HE VISTO AL SEÑOR  (Jn 20, 18)


Pero... no se puede ver a Dios y vivir.

No se puede entrar en la intimidad con Jesús y continuar viviendo como siempre: en falta de generosidad, en tibieza.

Ver a Dios exige adoptar una actitud nueva. Ver a Dios conlleva un imperativo estridente: "Ve, vende todo cuanto tienes, dalo a los pobres y sígueme."

De lo contrario, no podemos vivir en la paz, tener alegría. María Magdalena tuvo que dar un viraje total a su vida.

Hay que desprenderse de muchas cosas:

    de la tristeza: es de este mundo

    de la retahíla de exigencias que nos amordazan, que nos condicionan

    de tanto proyecto personalista

    del yo, de mi vida y de mis cosas,

y llegar a poder decir: Yo estoy crucificado con Cristo como San Pablo.

Dios pasa por nuestra vida siempre despojando:

    "Dejad a los muertos que entierren a sus muertos"

    "El que pone la mano en el arado y echa la vista atrás, no es digno de mí"

    "El que quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame."

    "Abandónate a ti, y me encontrarás a mí"

En Heb 10,31

¡Es espantoso caer en las manos del Dios viviente!

Cuando entra de verdad en nuestra vida, nos humilla, todo se resquebraja en nosotros, pero luego viene una paz que todo lo ilumina.

Dios nos hace morir: muerte ascética y muerte mística.

Que muera en nosotros el yo preocupado, el yo insatisfecho, el yo caprichoso, el yo agitado, el yo inconsciente, triste, pecador.

Es así cuando se empieza a sentir y a entender una nueva forma de vida. En Lc 24, 13 y ss tenemos el relato de los discípulos de Emaús:

13Aquel mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea distante de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaús. 14Conversaban de todos estos sucesos, 15mientras ellos hablaban y discurrían, Jesús mismo se les acercó y caminaba con ellos. 16Pero sus ojos estaban impedidos para reconocerlo. 17Y les dijo: "¿Qué conversación es la que lleváis en el camino?" Y se detuvieron entristecidos.


Dos hombres que pensaban tener fe y esperanza y no las tenían. Y vino la noche. Y sólo se mantienen los pábilos verdaderamente encendidos. Si no, se hunde uno en el desaliento, en la soledad.

Diferencias con relación a nosotros con los de Emaús:

Ellos creían que Cristo había muerto, y nosotros decimos que vive entre nosotros.

    ¿Qué vida es esa en la que creemos?

    ¿Es Cristo un faraón momificado?

    ¿Es un puro recuerdo?

    ¿Es algo lejano en nuestra vida?

Necesitamos experimentar ese encuentro con el Jesús que vive dentro de nosotros.

No se puede vivir a Dios y de Dios y estar avasallado por la tristeza.


Para lo que estamos preparados, es para dar nuestra lista interminable de tristeza.

Somos la tristeza. Nos sustancializa. Desdoblada en pesimismos, complejos y frustraciones.

Tristeza dramática:

· no tener a nadie en la vida: no tener un amigo.
· ver venir la muerte
· ver venir una enfermedad
· no tener a nadie a quien le importe mi vida.

Otras veces no es dramática, aunque siempre está complicada por el drama de la soledad.

La soledad no se cura ni con ruido de discoteca ni poniendo la gente 'juntica'.

Las grandes ciudades modernas son invernaderos de hombres solos. La soledad es frío en el alma, una vida proyectada en el vacío.

Jesús pregunta a los discípulos de Emaús:

"¿Por qué andáis tristes?" y a nosotros: "¿Por qué esta lista interminable de quejas?"

Cansado de ti, desilusionado, incluso en tu matrimonio, de tu mujer, de tu amor...

Tan preocupado de tus hijos. Tristeza que te invade, porque presientes que tus amigos te han olvidado. ¿Por qué vivir embozado de lamentos? ¿Por qué esa vida lánguida, perezosa, cansina?

El cristiano es el hombre de la alegría y de la acción de gracias.


Siempre hay motivos para la gratitud. Siempre hay una alegría que espera, que está llamando.

Urge decirnos:

    Aprende a vivir, todavía estás a tiempo.

    Aprende a alegrar tu corazón.

    Encuentra tiempo para ser feliz.

    No atropelles tu tiempo. No seas precipitado.

    Sobre la tierra, tú eres un milagro que camina.

Hay que decirle a los hombres:

    Eres portador de valores eternos.

    Eres único, irrepetible, insustituible.

Decía De Lamartine:

- ¿Por qué amas a Dios?
-
Porque me ha creado.
- Eso no le costó nada.
-
Eso le costó un pensamiento eterno, y un acto de amor infinito."


