3a Med. La muerte a la luz de la fe

Queremos verla como en el caso de la meditación sobre el pecado, de forma positiva.

Parece que en tiempo de ejercicios, estamos mejor dispuestos para enfrentarnos con estas verdades fundamentales de nuestra vida.

Pienso que nuestra cultura tiene más vergüenza de la muerte que otras culturas, o que otras épocas de nuestra cultura. En la India, por ejemplo, no tienen vergüenza de la muerte, de la incineración pública, la muerte está muy presente en la vida colectiva.

Nuestra civilización tiene vergüenza de los muertos, y los elimina rápidamente. Y una cosa que me parece no nos ha hecho bien pastoralmente, es el invento de los tanatorios. Porque enfría el sentimiento de transcendencia.

Desde que la gente no nace en casa y no se muere en casa, la familia ha perdido un poco el sentido de la transcendencia y de lo sagrado. Quizá muchos morirían más a gusto en casa que en el hospital.

Meditemos sobre esta realidad que la gente olvida y esconde como si fuera una vergüenza. Decía el cardenal Bernardin (de Chicago)

En los últimos meses de su vida escribió un pequeño libro sobre su vida. Y dice al final:

‘Al acabar este libro me siento a la vez agotado y exultante. Agotado porque la fatiga del cáncer es abrumadora. Exultante porque he finalizado un libro muy importante para mí. Mientras escribo estas palabras finales, mi corazón rebosa de alegría. Estoy en paz. Es el primer día de noviembre y el otoño va dejando paso al invierno. Pronto los árboles perderán los colores vibrantes de sus flores y las hojas cubrirán el suelo. La tierra se cerrará. Y la gente correrá hacia sus destinos, bien arropada para darse calor. Los inviernos en Chicago son duros. Es tiempo de muerte. Pero sabemos que pronto vendrá la primavera, con toda su nueva vida y su maravilla. Es evidente que en primavera no estaré vivo, pero pronto experimentaré la vida de otra manera. Aunque no se qué me espera en la otra vida, se que así como Dios me llamó para que le sirviera con toda mi capacidad a lo largo de mi vida en la tierra, ahora me llama a casa.

Muchas personas me han pedido que les hablara del cielo y de la otra vida, sonrío ante esta petición, porque no se mucho más que ellas. Sien embargo, cuando uno me preguntó si esperaba unirme a Dios y a todos los que me han precedido, hice una asociación con algo que he dicho en este libro: la primera vez que bajé con mi madre y mi hermana al pueblo de mis padres, en el norte de Italia, me sentí como si ya hubiera estado allí anteriormente. Después de dos años de mirar los álbumes de fotos de mi madre, conocía ya las montañas, la tierra, las casas, la gente. Apenas hube entrado en el valle por primera vez, dije ‘¡Dios mío! yo conozco este lugar: estoy en casa.’ Más o menos pienso que pasaré de esta vida a la eterna: estaré en casa.

Me hizo recordar la forma como afrontaron la muerte una religiosa joven y más tarde un seglar.

Decía esta religiosa:

Yo estoy pensando que Jesús ha dicho: ‘Me voy a prepararos un lugar.’ Y como que Él me conoce y me ama, estoy segura que será un lugar adecuado a mi manera de ser. Y que ciertamente me encontraré como en casa. Porque sé que soy esperada.

Es una mirada clara. Una manera cristiana de ver la proximidad de la muerte. Ciertamente un don de Dios, pero nos hemos de preparar para ese momento.

También Unamuno cree en la otra vida, la desea entrañablemente, pero tiene sus dudas:

En la poesía titulada Hermosura expresa sus sentimientos.

A mí me resulta muy familiar lo que describe en esa poesía por mis estudios en Salamanca.

Del agua surge la verdura densa;
de la verdura,
como espigas gigantes, las torres
que en el cielo burilan
en plata su oro.

Son cuatro fajas:
la del río, sobre ella la alameda,
la ciudadana torre
y el cielo en que reposa.

Y todo descansando sobre el agua,
fluido cimiento,
agua de siglos,
espejo de hermosura.

La ciudad, en el cielo pintada
con luz inmoble;
inmoble se halla todo,
el agua inmoble,
inmóviles los álamos,
quietas las torres en el cielo quieto.

