1ª Med. Sentido de Dios en San Pablo.

¿Cuál es el secreto íntimo de la vida de San Pablo? ¿Cuál es la razón de su vida? ¿Cuál es el impulso que le lanza, que le guía, que le mueve?

La respuesta es Cristo.

La vida humana, de verdad de verdad, sólo es conocida por Dios. Nosotros, apenas nos conocemos. A lo sumo, si nos ponemos a la luz del Espíritu de Dios, algo podremos entrever o vislumbrar de nuestra vida. No más. Y de los demás, tenemos que partir del exterior: de su vida, de su obra, de lo que se ve en definitiva. Y así alcanzar algún conocimiento de esa persona, que siempre será muy fragmentario, muy parcial. Eso nos puede pasar con San Pablo, pero si nos fijamos en lo que tenemos, que son sus cartas, nos damos cuenta de que es así: que siempre nos conduce a Cristo. Y que este es la razón de su vida, el impulso y el motor de su actuación. Y el secreto de su alma.

¿Cómo explicar en San Pablo esta simbiosis tan acabada entre acción y contemplación? Por ejemplo. Con lo mucho que escribió, y tan diverso, y a gente tan distinta, ¿cuál es el marco de su doctrina? ¿Cuál es el fundamento, la causa?

Cuando digo la causa, digo la causa creadora, eficiente, de su ser y de su quehacer. El que fue a la vez siervo y apóstol de Cristo. Yo subrayaría dos:

-Su fe, su esperanza y su caridad y

-Su docilidad al Espíritu Santo.

Estos son los dos grandes fundamentos inseparables donde se asienta su teología, su doctrina, su enseñanza y sobre todo su vida.

Quizá en algunos contemporáneos nuestros, Dios nos haya dado la gracia de haber visto algo parecido. Para algunos de vosotros, el P. Ginés, yo desde luego Don José Rivera.

¿Qué es la fe en San Pablo?

La fe en San Pablo es la convicción y la experiencia de ser amado por Cristo.

Y además de ser amado por Cristo de una manera total y absolutamente personal.

Por esto en San Pablo, su fe no es una teoría, no es una opinión sobre Dios. Como sucede entre tantos agentes de teología y de pastoral.

Agentes de opiniones, de teorías. Decía von Balthasar, ‘la teología tiene que ser arrodillada’. Porque es convicción y es experiencia de quien se sabe amado de manera personal. Los que estás casados lo habéis experimentado. Y el amor humano no deja de ser un reflejo pálido de esta experiencia ante el amor de Dios personal, absolutamente personal totalmente personal a mí. Y esta es la fe de San Pablo. Su fe es el impacto del amor de Dios en su corazón. Por esto su fe es por encima de todo amor a Cristo. Y resulta ser inseparable la fe y el amor.

Su fe es amor a Cristo porque su fe es convicción y experiencia de que Cristo le ama, y él responde. Con toda confianza. Con toda esperanza. Y ahí están las tres virtudes teologales, indisolublemente unidas.

Lo que interesa en nosotros es cultivar estos tres dones: la fe, la esperanza y la caridad. Lo demás no es útil. Los dones humanos no son útiles. Porque pueden desaparecer en nuestra vida. Yo tengo vista, oído, gusto, tacto… y ¿quién me dice que no lo voy a perder? Entonces, ¿ya no soy útil? ¿El padre Ginés ya no es útil?

Por tanto, es útil en este mundo quien tiene fe, esperanza y caridad.

Y es más útil el que tiene más fe, esperanza y caridad. Y no es útil aquél que no tiene fe, esperanza y caridad.

El que no cultiva la fe, la esperanza y la caridad, es inútil. Por mucho que tenga audiencia. Es más, muchas veces no solamente será inútil sino que será contaminante. Porque será un cadáver putrefacto que anda, que se mueve, que grita, que es aplaudido, reconocido, al que se le hace la pelota, pero es un cadáver viviente. Que huele, que hiede, y que por lo tanto produce contaminación a su alrededor.

Por tanto, hermanos, en nuestra vida, participación de la vida de Cristo, por intercesión de San Pablo y de otros santos que conocemos, canonizados o no, lo que conviene es cultivar la fe, el amor y la esperanza.

Pablo creyó en Jesús:

20 y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Ga 2, 20)

Esta imbricación entre fe y amor.

12 Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel Día. (2Tim 1, 12)

Por eso, en San Pablo es fundamental la fe y el creer. Es una misma cosa. Pablo creyó en Jesús, en el Mesías, en el Hijo de Dios. Pero no de una manera teórica, racional, sino experiencial.

Un texto que me parece clave de la fe de San Pablo, está en la 1Co:

para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y nosotros por él.

