Jesús quiere después de la Resurrección aparecerse a los apóstoles durante cincuenta días. Y que en esas apariciones tuvieran un contacto muy íntimo con Él, en donde lo más importante es la promesa del Espíritu Santo: ‘Vendrá uno que os recordará todo lo que os he dicho, que estará con vosotros’.
7 El
discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor».Cuando Simón
Pedro oyó «es el Señor», se puso el vestido -pues estaba desnudo- y se lanzó al
9 Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. 10 Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.» 11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. 12 Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. 13 Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. 14 Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Eso de que les invitara a desayunar, es nuevo. No sabemos el diálogo o el silencio que hay entre Pedro y Jesús en ese momento. Pedro ayuda a sus compañeros. No se atreven a preguntar.
15 Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» 16 Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» 17 Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.
Y se lo dice delante de los otros. Le confía el mismo ministerio, después de la traición. Ya no dice como en el Jueves Santo que le ama ‘más que éstos’. Pero Pedro está seguro de que le ama.
Es en la Pascua cuando le devuelve su ministerio pastoral, y cuando quiere que quede claro entre sus discípulos que el amor es la causa de ese encargo, y no la fidelidad. Por importante que sea.
Después de esto, y de estas apariciones, hemos de preguntarnos qué es lo que el Espíritu Santo quiere hacer en cada uno de nosotros. Jesús se va despidiendo de sus discípulos. Ellos esperarán con María en el cenáculo a ese defensor, que tendrá por misión. Lo mismo que tiene por misión en nuestro corazón. El Espíritu Santo quiere:
preocuparnos por toda la Iglesia, sentir nuestro las alegrías, y el pecado de toda la Iglesia. Cuando vemos un cristiano con un corazón demasiado pequeño, pensamos que el Espíritu Santo no lo ha hecho grande como el de Jesús.
Cuando uno intenta ser creativo, vencer al tristeza, el desánimo, la rutina, etc. No es solamente un esfuerzo pedagógico o humano, sino que es fruto del impulso del Espíritu Santo.
Por eso la lectura de la Palabra de Dios no es la lectura de una palabra muerta, porque esa palabra de Dios no tiene tiempo. Y cuando la lees, aquello que estás leyendo, tiene la fuerza de crear en ti lo que está prometiendo.
Aquella palabra, no me anuncia un don, sino que realiza en mí ese don que promete. San Agustín dice que quien se encarga de eso es el Espíritu Santo. Que desde nuestro interior hace resonar, hacer interior aquello que Jesús dijo. El ‘os recordará’ es ‘me doy cuenta de que me lo está diciendo’ más que un puro efecto de memorizar. En la oración, en la entrega del apostolado, el Espíritu Santo intenta en nosotros esa triple acción.
Eso significa cosas, y todo un programa que se manifiesta sobre todo en la vida de los santos, no sólo en la liturgia. Aquellos programas vivos de lo que Jesús quiere de nosotros, pues son aquellos hombres y mujeres que lo han vivido. Y de ahí aprendemos el modo de colaborar en esta obra del Espíritu Santo en nosotros.
Ideas
Dominio de los sentidos. El Espíritu Santo nos lleva a una especie de disciplina interior auténtica y perseverante para que no vivamos sumergidos en una perpetua adolescencia espiritual. Cuantas veces se nos ha dicho que la fe cristiana es una fe de Mandamientos, de prohibiciones. Hoy se nos está recordando constantemente. Eso es el comienzo. Quien se quede ahí se pierde lo mejor. Si Jesucristo se deja matar solo para que no nos matemos y no nos robemos… mal aguanyat… Eso lo sabíamos antes. Esa adolescencia del espíritu, significa depender excesivamente del gusto. Del gusto sensible o de lo que me parece. De lo que me gusta y de lo que no me gusta. De las fobias, de las filias. De me cae bien o no me cae bien, de tengo ganas o no tengo ganas. Incluso en el trato con Dios. Qué fácil es la oración cuando me encuentro a gusto. Qué fácil es dejarla cuando no siento nada, y da la sensación de pérdida de tiempo. Una persona que no controle su sensibilidad en el mundo de hoy, llega a estar tan disperso… Al cabo del día oímos tantas noticias, tantas voces que no son las del Señor… tantas, que perdemos la paz.
Hay dos cosas contra las que hay que luchar para no perder la paz: el deseo de noticias, y la crítica.
Si tenemos la cabeza y el corazón llenos, el Espíritu Santo no puede entrar. Ese es un campo de lucha: mantener esa unión espiritual con el Espíritu Santo en este silencio de nuestro corazón, para que resuene la palabra de Jesús.