Y es todo el mundo;
detrás no hay nada.

Con la ciudad enfrente me hallo solo,
y Dios entero
respira entre ella y yo toda su gloria.

A la gloria de Dios se alzan las torres,
a su gloria los álamos,
a su gloria los cielos
y las aguas descansan a su gloria.


El reposo reposa en la hermosura
del corazón de Dios, que así nos abre
tesoros de su gloria.

Y al final:

 

La noche cae, despierto,
me vuelve la congoja,
la espléndida visión se ha derretido,
vuelvo a ser hombre.

Y ahora dime, Señor, dime al oído:
tanta hermosura
¿matará nuestra muerte?

Es el sentido de duda de una persona que está tocando la fe. Pero que aún no ha dado el paso del todo, y ruega muchas veces, insistentemente, como tantos otros.

Dice en su Salmo I

¡Señor de nuestra vida.
Si Tú Señor existes, di por qué y para qué. Di tu sentido!

¡di por qué todo!
¿No pudo bien no haber habido nada
ni Tú, ni mundo?

Dice esto que podría decirlo un místico:

¡Quiero verte, Señor, y morir luego,
morir del todo;
pero verte, Señor, verte la cara,
saber que eres!
¡Saber que vives!

Mírame con tus ojos,
ojos que abrasan;
¡Mírame y que te vea!
¡Que te vea, Señor, y morir luego!

y más adelante:

¡que muramos, Señor, de ver tu cara,
de haberte visto!

“Quien a Dios ve, se muere”,
dicen que has dicho Tú, Dios de silencio;
¡que muramos de verte
y luego haz de nosotros lo que quieras!

¡Mira, Señor que va a rayar el alba
y estoy cansado de luchar contigo
como Jacob lo estuvo!

Tenía sus dudas, pero realmente tenía fe.

En su lápida Unamuno hizo poner este verso a modo de epitafio:

Ábreme tu pecho Padre
misterioso hogar,
pues vengo desecho del duro bregar

La muerte es uno de los problemas más fundamentales planteados a todas las civilizaciones y todas las filosofías. Un problema que no se puede resolver ‘de tejas para abajo’. Porque el problema es cómo se puede dar en un mismo ser, el hombre, absoluta disposición activa de él mismo, ya que somos los únicos seres libres de la creación visible. Que disponemos absolutamente de nosotros mismos, y a la vez estamos al mismo tiempo a disposición de la muerte.

Ante este problema hay 3 soluciones:

Cuando a veces se insiste tanto en que no hay otra vida, pienso en los estudios de un gran hombre de ciencia francés, que la primera prueba del paso del homo faber (que hace cosas) al homo sapiens (que piensa, el hombre inteligente), son las tumbas intencionadas. Ya no abandona los muertos en los barrancos o en las simas, sino que pone los muertos en tumbas que llama ‘intencionadas’. Al lado del muerto, se ponen elementos. Objetos de su vida. La interpretación que hacen los estudiosos, es ésta: ‘ante el absurdo de pensar que aquel muerto, totalmente muerto, ha dejado de vivir totalmente. O que ante el misterio de aquella muerte, aunque hay muerte, de alguna manera hay vida. El homo sapiens opta por el misterio. Entre el absurdo de ‘todo acabado’ y el misterio, opta por los puntos suspensivos de antes. Los estudiosos dicen que el homo sapiens aparece sapiens cuando la muerte comienza a decirnos palpablemente que hay formas en las tumbas intencionadas. Quizás no sepa qué hay después de la vida, pero intuye que no todo acaba con la muerte. Y es triste que miles de años después, nuestra cultura quiera negar aquello que los primeros homo sapiens tuvieron claro hasta donde podían tenerlo, aceptando una perspectiva de continuidad de vida después de la muerte.

Delante de este problema: yo me siento libre pero estoy a total disposición de la muerte, y de eso no me puedo librar, no soy libre, una salida es afirmar que la muerte puede ser un acto de desesperación última, y aceptar la nada definitiva. Esta nada de la que quería escapar Unamuno, (que decía: “algunos dicen que hay que aprovechar al vida, ¿y los que no nos contentamos con la vida? No digo que yo me merezca la eternidad, digo-que-la-necesito.”)

