: Mi yugo es suave y mi carga ligera, la cual es la cruz. Porque, si el hombre se determina a sujetarse a llevar esta cruz, que es un determinarse de veras a querer hallar y llevar trabajo en todas las cosas por Dios, en todas ellas hallará grande alivio y suavidad para (andar) este camino, así desnudo de todo, sin querer nada. Empero, si pretende tener algo, ahora de Dios, ahora de otra cosa, con propiedad alguna, no va desnudo ni negado en todo; y así, ni cabrá ni podrá subir por esta senda angosta hacia arriba. (Subida, L 2º, Cap. 7,7)

No debo olvidarme de que mi cruz, es mi apoyo en este camino. Sobre todo en los momentos difíciles. Es “el apoyo que impide que la caña cascada quebrada (que soy yo) acabe de romperse y se hunda en la acequia del mundo”.

Mi cruz es mi defensa: tiene reverbero de Calvario. Y por eso cuando Dios me ve con esa cruz recuerda a su Hijo crucificado por mí, y esto mueve y conmueve al Padre para llorar misericordia sobre nosotros.

MI cruz es mi fuerza: me mantiene en vigilia. No te puedes dormir si llevas la cruz a cuestas. Se cumple el vigilad y orad.

Mi cruz me desencanta, me desenamora de este mundo. Me ayuda a salvarme.

Mi cruz me obliga a desear el cielo. “¿A dónde iremos, Señor si sólo tú tienes palabras de vida eterna?” (Jn 6, 68).

Mi cruz es mi purificación, es el  estipendio de mis pecados. Es cuestión hasta de honor y dignidad sufrir el dolor dado todo lo dicho antes.

Dice san Juan de la Cruz que la cruz es el arma para vencer al enemigo:

Vestíos de las armas de Dios para que podáis resistir contra las astucias del enemigo; porque esta lucha no es como contra la carne y sangre, entendiendo por la sangre el mundo, y por las armas de Dios la oración y cruz de Cristo, en que está la humildad y mortificación que habemos dicho. (Cántico Espiritual, Canción 3, 9; san Juan de la Cruz .)

Porque tu madre la naturaleza humana fue violada en tus primeros padres debajo del árbol, y tú allí también debajo del árbol de la Cruz fuiste reparada; de manera que si tu madre debajo del árbol te dio la muerte, yo debajo del árbol de la Cruz te di la vida. (Cántico Espiritual, Canción 23, 5; san Juan de la Cruz .)

Y en la liturgia de Viernes Santo leemos:

¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.

Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.

Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
y que el Amor redima la condena!"
La gracia está en el fondo de la pena,
y la salud naciendo de la herida.

¡Oh plenitud del tiempo consumado!
Del seno de Dios Padre en que vivía,
ved la Palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.

¿Quién vio en más estrechez gloria más plena,
y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos
le faja una doncella nazarena.

En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.

Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y, al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo, y los redime.

Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.

Tú, solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.

Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.

Cristo ha muerto crucificado en mi dolor. No me es lícito echar fuera de mí este dolor.

Le dijo el Señor a santa Teresa de Jesús.

1. Esto me dijo el Señor otro día: «¿Piensas, hija, que está el merecer en gozar? No está sino en obrar y en padecer y en amar. (Relaciones, 36)

El dolor nos asemeja a Cristo.

Creció ante nosotros como un débil brote, como raíz en tierra árida. Lo vimos sin aspecto atrayente, sin gracia ni belleza, despreciado y rechazado por los hombres, como varón de dolores, acostumbrado a los sufrimientos, ante el cual se desvía la mirada, discriminado y desestimado. (Is 53, 2-3)

El mundo odia la cruz, pero Jesús nos dice que no seamos del mundo.

Hay que desprenderse de las ideas y aspiraciones del mundo.

