LOS CAMINOS DE LA ALEGRÍA

La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da, os la doy yo. (Jn 14, 27)

Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté dentro de vosotros, y vuestra alegría sea completa. (Jn 15,11)

El cristianismo es la religión de la alegría y el gozo en Dios.

Argumentos escriturísticos.

16Llegó a Nazaret, donde se había criado. El sábado entró, según su costumbre, en la sinagoga y se levantó a leer. 17Le entregaron el libro del profeta Isaías, y, habiendo desenrollado el volumen, halló el paso en el que está escrito: 18"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió. Me envió a evangelizar a los pobres, a predicar a los cautivos la liberación y a los ciegos la recuperación de la vista, a libertar a los oprimidos 19y a promulgar un año de gracia del Señor." 20Enrolló el libro, se lo dio al sirviente y se sentó. Los ojos de todos en la sinagoga estaban clavados en El, 21y comenzó a decirles: "Hoy se está cumpliendo ante vosotros esta Escritura. (Lc 4,16-21)

1Dios también os vivificó a vosotros, que estabais muertos por vuestros delitos y pecados, 2en los cuales en otro tiempo anduvisteis según el espíritu secular de este mundo, conforme al príncipe de la potestad el aire, del espíritu que ahora obra en todos los hijos de la incredulidad....
...
4Pero Dios, siendo rico en misericordia, por causa de su mucho amor con que nos amó, 5cuando estábamos nosotros muertos por el pecado nos vivificó juntamente con Cristo ...14El, en efecto, es nuestra paz;... (Ef 2,1 y ss.)

El Evangelio es la buena noticia.

Somos constituidos como mensajeros del gozo; las palabras del ángel a los pastores en Lc 2, 10-11

10El ángel les dijo: "Dejad de temer, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: 11Os ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor, ...

Somos testigos y anunciadores de la Resurrección de Cristo y de la inhabitación de Dios en nuestra alma.

En el evangelio de Juan leemos:

22Así también vosotros estáis ahora tristes, pero yo os veré otra vez y vuestro corazón se alegrará, y nadie os quitará ya vuestra alegría.(Jn 16,22)

La Palabra de Dios es la palabra de la alegría.

6Al pasar junto a él Yavé, gritó: "¡Yavé! ¡Yavé! Dios clemente y misericordioso, tardo para la ira y grande en benignidad y fidelidad; 7que extiende su gracia (bondad) a mil generaciones"...(Ex 34)

La palabra gracia en arameo se expresa en las siguientes formas:

'gen'

misericordia que se interesa por la miseria

'hesen'

fidelidad generosa a los suyos

'emed'

solidez inquebrantable en sus compromisos

'rajamin'

adhesión del corazón y de todo el ser a los que ama

'sedec'

justicia inagotable, fidelidad inagotable.

Es infinitamente inagotable en su amor.

Símbolos de esta gracia en las Sagradas Escrituras:

‑La tierra que da Dios a su pueblo,

País de torrentes y manantiales. (Dt 8,7)

País de montes y valles que riega la lluvia y el cielo. (Dt 11,11)

He decidido llevaros a una tierra que mana leche y miel.( Ex 3,8)

Sin embargo, estamos más preparados para afligirnos que para alegrarnos. Hay en nosotros una condición pesimista, que es el salario del pecado. La Resurrección de Cristo supone en nosotros poco positivo. Parece que se haya ido, en lugar de alegrarnos por ello, nos entristecemos. Parece como si se hubiera jubilado.

Disponemos de gran reserva de lágrimas para llorar en cualquier momento. Llorar en el sentido más amplio. Somos más tristes que alegres. Más pesimistas que gozosos. Tenemos gran facilidad para hablar de tristezas.

La tristeza es, hasta cierto grado, una forma de egoísmo. Cuando sufrimos es cuando somos más conscientes de que vivimos, pues nos replegamos sobre nosotros mismos.

Cuando uno vive la alegría, la reacción sicológica y moral nos impulsa a salir fuera del yo, produce en nosotros extraversión, nos abre a los demás; la tristeza nos cierra.

La alegría nos impulsa a admirar las cosas bellas y buenas, a ser más sensibles para lo bueno, lo bello; a ser más agradecidos, generosos, educados. Somos más cordiales. Prestamos más atención al , nos ayuda a comunicarnos. A alegrarnos con la alegría de los demás, a dejarnos contagiar de la alegría de los demás. Es un estimulante de convivencia comunitaria.

Así, la alegría de la luna de miel, que todo lo excusa.