Es él el que nos constituye, es él el que nos crea. Por Cristo somos, y para Dios somos. Por Cristo somos hacia Dios.

Y en San Pablo se ve que la fe, por un lado es aceptación del don de Dios, que uno puede rechazar o puede acoger. Dice en Ef 2,8:

8 Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios

Es una aceptación del don que Dios nos ofrece, que no nos impone. Y por eso, en ocasiones San Pablo se refiere a aquellos a los que habiéndoseles ofrecido el regalo de la fe, no lo aceptan.

2 y para que nos veamos libres de los hombres perversos y malignos; porque la fe no es de todos. (2Ts 3,2)

Pero también para San Pablo la fe no es solo aceptación del don, sino que es entrega total. Aceptación libre y voluntaria, pero a la vez entrega total a Dios en la persona de Jesús.

25 quien fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación. (Rm 4)

Por eso, ante esta realidad de Cristo paciente, Cristo crucificado y muerto, Cristo resucitado, ante esta realidad de la Pascua de Cristo, a la que nos estamos preparando estos días, la respuesta es la entrega total, viendo la propia entrega de Cristo. Por tanto, esta fe, que no es solo aceptación de un don, sino que es una respuesta a este don por la entrega total, ya no es algo estático. Esta fe es dinámica. Está llena de dinamismo. Por eso dice en Ga 5, 6 que la fe actúa a través del amor:

6 Porque siendo de Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen eficacia, sino la fe que actúa por la caridad.(Ga 5)

Porque es acoger el don y responder con una entrega total. En definitiva esta donación, es el amor.

El amor

Y así entramos en la segunda virtud teologal que marca este secreto íntimo de la vida de San Pablo. Ciertamente que él como hombre se su pueblo, elegido por Dios, Pablo amó a Dios.

Pero su fe le mueve a este amor a Cristo, a través del cual puede acceder a Dios, en verdad. Y es el amor a Jesús el motor de su existencia, de su actividad, de su entrega. Tanto que en Filipenses dice:

8 Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo (Flp 3)

La experiencia de ser amado por Cristo, que me amó y se entregó por mí. Esta experiencia personal, es tan grande, que entiende que ha perdido por Cristo todo, y se gloría. Y además tiene para ganar a Cristo, todo por basura.

No digamos ya este himno ardiente, el himno del amor en 1Co 13.

Es un himno que brota de su corazón ardiente de amor. Pero San Pablo aterriza, y entiende que el verdadero amor a Dios, a través de Cristo, se muestra a través del amor a los hermanos. Y en el servicio y la entrega a los demás.

Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; 10 amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; (Rm 12)

Pero a ejemplo del amor con el que nos amó Jesús, nuestro maestro en el amor, Pablo este amor al prójimo lo transforma y lo sublima:

Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10 La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud. (Rm 13)

Y luego dice a los Corintios:

15 Por mi parte, muy gustosamente gastaré y me desgastaré por vuestras almas. Amándoos más ¿seré yo menos amado?(2Co 12)

Cómo este amor, respuesta del amor de Cristo a él, cómo le motiva y le mueve hacia el amor a los hermanos. Es una unidad de vida total. Propia de los santos.

Y la esperanza,

Si se sabe amado de esta manera total, absoluta, gratuita por Cristo, ¿cómo no se va a fiar de este Cristo? ¿Quién no se fía de aquél que le ama?

13 Todo lo puedo con Aquel que me da fuerzas. (Flp 4)

9 Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. (2Co 12)

No mira su flaqueza. Mira el amor que es fuerza de Cristo en él.

Y esta esperanza la manifiesta en una serie de aspectos de la vida que son muy importantes, y que sin duda a nosotros nos interpelan y nos cuestionan. Su esperanza de la resurrección, su esperanza de la felicidad eterna. Su esperanza a propósito de la muerte, su esperanza en la gloria futura:

13 Yo, hermanos, no creo haberlo ya conseguido. Pero una cosa hago: lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, 14 corriendo hacia la meta, al premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús.(Flp 3)

Y a propósito de la muerte, les dice a los corintios:

1 Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos. (2Co 5)

Y a los romanos:

Hace una confesión de su esperanza:

22 Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. 23 Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo. 24 Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con paciencia.(Rm 8)

Por tanto, la trama de la existencia de San Pablo se teje en estas tres virtudes teologales: la fe, el amor y la esperanza.

Y su vida que está tan llena de dinamismo apostólico, el móvil de su vida es su fe. El atractivo de su vida: la esperanza, llena de firmeza. Porque el que espera es firme, es fuerte. Y el alma de su vida, el amor a Cristo entrañable. Eso es el secreto de San Pablo. Y juntamente con éste,

La Docilidad al Espíritu Santo.