He aquí cómo ayuda a soportar la pena a una de sus hijas espirituales, muy afligida por las críticas de que era objeto:

«¿Pensáis que el mundo va a creer esas tonterías? Quizá a algunos les diviertan; quizá otros sospechen algo; pero recordad que si nuestras almas son buenas y se resignan en manos de Dios, todos esos ataques se disiparán como el humo, y, cuanto más fuerte sea el viento, antes desaparecerán. Como mejor se cura el mal de la calumnia es no haciéndole caso, despreciando el desprecio y demostrando por nuestra firmeza que no estamos a su alcance... Postraos ante el Crucificado y ved las injurias que Él recibió; suplicadle, por la dulzura con que las aceptó, que os dé la fuerza de soportar esas astillitas que como a servidora fiel os han tocado en suerte... Bienaventurados los que son injuriados y calumniados, porque Dios los honrará» . (En las fuentes de la alegría, Dulzura en nuestras pruebas; san Francisco de Sales.)

Como no sois del mundo, el mundo os odia. (Cfr. Jn 15,18)

A cuantos caballeros y señoras hemos visto pasar toda una noche, ó quizá muchas noches seguidas, jugando al ajedrez , ó á los naipes, que es la ocupación más cansada, melancólica y triste que puede haber, y con todo nada han tenido que decir los mundanos, ni que sentir sus amigos, y porque ven que tenemos una hora de meditación, ó que madrugamos un poco más de lo acostumbrado á prepararnos para comulgar, ya quieren llamar al médico para que nos cure la hipocondría y la ictericia. Se pasarán treinta noches continuas en bailar sin que ninguno se queje , y por haber velado solo la noche de Navidad, todos toserán y se quejarán al dia siguiente…

…el mismo mundo se escandalizará, y si no lo hacemos así, nos llamará hipócritas ó melancólicos: si nos adornamos, dirá que llevamos en esto alguna mira, si andamos con desaliño, lo mirará como bajeza de corazón: llamará disolución nuestra alegría, y nuestra mortificación, tristeza: y como siempre nos mirará con malos ojos, jamás podremos ser agradables á su vista. Abulta nuestras imperfecciones y publica que son pecados, nuestros pecados veniales los hace mortales, los de flaqueza los convierte en pecados de malicia: y así como la caridad nunca piensa mal, el mundo nunca piensa bien, y cuando no puede tachar nuestras acciones, censura la intención, porque, ó ya tengan astas los coderos, ó no las tengan, ó ya sean blancos, ó ya sean negros, el lobo no dejará de devorarlos como pueda.

Hagamos lo que hiciéremos, siempre estará el mundo en guerra contra nosotros: si estamos largo rato á los pies del confesor, preguntará qué tenemos que decir tanto tiempo, si despachamos pronto, dirá que no nos confesamos de todo: estará acechando todos nuestros movimientos, y por una palabrita de enfado, ya afirmará que somos insoportables: el cuidado de nuestros bienes le parecerá avaricia, y estolidez la mansedumbre, al paso que en los hijos del mundo llamará generosidad la ira, la avaricia cuidado, y las familiaridades honrosos entretenimientos. ¡Cuán cierto es que las arañas echan á perder lo que trabajan las abejas!

Pero dejemos, Filotea, que grite cuanto quiera ese ciego, como la lechuza para inquietar los pajarillos: mantengámonos firmes en nuestros propósitos, invariables en nuestras resoluciones, y la perseverancia hará ver si de veras y de corazón nos hemos consagrado á Dios y dedicado á la vida devota. En la apariencia casi lo mismo lucen los cometas que los planetas, pero los cometas desaparecen al cabo de poco tiempo, porque son fuegos pasageros, y los planetas tienen una claridad duradera: así la hipocresía y la verdadera virtud son en el esterior muy semejantes, pero no es dificil distinguir la una de la otra, porque la hipocresía no dura, sino que se disipa como el humo, mas la verdadera virtud es siempre firme y constante. Finalmente padecer por la devoción oprobios y calumnias es oportunísimo medio de cimentarla en nosotros con más firmeza, pues estos nos libra del peligro de vanidad y de orgullo…

(Introducción a la vida devota, Cuarta parte, Cap. 1; san Francisco de Sales.)

El dolor es gran remedio y medicina.