Controlar los sentidos fue uno de los objetivos de algunas
escuelas no demasiado católicas. Las escuelas del ‘agere contra’. Es decir:
‘¿te gusta to
Que la memoria repose en la esperanza. Aquello de lo cual yo me acuerdo, y Dios ya no se acuerda. Porque lo ha perdonado, es una ofensa. Es una ofensa al Señor, a su amor. A veces nosotros tenemos más memoria que Dios.
Y que la voluntad repose en la caridad.
Es todo un programa que quizá nos dure toda la vida.
Por ejemplo, en el entendimiento, normalmente funcionamos con criterios. Tenemos criterios. Por ejemplo preguntas típicas después de revisar, por ejemplo cómo ha ido la Semana Santa:
1ª ¿Había mucha gente? 2ª ¿Se fueron contentos?
¿Os imagináis a Jesús haciendo esas dos preguntas a sus discípulos después del sermón de la montaña?
Ocurre que cogemos criterios del mundo, y sin pasarlos por
el discernimiento espiritual, los aplicamos. Sin más. Eso nos puede ir
despistando. Porque puede llegar un punto que guiados por criterios del mundo
podamos llegar a ser personas muy responsables, muy racionales, pero muy del
mundo. Que apliquemos el
Criterios a la hora de educar, en la pedagogía familiar, en el cuidado de nuestra salud, en el gasto de nuestro dinero. ¿Con qué criterios decidimos las cosas?
Porque puede haber cosas buenas que impidan otras mejores.
Uno puede ser amante del orden y que ese orden sea mortificante para el otro. Puede ser una cosa terrible. Puede que tenga buenos criterios, pero mal integrados. Así, deberemos priorizar, por ejemplo la caridad deberá estar por encima del orden.
Criterios mal entendidos y o mal integrados o que no son
sobrenaturales. Hay personas que dan mucha importancia al cuidado de la salud.
No hay, por ejemplo, ningún sitio en el evangelio donde se diga que hay que
hacer footing. Puede haber formas muy racionales de agradar a Dios, y nada
sobrenaturales. Lo más razonable es lo que más nos acerca a Dios. Pues no.
Porque el
No hemos nacido ni de la carne ni de la sangre, y habrá criterios que no podremos compartir ni explicar a veces porque los habremos fundamentado en un modo de vivir según el Espíritu que se nos ha dado. Así puede pensar cada uno en su vida, qué criterios tengo bloqueados, o mal entendidos, que no están del todo bien armonizados. La verdad es que nos cuesta concretar, sobre todo cuando los criterios fundamentales no están de acuerdo con el Evangelio.
Una de las cosas que hace sufrir más es la relación entre
acción y contemplación. Eso les pasaba a los discípulos de Jesús. Cuando les
decía ‘vamos a predicar’ iban de mala gana. Pero se da la multiplicación de los
panes, y se animan mucho. Entonces se los lleva a rezar y van de mala gana. Se
van de mala gana a actuar, y se van de mala gana a rezar. Porque van a
destiempo. Eso también pasa en las parejas. (Como en la historia de Tonet, el
Por eso se le pide una profundidad mayor. Por eso hay que ir al desierto, para recordar, para revitalizar, para actualizar aquello de lo que queremos vivir. Sólo es libre aquél que no actúa por adhesión o por rechazo al medio social. Sólo es libre aquél que puede decir: el mundo no es mi referencia. Ni hago cosas por agradar al mundo, ni dejo de hacerlas por fastidiar al mundo. Sencillamente, no vivo para el mundo. El criterio de mi actuación, mi verdad auténtica, está en el Señor. Es libre el cristiano, porque cree en Cristo. Porque Cristo ha trascendido al mundo, porque lo ha vencido. Ha vencido a la muerte.
Y dice san Pablo
18 a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas. (2Cor 4)
Hay que hacer las cosas par agradar al Señor. Por lo necesitamos para crecer por dentro y agradar al Señor.
En Efesios 4,
22 despojaos, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, 23 renovad el espíritu de vuestra mente, 24 y revestíos del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad.
La conversión es iluminación de nuestro espíritu, de dentro
afuera. Siempre ha sido así. No es que no haya que llegar afuera. Habrá que
llegar al control de los sentidos, y a rechazar aquello que es pecado, y a
poner un orden de vida que es adecuado para seguir al Señor, pero es desde
dentro. Desde aquel contacto de la sa
Pidamos al Señor que nos ayude, ya que después de la Resurrección, el trabajo más claro que Jesús hará con sus discípulos es desearles que el Espíritu Santo les asista. Ellos tenían un fuerte deseo del Espíritu. Es en el cenáculo donde esperan al Defensor, que les recuerde, que les anime, que les revitalice en ese trabajo espiritual de parecerse cada día más a Jesús.