Este camino puede ser un camino de aceptación o de desesperación última. Aceptar la nada, definitivo del ser, eso naturalmente no sería cristiano.

Una segunda postura es la de un acto de obediencia para que el absoluto, el Otro pueda disponer de mí mismo, y eso ya es cristiano. Pero pienso que a nosotros Dios nos pide algo más que ponernos a disposición del Otro. Y pido a Dios que nos haga a todos este don, el de ponernos a disposición del , que quisiéramos que fuera el definitivo nuestro.

El otro paso es una respuesta de fe al problema de la muerte que proviene de Dios. No que la muerte provenga de Dios (es fruto del pecado) sino que proviene de Dios la respuesta a la muerte. Por la fe llegamos a la eliminación de la situación radical de la muerte por la confianza en el Dios de la vida eterna.

Es una eliminación gratuita que no es en absoluto fruto de nuestra naturaleza humana sino que es fruto de un don de Dios. Esta es la actitud más cristiana porque aquí se encuentra que la realidad de esta vida es la que tengo de ella una inmediatez empírica. Lo palpo, lo toco. Amigos, sacerdotes, obispos, familia, tengo mucha familia. Todo ello, realidades de todo tipo. Entonces eso lo he de dejar. En el momento de la muerte, el buen Dios me pide que yo deje voluntariamente, y lo acepte, esta vida palpable y poseída claramente, por otra vida de la cual no tengo otra garantía —que no es poca— que su palabra. Porque es así. Todo lo palpable, lo que amamos. Lo que durante años hemos visto con ilusión, aunque nos ha hecho trabajar y sufrir, todo eso que es una vida en la que nos hemos inmergido profundamente, Él nos quiere que lo dejemos a cambio de una palabra suya. Hacer eso supone el amor, y supone la confianza. Por eso mismo aceptar la muerte con fe es el acto de mayor confianza en Dios. Porque a lo largo de la vida, le damos muchas cosas, pero cuando se nos avisa que nos está llegando la muerte, y ojalá que se nos avise siempre, entonces se nos pide de un golpe aceptarlo todo. Pero es el acto de mayor confianza en Dios que hacemos en nuestra vida. Fiarnos de su palabra quiere decir que hacemos el acto más grande de amor hacia Dios, porque es un acto en el que confiamos en ese amor sabiendo que no nos hará daño. Y al releer esto estos días, recordaba lo que me dijo un compañero nuestro, sacerdote primero de Barcelona y luego obispo, Mons. Capmany[1], Muy inteligente, muy espiritual, muy bienhumorado además. Estando muy cerca de la muerte, me dijo: ‘Saps que, Ricard; penso que passi el que em passi, no em pot passar res de dolent’. Eso dicho aquí queda muy bien, pero cuando uno está en la cama y sabe que se está muriendo…

Eso es confianza, amor, eso es refiarse. Era consciente de que le quedaban pocos días y lo he recordado porque es un hermano que todos hemos conocido y me parece que nos puede ayudar a nosotros.

Res de dolent no em pot passar.

Y creerlo como lo creía serenamente y firmemente.

Por eso digo que es la más grande situación existencial de la fe. Nosotros podemos realizar actos heroicos de fe y esperanza, pero la más radical es la que hacemos en el momento de la muerte cuando nos apoyamos solamente en su amor, que sabemos que es un amor fiel. Por este motivo eso supone una reflexión no solamente ascética sino también mística.

Algunos dicen que preferirían morirse sin saberlo, y yo respeto esa opinión, pero fijaos que la larga experiencia de la Iglesia, ha hecho que en las letanías de los santos una de las cosas que pedimos es:

A subitanea et improvisa morte, libera nos, Domine. (De la muerte súbita e imprevista, líbranos, Señor.)

La Iglesia piensa que es mejor no morir de una manera instantánea e imprevista. Esa es la sabiduría de la Iglesia. No se condena lo otro. Cada uno tiene su concreta sicología. Si Dios lo quiere, pues así sea.