En la vida nos encontraremos con distintos sufrimientos, con distintas causalidades.

porque veo es muy poco conocido Cristo de los que se tienen por sus amigos. Pues los vemos andar buscando en él sus gustos y consolaciones, amándose mucho a sí, mas no sus amarguras y muertes, amándole mucho a él. (Subida L 1º, Cap. 7,12)

14 El hombre naturalmente no acepta las cosas del Espíritu de Dios; son locura para él. Y no las puede entender, pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas. 15 En cambio, el hombre de espíritu lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarle. 16 Porque ¿quién conoció la mente del Señor para instruirle? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo. (1 Co 2)

Texto completo de las cautelas

CAUTELAS

INSTRUCCIÓN Y CAUTELAS
de que debe usar el que desea ser verdadero religioso y llegar a la perfección.

1. El alma que quiere llegar en breve al santo recogimiento, silencio espiritual, desnudez y pobreza de espíritu, donde se goza el pacífico refrigerio del Espíritu Santo, y se alcanza unidad con Dios, y librarse de los impedimentos de toda criatura de este mundo, y defenderse de las astucias y engaños del demonio, y libertarse de si mismo, tiene necesidad de ejercitar los documentos siguientes, advirtiendo que todos los daños que el alma recibe nacen de los enemigos ya dichos, que son: mundo, demonio y carne.

2. El mundo es el enemigo menos dificultoso: el demonio es más oscuro de entender; pero la carne es más tenaz que todos, y duran sus acometimientos mientras dura el hombre viejo.

3. Para vencer a uno de estos enemigos es menester vencerlos a todos tres; y enflaquecido uno, se enflaquecen los otros dos, y vencidos todos tres, no le queda al alma más guerra.

CONTRA EL MUNDO

4. Para librarte perfectamente del daño que te puede hacer el mundo, has de usar de tres cautelas.

Primera cautela.

5. La primera es que acerca de todas las personas tengas igualdad de amor e igualdad de olvido, ahora sean deudos ahora no, quitando el corazón de éstos tanto como de aquéllos y aun en alguna manera más de parientes, por el temor de que la carne y sangre no se avive con el amor natural que entre los deudos siempre vive, el cual conviene mortificar para la perfección espiritual. Tenlos todos como por extraños, y de esa manera cumples mejor con ellos que poniendo la afición que debes a Dios en ellos.

6. No ames a una persona más que a otra, que errarás; porque aquel es digno de más amor que Dios ama más, y no sabes tú a cuál ama Dios más. Pero olvidándolos tú igualmente a todos, según te conviene para el santo recogimiento, te librarás del yerro de más y menos en ellos.

No pienses nada de ellos, no trates nada de ellos, ni bienes ni males, y huye de ellos cuanto buenamente pudieres, y si esto no guardas, no sabrás ser religioso, ni podrás llegar al santo recogimiento ni librarte de las imperfecciones. Y si en esto te quisieres dar alguna licencia, o en uno o en otro te engañará el demonio, o tú a ti mismo, con algún color de bien o de mal.

En hacer esto hay seguridad, y de otra manera no te podrás librar de las imperfecciones y daños que saca el alma de las criaturas.

Segunda cautela.

7. La segunda cautela contra el mundo es acerca de los bienes temporales; en lo cual es menester, para librarse de veras de los daños de este género y templar la demasía del apetito, aborrecer toda manera de poseer y ningún cuidado le dejes tener acerca de ello: no de comida, no de vestido ni de otra cosa criada, ni del día de mañana, empleando ese cuidado en otra cosa más alta, que es en buscar el reino de Dios, esto es, en no faltar a Dios; que lo demás, como Su Majestad dice, nos será añadido (Mt 6, 33), pues no ha de olvidarse de ti el que tiene cuidado de las bestias. Con esto adquirirás silencio y paz en los sentidos.

Tercera cautela.

8. La tercera cautela es muy necesaria para que te sepas guardar en el convento de todo daño acerca de los religiosos; la cual, por no la tener muchos, no solamente perdieron la paz y bien de su alma, pero vinieron y vienen ordinariamente a dar en grandes males y pecados. Esta es que guardes con toda guarda de poner el pensamiento y menos la palabra en lo que pasa en la comunidad; qué sea o haya sido ni de algún religioso en particular, no de su condición, no de su trato, no de sus cosas, aunque más graves sean, ni con color de celo ni de remedio, sino a quien de derecho conviene, decirlo a su tiempo; y jamás te escandalices ni maravilles de cosas que veas ni entiendas, procurando tú guardar tu alma en el olvido de todo aquello.