La alegría supone desinterés, alteridad, preocupación por el otro, delicadeza de corazón. Ablanda el corazón. Produce despego de nosotros mismos. La alegría tiende a la efusión, a la comunicación.

La tristeza (non sancta), todo lo contrario.

La tristeza puede ser:        una forma de egoísmo
      una declaración de nuestro egoísmo.

Muchos de nuestros silencios en casa, son manifestación de nuestro egoísmo. Cuando uno se atrinchera en el egoísmo, puede usar la tristeza y el silencio ("los morros") para fastidiar a los demás.

La tristeza puede ser la medida exacta de nuestro apego a nosotros mismos. Con nuestras tristezas, ¡cuánto daño podemos hacer a los demás!

Jacques Riviére: "Siento casi vergüenza de todo el tiempo que he estado diciéndome que la alegría es imposible: era una cobardía."

"Sólo existe un medio para curarnos de la tristeza: dejar de amarla."

10Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados. (Sal 50,10)

Triste viene de tétrico = oscuro.

Todo el bien que puedas hacer, hazlo alegremente: con la fuerza de la virtud.

San Francisco de Asís, prohibe la tristeza a los frailes en su regla. Denominaba a la tristeza la enfermedad babilónica, porque lleva al amor del mundo.

Cuando Jesús tomó la palabra por primera vez en público, fue para dar un mensaje de alegría:

16Llegó a Nazaret, donde se había criado. El sábado entró, según su costumbre, en la sinagoga y se levantó a leer. 17Le entregaron el libro del profeta Isaías, y, habiendo desenrollado el volumen, halló el paso en el que está escrito: 18"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió. Me envió a evangelizar a los pobres, a predicar a los cautivos la liberación y a los ciegos la recuperación de la vista, a libertar a los oprimidos 19y a promulgar un año de gracia del Señor." (Lc 4,16-19)

Cinco siglos antes, Isaías había dicho:

18Y habrá alegría y algazara eterna,
por lo que yo voy a crear.
pues yo voy a crear para Jerusalén alegría
y para su pueblo regocijo. (Is 65,18)

"Dios sale al encuentro del que está alegre"

San Pablo: "Dios ama al que da con alegría" (2Cor 9, 7)

La tristeza fue el octavo pecado capital, hasta San Gregorio Magno, que incluyó la tristeza en la pereza.

Si uno se toma la molestia de contemplar las maravillas de Dios, no podrá estar triste. Es pues fruto de la pereza por buscar a Dios.

La tristeza, agota el espíritu. Hasta tal grado, que de la tristeza se pueden derivar enfermedades como la neurosis, la angustia vital.

Se puede llegar hasta el suicidio. (Este año, se han suicidado tres ex–cursillistas).

También marchita la vida interior: un santo triste, es un triste santo. Favorece las perversas sugestiones, puede arrastrarle a uno a la corrupción, corrupción carnal, alcoholismo, droga, desesperación.

La tristeza es tierra abonada para el diablo.

Acarrea el tedio y el fastidio por la piedad. No podemos cantar:

¡Qué alegría cuando  me dijeron...!(Sal 122, 1)

Quiere uno quedarse replegado sobre sí mismo. Frena el ejercicio de la virtud.

Decía San Francisco de Asís que la alegría era segurísimo remedio contra las mil insidias del enemigo. Y San Francisco de Sales que la tristeza es casi siempre inútil y contra Dios.

San Gregorio Magno: "No puede el alma vivir sin algún contento."

(En el seminario,) la tristeza mantenida por un seminarista, era signo inequívoco de que al poco uno iba a hacer las maletas. También es así en el Movimiento.


El Caballero de la triste figura.

Hay en nosotros la tendencia a amar la tristeza. Y ¡qué difícil es defenderse uno de sí mismo!

Estamos muy prontos al mal humor, al pesimismo. Muchísimas cosas nos entristecen, casi cualquier cosa nos desilusiona. Y nos arrastra con mucha frecuencia a pecar contra la esperanza.

Hay que llorar en lo escondido y estar alegres con los demás. No te permitas el suicidio de la tristeza. La tristeza mala, proviene del amor desordenado a sí mismo, el cual no es un pecado especial sino la raíz general de todos los pecados.

Hay tristeza buena, mala y apostólica.

Tristeza mala; efectos según San Francisco de Sales:

          Genera angustia, pereza, indignación, celos, envidia, impaciencia.

    Angustia: melancolía, que es una enfermedad del espíritu; ni vive, ni deja vivir;

    Pereza: distensión, brazos caídos, no hay superación.

    Indignación: irritación, incomunicación.