Pablo fue dócil al Espíritu Santo y a la vez, enviado por el Espíritu Santo, consecuencia de lo primero.

En los escritos de San Pablo, y en su vida allí reflejada, nos damos cuenta como el Espíritu Santo tomó posesión de él. Se posesionó de él. Cómo fue ungido, sellado con el Espíritu.

En Hechos, aparece el Espíritu Santo desde el relato de su vocación. Un Espíritu Santo que entra en acción en el momento mismo de su bautismo.

17 Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y te llenes del Espíritu Santo.» 18 Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. (Hch 9)

El Espíritu Santo que habita como en un santuario en Pablo. Y de esto él es consciente.

19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? 20 ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.(1Co 6)

Cómo habla de esta inhabitación del espíritu de Dios en él como a modo de santuario.

Y en 2Co,

21 Es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, 22 y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones.(2Co 1)

Nos habla de cómo él es confortado, es ungido, sellado con el Espíritu. El Espíritu Santo está en él como unas arras, como una garantía divina. Y además una garantía divina de su futura resurrección gloriosa.

Y en Gal. nos dice que esta propiedad le viene desde el seno de su madre:

15 Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien 16 revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo a hombre alguno (Ga 1)

Me separó, me consagró, me hizo suyo. Ahora que se habla tanto de pertenencia, todos estamos mirándonos el ombligo, a ver a quién y dónde pertenecemos. Pues no tenemos otra pertenencia que ésta.

Nuestra pertenencia es al Espíritu Santo. Y esto lo tenían muy claro, sin dejar de amar a su tierra, los primeros cristianos. San Pablo, que no digamos que no amase a Israel, y a la gente de su pueblo. Esta es nuestra pertenencia. Pertenecemos al Espíritu Santo porque somos hijos de Dios: ésta es nuestra identidad. Y lo demás, es secundario. No vale para la vida eterna por sí mismo.

Y este Pablo que es propiedad el Espíritu Santo, fue misionero enviado por este mismo Espíritu Santo. Si vemos el relato de la misión de Pablo desde la iglesia de Antioquía, es muy elocuente, cómo Pablo es elegido, es separado, es consagrado y es lanzado por el Espíritu Santo. En Hch:

«Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los tengo llamados.» 3 Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los enviaron. 4 Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí navegaron hasta Chipre. 5 Llegados a Salamina anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan que les ayudaba. (Hch 13, 2)

Lanzados por el Espíritu Santo. Así es también la vida de Jesucristo, si cogemos el evangelio de san Lucas, desde los primeros capítulos:

Es concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Desde este momento, hasta que empieza la predicación, es movido por el Espíritu Santo que lo lanzó también, después de las tentaciones. Siempre es el Espíritu Santo el que conduce a Cristo. El que le empuja, el que le lleva, el que le trae. Por eso Pablo, en sus correrías misioneras es guiado y conducido por el espíritu de Jesús. Y en la tarea de evangelización, de misión, siempre aparece Pablo como el instrumento, el canal a través del cual actúa el Espíritu Santo.

San Pablo ciertamente es equipado como apóstol con toda clase de dones carismáticos.

La sabiduría, la ciencia, el conocimiento, el misterio de Dios y de su plan de salvación. San Pablo es apóstol, pero también es profeta, y es evangelista, es maestro y es padre y es pastor. Y San Pablo es sobre todo, un hombre lleno de fortaleza para superar las adversidades. ‘Todo lo puedo en aquél que me conforta’.

En síntesis, San Pablo siempre vivió bajo el impulso del Espíritu Santo. Y así llevó el Evangelio hasta los confines del mundo.

Estos son los dos grandes arcos de bóveda, que nos pueden ayudar a penetrar un poco en la verdad y en el conocimiento de este apóstol de los gentiles. Y nosotros no tenemos menos gracia que la que recibió él. Y por tanto, también tenemos que cultivar en nosotros tal como él lo creyó y lo vivió, estas tres virtudes teologales, que son las únicas que nos harán de verdad útiles.

Así se entiende por qué la eutanasia es una barbaridad. Esta es la razón teológica. Que tenemos que usar nosotros aunque no nos entiendan. ¿Y qué? ¿Es que acaso nos van a hacer caso si rebajamos las cosas y empezamos a ir con los mismos criterios y los mismos razonamientos que los que no son creyentes?

La fe, la esperanza y el amor. Y esta conciencia que es también en nosotros así, que por el bautismo el Espíritu Santo ha sido derramado en nuestros corazones.

Somos hijos de Dios, y esta es nuestra identidad. Pertenecemos al Espíritu Santo.

Y es este Espíritu dentro de nosotros el que nos empuja también a la tarea de la misión.