Insistimos un poco más en el sentido cristiano de la muerte:

Este es el sentido de la muerte cristiana, el acto de aceptación de aquello nuevo y de la vida divina al renunciar a esta vida, a cambio de la Palabra de Dios. Y esto no es poco. Es todo. Con este acto de entrega a Dios, el cristiano trasciende su experiencia y se apoya en la Palabra de Dios. Este mismo acto, tal como es una realización radical de todo lo que es intramundano es una entrega de toda nuestra vida personal a Dios. Nuestra vida es para Dios, y eso se concreta de una manera contundente ese día. Fijaos que Pablo, que afinaba tanto, yo creo que no dice ni una sola vez ‘el día de la muerte’, o algo parecido. Siempre dice ‘el día del Señor’. Ciertamente, uno quisiera ser siempre del todo del Señor, pero nos distraemos en muchas cosas, aunque no sean malas. Claro, el día de la muerte sí que es el día del Señor, porque rotundamente vamos a ser y para siempre, del Señor. Es una de las cosas de Pablo que transparentaba su fe y su confianza. Nos preguntamos: ¿lo asumiremos con resignación o lo asumiremos con gozo, cosa que sería un gran don?

Otra muerte positiva, es la muerte de Moisés, que a mí me ha impresionado siempre.

1 Fue Moisés y dijo estas palabras a todo Israel. Y les añadió: 2 «Tengo hoy ciento veinte años. Ya no puedo seguir como jefe. Y Yahvé me ha dicho: Tú no pasarás este Jordán. 3 Yahvé tu Dios será el que pase delante de ti, él destruirá ante ti esas naciones y las desalojará. (Dt 31)

Cuando el Señor le dice a Moisés que no verá la tierra prometida,

12 Dijo Yahvé a Moisés: «Sube ahí a la sierra de Abarín y contempla la tierra que he dado a los israelitas. 13 Cuando la veas, irás a reunirte tú también con los tuyos, como se reunió tu hermano Aarón. 14 Porque os rebelasteis en el desierto de Sin, cuando protestó la comunidad y cuando os mandé manifestar delante de ella mi santidad, por medio del agua.» Son las aguas de Meribá de Cades, en el desierto de Sin.

15 Dijo Moisés a Yahvé: 16 «Que Yahvé, Dios de los espíritus de todo viviente, ponga un hombre al frente de esta comunidad, 17 uno que salga y entre delante de ellos y que los haga salir y entrar, para que no quede la comunidad de Yahvé como rebaño sin pastor.» (Nm 27)

Moisés no le pide más tiempo o que le deje entrar, no. Le pide a Dios un pastor para su pueblo. Dieciocho siglos más tarde sentirá pena Jesús porque estaba la gente como ovejas sin pastor.

Moisés se preocupa de los demás hasta el último momento. Le va diciendo el Señor lo que tiene que hacer:

18 Respondió Yahvé a Moisés: «Toma a Josué, hijo de Nun, hombre en quien está el espíritu, imponle tu mano, 19 y colócalo delante del sacerdote Eleazar y delante de toda la comunidad para darle órdenes en presencia de ellos 20 y comunicarle parte de tu dignidad, con el fin de que le obedezca toda la comunidad de los israelitas. 21 Que se presente al sacerdote Eleazar y que éste consulte acerca de él, según el rito de urim, delante de Yahvé. A sus órdenes saldrán y a sus órdenes entrarán él y todos los israelitas, toda la comunidad.» 22 Moisés hizo como le había mandado Yahvé: tomó a Josué y lo puso delante del sacerdote Eleazar y delante de toda la comunidad. 23 (Eleazar) le impuso su mano y le dio sus órdenes, como había dicho Yahvé por Moisés.(Nm 27)

Y en Dt 32

48 Yahvé habló a Moisés aquel mismo día y le dijo: 49 «Sube a esa montaña de los Abarín, al monte Nebo que está en el país de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán que yo doy en propiedad a los israelitas. 50 En el monte al que vas a subir morirás, e irás a reunirte con los tuyos, como tu hermano Aarón murió en el monte Hor y fue a reunirse con los suyos. 51 Por haberme sido infieles en medio de los israelitas, en las aguas de Meribá de Cades, en el desierto de Sin, por no haber reconocido mi santidad en medio de los israelitas, 52 por eso, sólo de lejos verás la tierra, pero no entrarás en ella, en esa tierra que yo doy a los israelitas.»

