2ª Med. Quédate con nosotros

Como estamos en el año de la Eucaristía, estas charlas tendrán una vinculación con la Eucaristía. Utilizaré cosas de la Carta Mane Nobiscum Domine, que el Papa Juan Pablo II nos dio cuando convocó este año de la Eucaristía. En esta carta, creo que el Papa intuía que sería el último año. Es como un resumen de su magisterio, de su pontificado.

El Año de la Eucaristía tiene, pues, un trasfondo que se ha ido enriqueciendo de año en año, si bien permaneciendo firmemente centrado en el tema de Cristo y la contemplación de su rostro. En cierto sentido, se propone como un año de síntesis, una especie de culminación de todo el camino recorrido. Podrían decirse muchas cosas para vivir bien este Año. Me limitaré a indicar algunas perspectivas que pueden ayudar a que todos adopten actitudes claras y fecundas.[i]

¿Síntesis de que? Yo lo interpreto un poco como síntesis de su vida. Y va a hacer alusión de todos los documentos que nos ha dado. Culminación de todo el camino recorrido.

Y empieza esta carta recogiendo de la escritura el pasaje que contemplábamos en la misa del domingo. Los discípulos de Emaús.

28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.29 Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» (Lc 24, 28-29)

Están desanimados. Están desalentados. Su vida no tiene sentido. Habían puesto su esperanza en Cristo, en el Mesías, en el Salvador. Ese Mesías que ellos interpretaban que los liberaría de los romanos. Todas esas interpretaciones de lo que pensaban que iba a ser para ellos Jesús. Pero le dirán: de todo eso, ya hace tres días. Ha muerto. Aquí se ha acabado todo: nos vamos.

Y empieza así, para hacernos ver que no se ha ido. Que en la Eucaristía Cristo está presente. Es el Sacramento de los Sacramentos. Cristo está presente en la Eucaristía porque ha resucitado y porque está presente en la Eucaristía puede estar presente en los demás Sacramentos.  Lo que pasa es que hay que dejar que el Señor nos introduzca en los misterios divinos.

Para captar esa presencia de Cristo real en la Eucaristía yo creo que hay que ser como niños. Yo acostumbro a ir a Venezuela con los indios pemones. En el sur de Venezuela, cerca de Brasil. Donde hablan el pemón. Que se parece bien poco al castellano. Una vez celebrándoles la Eucaristía estoy allí y en el momento de la paz, un niño de 3 o 4 años, cuando yo bajo a dar la paz, él sube y estaba el cáliz en el altar. El Cuerpo y la Sangre de Cristo. Y acercándose al cáliz, hace como si le diese la paz al Cáliz. Un mocoso. Sin teología ni nada, captó que allí no había algo sino que había alguien. Dios se ha revelado precisamente a los humildes y sencillos.

Y por eso a estos discípulos se les va a hacer presente en su camino. Ellos huyen. Huyen de Jerusalén. ¿Qué pasa en Jerusalén? Pues que sus esperanzas se han muerto y tienen miedo que les pase como al Mesías. Y entonces se van. Nosotros a veces en nuestra vida espiritual huimos. Llevamos ya tanto tiempo haciendo retiros, y nos sé cuantas cosas, que si charlas, Horas Santas, etc…

Pero a veces hay aspectos de nuestra vida que no acabamos de hacerles frente y huimos. Y eso no nos ayuda a crecer. Son como un lastre. ‘Esa situación no quiero interpretarla bajo el dominio de Dios, bajo la mirada de Dios, bajo su presencia’, pensamos.

Y por eso a veces nos falta alegría. A veces nos falta a los cristianos la alegría. Y es que no acabamos de gozar del Señor. Aunque sean cosas pequeñas. Si yo tengo un globo aerostático, aunque tenga un hilillo pequeño que lo ata al suelo, privará que ese globo pueda subir y disfrutar de la panorámica. Y eso que sólo es un hilo.

Vamos a dejar que el Señor ande con nosotros. Que se acerque a nuestra vida. Ellos iban tristes. Nosotros a veces también tenemos situaciones de desánimo. ¿Cuál es nuestra vida personal ahora? ¿De euforia? ¿Huimos de algo? ¿Tengo alguna desesperanza por ahí escondida? ¿Vivo mi fe para ‘ir tirando’? ¿Vivo de la rutina?[ii]

A veces hay en nuestra vida situaciones de desánimo. Y Jesús se pone a caminar con nosotros, como con los discípulos de Emaús. Jesús viene a mi trayecto. Viene a mi historia. Se pone a caminar con nosotros.

