5a Med. Había en el lugar mucha hierba

El trabajo lo está haciendo el Señor. Esto es lo que tiene que quedar. Lo que tiene que salir como fruto, es simplificar las cosas. Tener una mirada simple y una vida simple. En el fondo tanto nos atrae, esa simplicidad.

El principio de la vida contemplativa está en esa situación de la que hablábamos de la Samaritana, cuando se da cuenta de que no sabe.

Vamos viendo que en el camino del desprendimiento, vamos quedando despojados, y en cambio, cuanto más despojados, más nos da el Señor. Esa es la experiencia cristiana: cuando el Señor hace todo en nosotros.

Vamos a ver el milagro de la multiplicación de los panes.

Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían los signos que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos.Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.

Cada vez que Jesús sube al monte es porque va a hacer algo importante, un signo elocuente para los que están delante.

Aquí también nos quiere mostrar algo: el va abnegando hasta que al final lo tiene que hacer todo Él.

Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe:

Le dice:

«¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle,

Eso es lo que el Señor va a hacer a nosotros en un momento de la vida espiritual: te pone en situaciones que te sobrepasan.

porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.»

Reconoce que no puede darles de comer. (Felipe) Esa es la experiencia que conviene que hagamos también. En la oración, santa Teresa habla de cuatro modos de sacar el agua del pozo.

Al principio sacas el agua tirando de la cuerda con mucho esfuerzo. Y además luego se te va cayendo por el camino. Es una oración activa, en la que con mucho esfuerzo, sacas muy poco. Después se te ocurre poner una polea. Ya no haces tanta fuerza, pero también sacas muy poca agua. Cuando sale un chorrillo de agua del pozo, entonces se empieza el campo a regar. Y sin esfuerzo. Y el colmo es ya cuando llueve un buen chorro y se empapa bien toda la tierra. Estos dos últimos son aquéllos en los que empieza a haber una contemplación pasiva. Es decir, en la que se está recibiendo. Que tú no haces ningún esfuerzo, y que el Señor se va dando. Y esa es la experiencia que quiere hacer en la multiplicación de los panes y los peces. Y pone a Felipe a prueba. A nosotros también nos pone en situaciones que nos sobrepasan. Para que en la humildad empecemos a saber que no podemos. Para que nos vayamos conociendo. Para que reconozcamos que no somos nada y que no puedo. A la que reconozca que yo no puedo, el Señor ya puede hacer el milagro.

¿Cuándo actuará el Señor? Mientras nosotros no reconozcamos nuestra incapacidad, el Señor no actúa. No se mueve. Cuando empezamos a reconocer que somos incapaces, entonces empezará Él a hacer. La única manera de que Dios pueda actuar, es que nosotros hayamos aprendido la lección de que nosotros no podemos. Esa es la experiencia actual de la Iglesia: intentamos convertir a la gente y nada. Hacemos muchas acciones pastorales y nada. A ver si así reconocemos que no podemos, y Él actuará.

Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»

Otra vez vuelve a reconocer que no podemos. No hay nada que hacer por nuestras fuerzas. Reconoce la imposibilidad de hacer algo. Ahí nos quiere el Señor, porque hasta que no reconozcamos nuestra inutilidad, el Señor no puede hacer el milagro.

El Señor nos mete en situaciones que sobrepasan nuestras capacidades para que reconozcamos nuestra inutilidad. Y entonces hacerlas Él. Entonces viene lo bueno.

10 Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.»

Ante la inutilidad parece que lo lógico sería ponerse a hacer algo, que vayan a las casas a buscar comida, lo que sea. Pero hacer algo. Pero el Señor dice que se sienten.

Había en el lugar mucha hierba. (Jn 6)

Para que estén cómodos y vean cómodamente el milagro. No estorbéis, solamente confiad. El evangelio lo único que pide es la fe. Si tuvieses fe como un grano de mostaza, moverías montañas. No dice que empieces a moverte. Siéntate, confía. Eso ya es cuando se ha llegado a un nivel de abnegación fuerte, y de ver tu inutilidad de ver que no puedes hacer nada, y que sólo lo puede hacer Él. Por eso el Señor sólo lo deja a ver a quienes han entrado en humildad. Porque al Señor le gusta lucirse. A quien lo puede ver, en su humildad, en agradecimiento, viendo su nada. Se está apoyando en la fe. Sólo en un acto de fe. Fijaos lo que le pasa a Simón Pedro, que ve al maestro que viene caminando por las aguas. Y el maestro le dice: ‘ven’. Y empieza a andar sobre las aguas. Y ¿por qué? Porque confía. Por eso puede andar por encima de las aguas. En el momento que aparta la mirada del maestro, se hunde. En el momento que cae la fe, cae (cf. Mt 14, 25). Vuelves otra vez a tener que sacar agua con el cubo. Eso te hace estar ahí con suma humildad, viendo que nada es tuyo. Como el Hijo. Y ahí estás. Fijaos en eso. Porque al final, la experiencia es que se sacian:

Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. 11 Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. 12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» 13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

Al Señor le gusta darte más. Saciarte. La experiencia del que va haciendo con sus fuerzas: pues de sacar una chispita de un esfuerzo tremendo. Por ejemplo en la oración. En cambio el otro va, y en un momento está en contemplación. Uno se queda sediento, porque ha sacado muy poco. El otro tiene experiencia de saciedad. Le sobrepasa. Lo mismo en las tareas apostólicas. Al principio va uno y se mata a hacer cosas y saca poco. El que ya está metido en estas cosas, va se sienta, contempla lo que el Señor está haciendo y saca mucho fruto: eso son los santos. Eso es la vida cristiana. Lo que quiere el Señor de nosotros. Todo se apoya en un acto de fe.