    Celos, envidia e impaciencia = nerviosismo.

Tristeza buena; efectos:

          Misericordia y penitencia que nacen del amor;

    es la tristeza de Jesús en el huerto

    es la tristeza de María: "Stabat mater dolorosa".

8Pues aunque os entristecí con la carta, no me arrepiento. Y si antes me pesó, viendo que aquella carta os entristeció, aunque por breve tiempo, 9ahora me alegro, no porque os entristecisteis, sino porque os entristecisteis para penitencia. Porque os entristecisteis según Dios, no recibiendo daño de nosotros. 10La tristeza que es según Dios, causa penitencia saludable e irrevocable; mientras la tristeza del mundo engendra la muerte. (2Cor 7, 8 y ss)

Tristeza apostólica: la de San Pablo en Rom 9,2-3

2de que es grande mi tristeza y continuo el dolor de mi corazón. 3Pues desearía yo mismo ser anatema por Cristo en favor de mis hermanos y de Jesús:

"Tengo compasión de las turbas" (Mt 15, 32)

Es la tristeza por nuestros pecados y por los pecados de los demás.

La alegría tiene una exigencia radical: la relación con el otro.

No puede darse en la encerrona de uno mismo. Por eso decía Camus en La peste: "Es vergonzoso ser dichoso uno solo.".

La alegría es como el fuego: cuando no se propaga, se apaga. La alegría es comunicativa, es extraversión.

La alegría es también luz: brillo en nosotros, resplandor en el rostro. Dice San Agustín: "Cree para que entiendas" y nosotros: "Alégrate para que entiendas a Dios."

Desde la alegría, todo el mundo es más claro, más fácil. El Reino de Dios es paz, alegría y gozo en el Espíritu Santo; es descanso perfecto en el supremo bien.

También existen la alegría y la paz malas: la que proviene del pecado. Así, la paz que da la tibieza es más bien insensibilidad, esta paz de la tibieza es fruto de la dormidera de la tibieza.

La alegría cristiana no es contentamiento fácil.

No es fácil por nuestra condición miserable. No es una ingenua satisfacción en sí mismo. Se trata de una tristeza superada. No es una tristeza disimulada o anestesiada, sino superada.

¿Dónde está ¡oh muerte!, tu victoria? (1Cor 15, 55)

La alegría se dará siempre con algunas sombras de tristeza en este mundo.

Por eso las Bienaventuranzas:

     "Bienaventurados los que lloran... " es decir, los que están llorando ahora.

Si somos felices porque no tenemos problemas, no hemos hecho nada.

Somos cristianos cuando nos manifestamos como testigos de Dios.

Nuestra alegría está en que nos hemos encontrado con Dios. El Señor nos ha curado, nos ha perdonado todo, se nos ha abierto. Nos ha inundado con su vida.

Cristo reprobó y reprochó a sus discípulos:

    el temor

pero confiad: yo he vencido al mundo (Jn 16, 33)

    la tristeza

Mujer, ¿por qué lloras? (Jn 20, 13)

El les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. (Lc 24, 17)

Razón de esta reprobación:

·        Dios es bueno, infinitamente bueno, y lo será aunque yo no quiera ser bueno.

·        Dios me ama infinitamente aunque yo no quiera amarlo.

·        Dios es siempre el primero en la bondad
el amor
la amistad
la comprensión
el perdón.

·        Dios tiene entrañas de madre (Santiago?) y todo esto es motivo de alegría.

Sólo puede haber tristeza si no hay fe y amor de Dios. Dios es infinitamente mejor de lo que nosotros podemos pensar y desear. A veces creamos nosotros un Dios que es una miseria, porque lo hacemos a nuestra medida, y Dios es infinito. El Dios que nosotros pensamos e imaginamos es nada comparado con el real.

A veces nos convence más el Dios que nosotros nos fabricamos.

No somos felices porque no creemos en la felicidad.

Creemos en los buenos ratos. Estamos convencidos de que la felicidad es el resultado de una serie de componentes: un buen sueldo, un ascenso, buena salud, etc. que, de alguna manera, si no se dan, no podremos ser felices. Pero la realidad es muy otra. La felicidad es tener sólo a Dios. 'Mi Dios y mi todo.'

La felicidad no es algo de ayer o algo de mañana. Es urgente disponerse a ser felices, pues ya existe, es Emmanuel: Dios con nosotros. Ya está en nosotros la salvación. La vida eterna, ya ha empezado. Es ahora, hoy, mañana y luego.

Somos los invitados a la alegría porque somos los invitados por Dios a las Bienaventuranzas.