9. Porque si quieres mirar en algo, aunque vivas entre ángeles, te parecerán muchas cosas no bien, por no entender tú la sustancia de ellas. Para lo cual toma ejemplo en la mujer de Lot (Gn 19, 26), que porque se alteró en la perdición de los sodomitas volviendo la cabeza a mirar atrás, la castigó el Señor volviéndola en estatua y piedra de sal. Para que entiendas que, aunque vivas entre demonios, quiere Dios que de tal manera vivas entre ellos que ni vuelvas la cabeza del pensamiento a sus cosas, sino que las dejes totalmente, procurando tú traer tu alma pura y entera en Dios, sin que un pensamiento de eso ni de esotro te lo estorbe.

Y para esto ten por averiguado que en los conventos y comunidades nunca ha de faltar algo en qué tropezar, pues nunca faltan demonios que procuren derribar los santos, y Dios lo permite para ejercitarlos y probarlos.

Y, si tú no te guardas, como está dicho, como si no estuvieses en casa, no sabrás ser religioso, aunque más hagas, ni llegar a la santa desnudez y recogimiento, ni librarte de los daños que hay en esto; porque no lo haciendo así, aunque más buen fin y celo lleves, en uno en otro te cogerá el demonio y harto cogido estás cuando ya das lugar a distraer el alma en algo de ello; y acuérdate de lo que dice el apóstol Santiago: Si alguno piensa que es religioso no refrenando su lengua, la religión de éste vana es (1, 26). Lo cual se entiende no menos de la lengua interior que de la exterior.


CONTRA EL DEMONIO

10. De otras tres cautelas debe usar el que aspira a la perfección para librarse del demonio, su segundo enemigo. Para lo cual has de advertir que, entre las muchas astucias de que el demonio usa para engañar a los espirituales, la más ordinaria es engañarlos debajo de especie de bien y no debajo de especie de mal; porque sabe que el mal conocido apenas lo tomarán. Y así siempre te has de recelar de lo que parece bueno, mayormente cuando no interviene obediencia. La sanidad desto es el consejo de quien le debes tomar.

Primera cautela.

11. Sea la primera cautela que jamás, fuera de lo que de orden estás obligado, te muevas a cosa, por buena que parezca y llena de caridad, ahora para ti, ahora para otro cualquiera de dentro y fuera de casa, sin orden, de obediencia. Ganarás en esto mérito y seguridad: excúsaste de propiedad y huyes el daño y daños que no sabes, que te pedirá Dios en su tiempo, y si esto no guardas en lo poco y en lo mucho, aunque más te parezca que aciertas, no podrás dejar de ser engañado del demonio o en poco o en mucho. Aunque no sea más que no regirte en todo por obediencia, ya yerras culpablemente, pues Dios más quiere obediencia que sacrificios (1Re 15, 22), y las acciones del religioso no son suyas, sino de la obediencia, y si las sacare de ella, se las pedirán como perdidas.

Segunda cautela.

12. La segunda cautela sea que jamás mires al prelado con menos ojos que a Dios, sea el prelado que fuere, pues le tienes en su lugar; y advierte que el demonio mete mucho aquí la mano. Mirando así al prelado es grande la ganancia y aprovechamiento, y sin esto grande la pérdida y el daño. Y así con grande vigilancia vela en que no mires en su condición, ni en su modo, ni en su traza, ni en otras maneras de proceder suyas; porque te harás tanto daño que vendrás a trocar la obediencia de divina en humana, moviéndote o no te moviendo sólo por los modos que ves visibles en el prelado, y no por Dios invisible, a quien sirves en él. Y será tu obediencia vana o tanto más infructuosa cuanto más tú, por la adversa condición del prelado, te agravas o por la buena condición te aligeras. Porque dígote que mirar en estos modos a grande multitud de religiosos tiene arruinados en la perfección, y sus obediencias son de muy poco valor delante de los ojos de Dios, por haberlos ellos puesto en estas cosas acerca de la obediencia.