L. Benllod:

- Estoy solo, aislado, ¿Quién piensa en mí?

- Dios piensa en ti, la Virgen María piensa en ti, todos los santos piensan en ti, todo el cielo piensa en ti y siempre.

- El tiempo es un espacio para crecer bajo el sol. No una autopista que va de la cuna a la muerte.


Un espacio para ser de Dios, alegre.

No hagas depender la alegría de vivir y la paz interior de una serie de nimiedades:

- Todo el día de mal humor porque se te cortó la mahonesa
- por perder el autobús de la mañana
- que si llueve, que si no llueve
- que si me han humillado o no.

Domina tu vida, para que no caiga sobre ti como una losa. O tú vences a la vida, o la vida te aplastará.

La gente es una procesión de tristeza.


Sale de noche hasta el amanecer, y duerme cuando brilla el sol.

Acude al médico, al neurólogo, al siquiatra, porque viven anclados en la ansiedad.

Se siente incómoda incluso bajo su piel.

Se vive de cara a la galería. De las apariencias, de las reputaciones, del brillo logrado: felicidad supeditada a los azares externos.

Mi gloria, mi paz y mi felicidad están dentro de mí.

Por qué no soy feliz.


Porque tengo los ojos cerrados.

Dios los ha hecho para contemplar pequeñas y grandes  maravillas: noches estrelladas, cielos inmensos, capullos forzando por abrirse.

Porque mi boca está llena de amargura.

Se ha endurecido, son duras mis palabras. Mis labios han sido hechos para besar y comunicar palabras de amor.

Porque mis manos son como dos tenazas que agarran con sentido de posesión y de exclusión.

Son como diques que paralizan.
Fueron hechas para comunicar calor, dar fortaleza, para levantar al que está caído, para hacer sentir al solo que no está solo, para poder conducir al ciego.

Porque mi corazón está yerto y árido.

No se puede vivir sin amor. Necesita amor, dejarse amar y hacerse amar.

La alegría es el privilegio de los sencillos. Y soy demasiado complicado. Es privilegio de los que nunca dejan de sonreír. La alegría sólo está en el espíritu de las bienaventuranzas.

Vigila tu corazón.


Las relaciones con los demás y con lo demás, depende del corazón.

Disciplina tu corazón. El corazón es el que escoge en esta vida. El corazón es el que oscurece o ilumina la razón. Las grandes victorias y desastres son más fruto del corazón que de la razón.

Al corazón, cuando no lo mueve el amor, lo mueve cualquier cosa.

Donde está tu tesoro, allí está tu corazón

El mundo se revuelve y se agota en reuniones, mesas redondas, en palabras y más palabras.

A este mundo de tantas palabras hay que darle un buen consejo:

"Hombres, volved a vivir humildemente, volved a las cosas sencillas de la vida, a la amistad, a la bondad, a la alegría; no puede haber felicidad de otra manera."

Líbrame de mi ruindad para que sea posible la alegría, la amistad, la bondad:

La ruindad es el amor calculado, el desamor. Esa ruindad viene como consecuencia de que no estoy libre de mí mismo.

¡Señor! Líbrame de las cosas que considero mías: "mías".

El enemigo implacable de mi propia vida soy yo. Es el yo. El que puede librarme eres Tú.

¿Nos damos todo el amor que podemos darnos? (En la comunidad)

Hay que amar a corazón abierto, sin cálculo, sin límite.

La gracia no ha logrado todavía vencernos. No nos ha despojado de la calculadora que llevamos encima para amar.

No nos hemos dispuesto nunca a amar sin medida.

La risa y la sonrisa.


Un día que no has reído es un día perdido. Un día que no has estado sembrando a manos llenas tus sonrisas, no has amado, no has tenido caridad. Lo que más necesitan de ti, es el alivio de tu sonrisa. Un día sin sonrisas, es como una primavera sin flores. La risa es salud, el buen humor es salud. La risa es terapéutica, beneficia la digestión. La risa estimula el apetito y estabiliza la presión arterial.

Una consigna: sembremos sonrisas en este mundo.

La vida espiritual, la mortificación, deben hacerse con alegría.

¿Dónde estás alegría?


Tal vez la busco demasiado lejos de mí, y sin embargo la llevo encima. (Como pasa a veces con las gafas).

Raíces de la felicidad:

         Salud; qué cosa más grande que sólo la valoramos cuando la perdemos.
         El sol en el cielo.
         Un plato de comida caliente: también lo valoramos cuando no lo tenemos.
         Un vaso de agua fresca.
         Un niño que sonríe.
         El cielo que me espera (¡ahí es nada!)
         La sonrisa misericordiosa del cielo.
         El Dios infinito enamorado de mí.