Ésta fue la invitación apremiante que, la tarde misma del día de la resurrección, los dos discípulos que se dirigían hacia Emaús hicieron al Caminante que a lo largo del trayecto se había unido a ellos.

Ese trayecto, a veces es largo. Es pesado, es costoso. Pues Jesús se pone en ese camino costoso y largo junto a nosotros.

Y ellos estaban tan abrumados y tristes, que no se imaginaban que podía ser Jesús. Para ellos había muerto. ¿Y qué hacían ellos? Pues hablaban de sus cosas. Pensaban solos. No tenían perspectiva de Resurrección. Eso nos pasa a veces a nosotros en nuestra vida. Jesús se pone a andar en su trayecto. Se pone a caminar en tu trayecto. Se une a tus penas y sufrimientos. A tus alegrías y esperanzas. A tus preocupaciones.

Jesús entonces se pone a interpretarles las Escrituras. Y cómo lo debía hacer, que cuando lo han reconocido:

32 Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32)

Dejaron entrar en su vida a Jesús. Aun cuando no lo reconocían al principio. Jesús es el único que te puede dar ese calor. Esa consolación, ese sentido en tu vida, aun cuando haya momentos difíciles y de los cuales puede ser que huyas.

¿Por qué no lo reconocen? Pues porque a veces queremos ‘al de antes’. Querían al Jesús de antes. No al Jesús que pasa por la Cruz. A ese no. Como ahora con la elección del nuevo Papa. El que venga será el que el Espíritu Santo nos dará, nos obsequiará. No se trata de listones, sino de presencia del Señor, de presencia del Espíritu Santo. Que nos va a dar la fuerza y la gracia para vivir la relación con el nuevo Papa. El Espíritu Santo sabe hacer las cosas. Sabe más que nosotros. Por eso, no lo reconocen porque quieren al de antes. Y eso nos impide avanzar. Porque ellos no avanzan, huyen, se escapan.

A veces hemos tenido en nuestra vida espiritual momentos de consolación, momentos fuertes y ya pensamos ‘como eso no lo voy a tener nunca’ vivo de la añoranza de ese momento. En vez de que ese momento me de fuerza para el presente. Y entonces no sé ver a Dios en mi presente. Y entonces no acojo la fuerza del Señor ni su gracia para vivirlo, porque no vivo de la renta. Vivo en la añoranza de esa consolación, de ese momento. Por lo tanto, por eso no le reconocen. Nosotros a veces no reconocemos al Señor por eso también. Porque no vivimos el presente que Dios nos da y nos ofrece.

Pero ya sabemos que para los cristianos en cierta manera el día es la noche y la noche es el día. Porque el día espera la noche como santa Teresa que espera morir para encontrarse con el Señor. Pues en estos dice que ardía su corazón.  Era el Señor el que calentaba el corazón. Por lo tanto hemos de abrirnos al Señor para que nos explique nuestra historia, nuestro mundo, nuestro entorno, nuestra familia, nuestras cosas. Él es el que tiene la clave de todo. Dice aquí el Papa que es Dios quien tiene que introducirnos en sus misterios, no sólo la razón. Es una gracia de Dios. Dios se revela.

Es impresionante, las maravillas que hace Dios. Lo que pasa es que a veces no nos lo creemos. Ponemos nuestro chip, nuestra manera de pensar. Cuántas veces les dirá Jesús a sus discípulos a los que había aleccionado un montón de veces, que ‘vuestra manera de pensar no es la de Dios’. Hemos de cambiar. Cambiar la mente, nuestra manera de ver las cosas. Es la lógica de la cruz que es la lógica del amor, que va mucho más allá que la lógica de la razón. Por eso le hemos de pedir en estos días: Señor, muéstrame los misterios. Ayúdame a comprenderlos, a entenderlos. A seguirte. El misterio de mi vida. Que es comunión contigo. El misterio de la misión que tengo. Pues resulta que los discípulos de Emaús, se pensaban quedar en Emaús. Jesús va de largo. No quiere hacerse pesado. Les dice que va de camino. Y ellos le dicen: “Quédate con nosotros que atardece”; y es que para nosotros, sin Dios, también atardece. Por tanto pidámosle hoy: “Quédate Señor con nosotros”. Qué bonito en la Eucaristía: se ha quedado con nosotros. Se ha de quedar con nosotros. Hay que pedírselo.