Si esto no haces con fuerza, de manera que vengas a que no se te dé más que sea prelado uno que otro, por lo que a tu particular sentimiento toca, en ninguna manera podrás ser espiritual ni guardar bien tus votos.

Tercera cautela.

13. La tercera cautela, derechamente contra el demonio, es que de corazón procures siempre humillarte en la palabra y en la obra, holgándote del bien de los otros como del de ti mismo y queriendo que los antepongan a ti en todas las cosas, y esto con verdadero corazón. Y de esta manera vencerás en el bien el mal (Rm 12, 21), y echarás lejos el demonio y traerás alegría de corazón Y esto procura ejercitar más en los que menos te caen en gracia. Y sábete que si así no lo ejercitas, no llegarás a la verdadera caridad ni aprovecharás en ella.

Y seas siempre más amigo de ser enseñado de todos que querer enseñar aun al que es menos que todos.


CONTRA SÍ MISMO Y SAGACIDAD DE SU SENSUALIDAD

14. De otras tres cautelas ha de usar el que se ha de vencer a sí mismo y su sensualidad, su tercer enemigo.

Primera cautela.

15. La primera cautela sea que entiendas que no has venido al convento sino a que todos te labren y ejerciten. Y así, para librarte de todas las turbaciones e imperfecciones se te pueden ofrecer acerca de las condiciones y trato de los religiosos y sacar provecho de todo acaecimiento, conviene que pienses que todos son oficiales que están en el convento para ejercitarte, como a la verdad lo son, y que unos te han de labrar de palabra, otros de obra, otros de pensamientos contra ti, y que en todo esto tú has de estar sujeto, como la imagen lo está ya al que la labra, ya al que la pinta, ya al que la dora.

Y si esto no guardas, no sabrás vencer tu sensualidad y sentimientos, ni sabrás haberte bien en el convento con los religiosos, ni alcanzarás la santa paz, ni te librarás de muchos tropiezos y males.

Segunda cautela.

16. La segunda cautela es que jamás dejes de hacer las obras por la falta de gusto o sabor que en ellas hallares, si conviene al servicio de Dios que ellas se hagan. Ni las hagas por solo el sabor y gusto que te dieren sino conviene hacerlas tanto como las desabridas, porque sin esto es imposible que ganes constancia y que venzas tu flaqueza.

Tercera cautela.

17. La tercera cautela sea que nunca en los ejercicios el varón espiritual ha de poner los ojos en lo sabroso de ellos para asirse de ello y por sólo aquello hacer los tales ejercicios, ni ha de huir lo amargo de ellos, antes ha de buscar lo desabrido y trabajoso de ellos y abrazarlo, con lo cual se pone freno a la sensualidad. Porque de otra manera, ni perderás el amor propio ni ganarás amor de Dios.


 

[1] Ver las notas de los ejercicios del 1974, http://retiros.ramon.nom.es/1974/EE74.htm .

[2] Para vivir en comunidad hay que ser un poco ciegos, un poco sordos y un poco mudos.

[3] La frase entre paréntesis fue añadida por la Santa al margen del autógrafo.

[4] Dejó: dejase o haya dejado.

[5] Madre, Señora, Patrona: son títulos en que se apoya la tradicional piedad mariana del Carmelo. A ellos alude aquí la autora.

[6] Se refiere a los últimos años de Salomón, seducido por las mujeres y la idolatría: 1 Re 11, 1-10; 2 Re 23, 13; Ecli 47, 19-21. Repetirá los mismos conceptos en Fund 4, 6-7. Y el «tipismo» de Salomón reaparecerá en M VII, 4, 3.

[7] Hay un primer grado de orgullo que es abandonar la oración, y un segundo grado de orgullo que es justificar el mal, que es el pecado contra el Espíritu Santo.

[8] Lc 10, 16

[9] De morib. et offic. Episcop. cap. 11.

[10] 10 Derramaste, oh Dios, una lluvia generosa, reanimaste a tu heredad extenuada;

 

[11] Cuando vienen de Dios.

[12] Apretar: encoger el corazón de tristeza.

[13] Y con el contento que anda: por «el contento con que anda».

[14] Ver “La masa” en EE. EE. 78.