Y la respuesta de Moisés es que dé un hombre que guie al pueblo para que no queden como oveja sin pastor.

Y Moisés bendice amorosamente a todas las tribus. No piensa en él.

1 Ésta es la bendición con la que Moisés, hombre de Dios, bendijo a los israelitas antes de morir. 2 Dijo: Ha venido Yahvé del Sinaí. Para ellos desde Seír se ha levantado, ha brillado desde el monte Parán. Con él las miríadas de Cades,

Ley de fuego en su diestra para ellos. 3 Tú que amas a los antepasados, todos los santos están en tu mano. Y ellos, postrados a tus pies, cargados están de tus palabras.

4 Una Ley nos señaló Moisés, herencia de la asamblea de Jacob.

5 Hubo un rey en Yesurún, cuando se congregaron los jefes del pueblo, todas juntas las tribus de Israel.

6 ¡Viva Rubén y nunca muera, aunque sean pocos sus nombres!

7 Para Judá dijo esto: Escucha, Yahvé, la voz de Judá y guíale hacia su pueblo.

Sus manos le defenderán y tú serás su auxilio contra sus enemigos.

8 Para Leví dijo: Dale a Leví tus urim y tus tumim al hombre de tu agrado, a quien probaste en Masá, con quien te querellaste en las aguas de Meribá, 9 el que dijo de su padre y de su madre: «No los he visto.» El que no reconoce a sus hermanos y a sus hijos desconoce. Pues guardan tu palabra, y tu alianza observan.

10 Ellos enseñan tus normas a Jacob y tu Ley a Israel; ofrecen incienso en tu presencia, y perfecto sacrificio en tu altar. 11 Bendice, Yahvé, su vigor, y acepta la obra de sus manos. Rompe los lomos a sus adversarios y a sus enemigos, que no se levanten.

12 Para Benjamín dijo: Querido de Yahvé, en seguro reposa junto a Él, todos los días le protege, y entre sus hombros mora.

13 Para José dijo: Su tierra es bendita de Yahvé; para él lo mejor de los cielos, el rocío, y del abismo que reposa abajo; 14 lo mejor de los frutos del sol, de lo que brota a cada luna, 15 las primicias de los montes antiguos, lo mejor de los collados eternos,

16 lo mejor de la tierra y cuanto contiene, y el favor del que mora en la Zarza: ¡caiga sobre la cabeza de José, sobre la frente del elegido entre sus hermanos!

17 Primogénito del toro, a él la gloria, cuernos de búfalo sus cuernos; con ellos acornea a los pueblos, a todos juntos, hasta los confines de la tierra.

Tales son las miríadas de Efraín, tales los millares de Manasés.

18 Para Zabulón dijo: Regocíjate, Zabulón, en tus empresas, y tú, Isacar, en tus tiendas. 19 Convocarán a pueblos a la montaña, ofrecerán sacrificios de justicia,

 pues gustarán la abundancia de los mares,  y los tesoros ocultos en la arena.

20 Para Gad dijo: ¡Bendito el que ensanche a Gad! Echado está como leona; desgarra un brazo, y hasta una cabeza; 21 se ha quedado con las primicias, pues allí la porción de jefe le estaba reservada, y ha venido a la cabeza del pueblo: ha cumplido la justicia de Yahvé, y sus juicios con Israel.

22 Para Dan dijo: Dan es un cachorro de león, que se lanza desde Basán.

23 Para Neftalí dijo: Neftalí, saciado de favor, colmado de la bendición de Yahvé, Oeste y Mediodía son su posesión.

24 Para Aser dijo: ¡Bendito Aser entre los hijos! Sea el favorito entre sus hermanos, y bañe su pie en aceite.

25 Sea tu cerrojo de hierro y de bronce, y tu fuerza dure como tus días. 26 Nadie como el Dios de Yesurún, que cabalga los cielos en tu auxilio, y las nubes, en su majestad.

27 El Dios de antaño es tu refugio, debajo de ti están sus brazos eternos. Él expulsa ante ti al enemigo, y dice: ¡Destruye! 28 Israel mora en seguro; la fuente de Jacob aparte brota para un país de trigo y vino; hasta sus cielos el rocío destilan.

