1ª Saber interpretar

(Viernes 15-abr-04)

María madre de la Esperanza. Para estar aquí hemos de tener esperanza, hemos de ponernos en manos de María para que nos de esa esperanza. Si no tuviésemos esperanza, aquí no haríamos nada.

¿Esperanza en qué?

¿En que yo me voy a concentrar, en que voy a reflexionar mucho?

¿En que yo no me voy a distraer?

No. Esperanza en Dios –gracias a Dios–. Porque si la pusiéramos en nosotros, pues a lo mejor me distraigo, a lo mejor no conecto con el predicador. Y entonces nos desanimaríamos. Saldríamos que no nos ha servido de nada. En cambio, si la esperanza es en Dios, como Dios todo lo puede, pues mucha tranquilidad. Dejarnos llevar por Dios. De eso se trata. Hemos de venir de corazón. Cerrarnos de fuera y abrirnos hacia dentro para encontrarnos con Dios. No es alguien que está apartado de mí. Encontrarme con Dios en la oración, en la Eucaristía, pero encontrarnos con él no como alguien que está apartado de mí, sino como alguien que está en mí. Por eso no voy a hacer aquí un retiro y luego me voy a mi vida diaria y allí no me encuentro con Dios. Dios está en mí. El hecho de crear ahora ese clima de oración es para darme cuenta, para caer en la cuenta de cual es esa presencia, y hacerla crecer en mí. Que de eso se trata:

20 y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. (Ga 2,20)

Darnos cuenta, dejarle espacio. Purificarnos también. Limpiarnos de los estorbos que hay. Porque en nuestro corazón hay muchos rincones. Y en algunos hay un poco de polvo.

Lo que pasa es que nos hemos acostumbrado. Y hemos vivido tantas cosas, y participamos de la Eucaristía tan a menudo que nos acostumbramos y no nos damos cuenta. No abrimos suficientemente nuestro corazón para que el Señor nos haga ver los mueblecitos que tenemos en esos rincones que estorban. Porque la vida cristiana, se trata de llenarnos de Dios. Si en mi corazón hay algunos rincones que hay algún mueblecito que hay un poco de porquería, eso es una parte que Dios no puede llenármela. No puede estar en mí. Por lo tanto pedirle luz: qué tengo que quitar de mi vida para que Tú seas más en mí.

El venir aquí estos dos días es para ayudarnos para saber interpretar nuestra vida. Bajo la luz de la fe. La fe no es algo accesorio a mi vida. La vida del cristiano es toda la vida vista e interpretada bajo la fe. Cuando alguien me dice algo, oigo un sonido, para saber qué es lo que me dice, tengo que saber qué quiere decir esa palabra. O al menos alguien que me la interprete. Si no, no puede haber comunicación. Pues mi vida, tiene un sentido, y la interpretación de mi vida, me la da la fe. Por lo tanto tengo que ver toda mi vida desde la fe. Desde esa presencia de Dios. Y a veces cuando uno lee un libro, hay palabras que no entiende. Y entonces coge el diccionario. Hay que encontrarse con Dios. Descubrirlo en tu vida. En nuestra vida nos hace falta a veces el diccionario, porque no la sabemos interpretar. Y nuestra vida tiene sentido. Porque Dios no nos hace una mala pasada.

Siempre vivimos baja la mirada del Señor. Mirada de presencia. Dios está en tu vida. No temer. Pero hay que saberlo interpretar. Cuando lo interpreto a mi manera me puedo equivocar. Porque Dios es el que tiene la clave de la interpretación de mi vida y de mi historia. Es el que me ha hecho. Él sabe lo que ha puesto en mi vida.

Tenemos que estar siempre a la escucha. Un coche no vale para meterlo en el mar. Por más emocionante o divertido que eso pueda ser. Cuando uno se compra un electrodoméstico, lo primero que hace es mirarse las instrucciones. Pues, ¿quién es el que sabe cómo somos nosotros? Pues el Señor.

A veces hay que coger el diccionario. Porque hay momentos de la vida que cuesta interpretarlos. Por ejemplo los momentos de la cruz. Porque en nuestra cultura no se habla del sufrimiento. No se acepta. Lo tapamos o lo eliminamos. Porque no tiene sentido. En cambio muchas veces nos encontramos que la clave es Cristo, y nos viene a hablar de cruz. Eso de lo que yo huyo. En cambio Jesús dice: el que quiera seguirme tome su cruz[i]. La suya. De eso soy capaz con la fuerza del Señor. Si sé que es puente, camino de salvación. La cruz no es para nosotros una meta. Es camino. Todo lo que me lleve a Cristo. Si es la cruz, pues la cruz.

Hemos de hilar fino, sintonizar con el corazón de Cristo,  para saber interpretar bien nuestra vida. Porque es un corazón que ama. Es muy importante saber que Dios te quiere. Si yo no me doy cuenta de que Dios me quiere, no me abro a Él. Yo me confío en quien sé que me quiere. El ejemplo de los niños pequeños en brazos de sus padres. Vamos a confiarnos en Dios de una manera especial en estos dos días. Vamos a abrirnos más intensamente. Fiarnos siempre. Cómo no nos vamos a fiar de Dios que ha dado tantas cosas por nosotros, y nos ha dado a Cristo.

Abramos nuestro corazón en confianza al Señor que está presente en mi vida. Y que ahora Él me ha llamado a estar aquí. Si es Cristo el que me ha llamado a venir al retiro no es lo mismo que si he venido yo por mi iniciativa. Fiarnos de Dios y descubrirlo en nuestra vida. Me ha llamado a estos dos días de intimidad especial. Lo mismo que en una pareja crece la relación después de los momentos de intimidad, ha de crecer nuestra relación con Dios después de estos días de intimidad. No porque yo quiera o no quiera, sino porque Dios quiere dárseme más. Ver mi vida desde Dios. Cristo es el centro de nuestra vida. Que quiere que viva en la presencia del Señor.

Y saber interpretar, porque si no, me despisto. Como aquella novia de uno que, estando su padre en el lecho de muerte iba diciéndole a los hijos los ‘pisos’ que les dejaba, y ella estaba impresionada, hasta que el novio le aclara que su padre era repartidor de botellas de butano. No interpretaba bien. Y se hacía castillos en el aire. Vamos a encerrarnos todo fuera para abrirnos a Dios todo dentro, a ese Dios que está en tu corazón.

Impresionante que Dios quiera estar en tu vida. Que Dios te ha hecho hijo suyo porque te quiere.

Vamos a cuidar esa relación. Vamos a pedírselo en confianza. Porque Él nos lo quiere dar. Y teniendo a María como madre. Encomendándonos mucho a María. Que ella de a luz a Jesús en nosotros.

Hagamos como las vacas: rumiar. Rumiar esos momentos buenos, esas experiencias. O lo que os pueda decir el Señor, en ese pasaje de la Biblia, contemplar a ese Dios que te quiere. Rúmialo, saboréalo, asimílalo. Crear ese ambiente, esa presencia de oración. Me acuesto con el Señor, me levanto con el Señor. El Señor no se va de la habitación. Vivir en esa presencia continuada del Señor, que es el único que puede dar sentido a nuestra vida. Dadle gracias porque os ha invitado a venir aquí, a su intimidad. Y dar gracias es fuente de nuevas gracias. Porque quiere decir que las apreciáis. Si yo no doy gracias, no aprecio.

Saber interpretar vuestra vida bajo la mirada del Señor.



[i] Mc 8, 34