¿Y cuándo lo reconocerán? En la fracción del Pan. ¿Y a qué hace alusión la fracción del Pan? Pues a la entrega total del Señor por nosotros. La Eucaristía es Cristo que se entrega por ti y por mí. Obras son amores y no buenas razones. Les dio una clase de teología impresionante. Debió ser sensacional, pero aún con todo no le reconocían. Por eso podemos hablar mucho, pero le reconocen en el signo de la entrega. Nosotros también en nuestra vida podemos dar muchos discursos, intentando convencer a los otros, pero se nos escapan. Por eso, no desanimarnos, porque Jesús fue el mejor maestro, el mejor catequista, el mejor pastor, y van y le dejan solo en la cruz. Habría como para desanimarse. Nosotros nos desanimamos. Y si las cosas no salen como queremos nos afecta a la fe. Nos desinflamos. A nosotros nos reconocerán en la fracción del pan de nuestra vida.

Qué bonito, saber reconocerle en nuestra vida de esta manera. Y en esa fracción del pan, se hace presente el misterio de su muerte y resurrección. Que quiere ser también el misterio de tu muerte y de tu resurrección. Hemos de poner a Cristo en el centro de nuestra vida, en el centro de la Iglesia. Para que sea Cristo quien vive en mí. A los discípulos de Emaús les poseyó totalmente. Les fue inundando el corazón. Y eso es lo que tenemos que mirar. Saber dónde vamos. Estos discípulos iban de camino. Huían del problema. Nosotros lo hacemos a veces. Huimos de situaciones, de problemas. No les hacemos frente, tenemos miedo. Porque no lo vemos desde Dios. El encuentro con Jesucristo resucitado no les soluciona el problema. Su problema era Jerusalén, de donde huían, y Cristo les manda de vuelta a su problema. Y confirmaron en la fe a sus hermanos. Y todos aquellos llegaron a dar su vida por el Señor. Y les dio fuerza para hacer frente al problema, para vivir la realidad. Ellos huían del Señor, huían de Jerusalén. Se lo montaban a su manera, y por eso iban desanimados.

Nosotros también en nuestro presente, ¿para qué quiere darme fuerza el Señor? ¿Para qué cosa? Porque yo ya puedo querer que me de fuerza, pero si no me pongo a tiro… ¿De qué huyo? ¿Dejo que interprete mi vida el Señor? O ¿hay cosas en las que no dejo que entre? Y por tanto tengo esas pequeñas tristezas, esos pequeños rincones de mi vida que no respiro. Que falta vida. ¿Dónde vamos? Vamos al cielo: es el fin de nuestra vida: estar en el cielo con Dios. Todo en tanto en cuanto me lleva a Dios. Vamos al cielo con la comunión de los santos.

Cuánta gente en el cielo que está intercediendo por nosotros (ahora Juan Pablo II). Por lo tanto, en nuestro caminar, no huir del problema. Vivirlo desde el presente, que el Señor me da la gracia, me da la fuerza. Que quiere iluminarme, que quiere darme esperanza y al mismo tiempo agradecer a tantos intercesores que ya han llegado. Y ser conscientes de una realidad: podemos tenerlo todo muy claro, pero el ambiente es muy adverso. Y poco a poco nos van desviando. Tenemos que ir continuamente corrigiendo la dirección, porque si no, acabamos perdiendo la perspectiva del cielo. El cristiano no hay nada que le aparte de su camino si no quiere:

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? (Rom 8, 35)

El cristiano es catalán: lo aprovecha todo. Hasta la cruz. En lo más negativo, en lo más adverso se aprovecha todo. Treure-li profit a tot.

Quédate con nosotros que atardece…

Pidámoslo de verdad. Que a veces pedimos cosas sin desearlas. Señor te pido que me ayudes a desear lo que te pido. Si lo deseamos de todo corazón, el Señor nos lo dará si es para nuestro bien. Que tengamos ese espíritu catalán de aprovecharlo todo para mayor gloria de Dios.



[i] En letra Courier las citas de la Carta ‘Mane Nobiscum Domine’

[ii] Aquí hay que matizar que tantas veces decimos que hacemos las cosas por rutina y eso no es tan negativo: el día que dijiste: yo voy a Misa cada día, eso lo hiciste seguramente como un acto de amor al Señor. Por tanto, aunque no seas totalmente consciente cuando llevas unas 114 veces yendo, ese acto que se produce en la 114, está inspirado en el amor inicial. Aunque pueda haber una rutina o costumbre, es algo positivo, porque eso está inspirado por el amor. Aunque siempre es bueno ser consciente de lo grandioso que es el amor. Así pasa, por ejemplo en el matrimonio. Cosas que se hacen por rutina, pero basadas en el amor prometido. Cuando tenía 25 años te dije que te quería para siempre.