29 Dichoso tú, Israel, ¿quién como tú, pueblo salvado por Yahvé, cuyo escudo es tu auxilio, cuya espada es tu esplendor?

Tus enemigos tratarán de engañarte, pero tú hollarás sus espaldas. (Dt 33)

Sigue pensando en las tribus, una a una. Pasamos al 27, 12, y dice Yahvé a Moisés:

Y Pablo en 2 Cor 5 dice:

6 Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos desterrados lejos del Señor, 7 pues caminamos en fe y no en visión... 8 Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor. 9 Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él, nos afanamos por agradarle. 10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal.

Y más adelante:

13 En efecto, si hemos perdido el juicio, ha sido por Dios; y si somos sensatos, lo es por vosotros. 14 Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron[2]. 15 Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Y en Filipenses 1

20 conforme a lo que aguardo y espero, que en modo alguno seré confundido; antes bien, que con plena seguridad, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, 21 pues para mí la vida es Cristo, y el morir, una ganancia. 22 Pero si el vivir en el cuerpo significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger... 23 Me siento apremiado por ambos extremos. Por un lado, mi deseo es partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; 24 mas, por otro, quedarme en el cuerpo es más necesario para vosotros.25 Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe, 26 a fin de que tengáis por mi causa un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús cuando yo vuelva a estar entre vosotros.

y a Timoteo, ya muy cerca de su muerte.

 

3 Doy gracias a Dios, a quien, como mis antepasados, rindo culto con una conciencia pura, cuando continuamente, noche y día, me acuerdo de ti en mis oraciones. 4 Tengo vivos deseos de verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de alegría. 5 Pues evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti. (2Tm 1)

Es curioso las muchas veces que Palo dice que ruega continuamente por las intenciones de las comunidades.

6 Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. 7 Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. 8 No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, 9 que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, 10 y que se ha manifestado ahora con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio 11 para cuyo servicio he sido yo constituido heraldo, apóstol y maestro.(2Tm 1)

Y eso que quiere transmitir Pablo, al final de su vida, a uno se sus sucesores, que ama profundamente. Y más adelante:

8 Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio; 9 por él estoy sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada. 10 Por esto todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna. (2Tm 2)

Y acaba diciendo

18 El Señor me librará de toda obra mala y me salvará guardándome para su Reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (2Tm 4)

En las cartas de Pablo,

12 Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio, (1 Tm 1)

y en la segunda dice:

12 Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel Día.(2 Tm 1)

Yo creo que ha de ser nuestra postura. Damos gracias a Dios porque nos ha dado la existencia, nos ha dado fe, nos ha dado capacidad de actuar cristianamente. Se ha fiado de nosotros. Y nos ha dado la gracia de que también nosotros nos fiemos de Él.

Siempre con esperanza. Las palabras de Jesús, ‘Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos’ Se cumplirán. Los doce primeros lo hicieron por pura fe, porque era todo futuro: estaré. Pero esos doce se han convertido en más de 1200 millones. Los doce dirían: ‘¿Ahora tenéis miedo?, ¿Ahora os desanimáis? ¿Después de 20 siglos, y pasar de 12 a 1.200.000.000? No viviríamos como cristianos si hubieran ellos tenido cobardía…

Porque a veces hay gente con una tristeza y un desánimo, que no viene del Espíritu Santo, porque es cierto que Él estará con nosotros hasta el fin de los tiempos. Y ese espíritu, para los primeros era pura fe, era futuro todo. Pero para nosotros es toda una historia de 1008 años, en los que el Señor ha hecho buena su palabra y la ha cumplido. Y la Iglesia ha pasado por persecuciones, por cosas tremendas, mucho más difíciles que las que ahora tenemos, y ha seguido adelante. Y ahora todos los que han perseguido a la Iglesia son un trozo de historia del mundo de la cultura y de la Iglesia, y la Iglesia ha seguido adelante.

Por eso no tememos la vida y no queremos temer la muerte tampoco.

 



[1] Mons. Josep Capmany, durante muchos años encargado en la Conferencia Episcopal Española de las obras Misionales. Fue también durante muchos años Consiliario Nacional de Cursillos de Cristiandad.

[2] mueren al pecado.